AQUELLA
NOCHE EN PALMAR DE TROYA
Allá por el año 1968
en Sevilla la moda,la novedad , eran los sucesos que desde hacía
poco tiempo venían teniendo lugar en El Palmar de Troya, un
municipio de La Campiña sevillana. Desde hacía algún tiempo se
contaba que unas niñas al regresar del colegio tuvieron una visión
celestial que ellas mismas identificaron con la figura de la Virgen
María. Poco tiempo después, las mismas niñas confesarían que
esa historia se la habían inventado para justificar que a la vuelta
del colegio se habían entretenido jugando. Pero la historia corrió
por el municipio como la pólvora y, en poco tiempo, inundó de
rumores y de sucesos mágicos la capital sevillana .
En
aquellas fechas me encontraba residiendo en Sevilla, alojado en un
hostal muy cerca de la Plaza Nueva en el que todos los huéspedes
éramos estudiantes. El hostal estaba atendido por dos empleadas
bastante crédulas en estas materias y nos tenían al día de todo lo
que sucedía en el Palmar de Troya sobre todo los días 13 de cada
mes, que no sé porqué se había asociado esta fecha, tan simbólica
en las apariciones marianas, con los sucesos que supuestamente allí
venían desarrollándose.
Debía ser por el mes
de mayo, pues recuerdo que se acercaba la época de exámenes. Todos
éramos estudiantes en el hostal pero de cuando en cuando, se
alojaban algunos turistas de los muchos que suelen pasar por Sevilla
.
En
aquella ocasión, poco antes del habitual hora de la cena, llegó
una pareja de franceses que venían haciendo un viaje por todas
España y por supuesto habían incluido en el itinerario la la
capital andaluza: Denise y Raimond, no hablaban, nada de español
solamente francés y procedían del mismo París.
Se sentaron a nuestra
mesa y casi al instante empecé a traducir lo que nos comentaban las
dos empleadas que nos servían que por supuesto era sobre el tema del
Palmar de Troya y sus apariciones que creían firmemente todo lo que
alli pasaba. No tardaron los franceses en sugerir que podíamos
acercarnos a comprobar aquellas maravillas milagrosas ,pues la
localidad de Utrera no queda muy lejos de Sevilla. ellos viajaban
utilizando un Citroën de 6 caballos y a nosotros y como por aquella
época nos apuntábamos a un bombardeo, dijimos que sí; digo
nosotros porque además de la pareja francesa había un compañero
vasco por aquel entonces estudiante de Química y otro andaluz ,de la
provincia de Málaga, que no recuerdo que estudiaba si es que lo
hacía alguna vez y sin dudarlo, nos embarcamos en el viaje,
rebasada ya las diez y media, en el renqueante Citroën.
Llegamos al lugar que
era una finca perteneciente a la localidad del Palmar de Troya.
Varios kilómetros antes de llegar al sitio de las supuestas
apariciones, divinas filas de personas a ambos lados de la carretera,
llevando velas encendidas y cantando la popular canción Mariana que
se entona en dedicación a la Virgen de Fátima; otras rezaban el
rosario en voz alta.
La oscuridad era
prácticamente total, a lo lejos se divisaban algunos puntos
luminosos que según pudimos apreciar a medida que nos acercábamos
, eran los puntos de las apariciones milagrosas dónde se habían
levantado altares, situados estratégicamente para que la multitud
pudiera ir de uno a otro, como si de un viacrucis se tratara.
Las
niñas primeras videntes, ya no tomaban parte en toda esta feria
montada alrededor de su relato. Las velas iluminaban los altares,
muy parecidos a las típicas Cruces de Mayo que durante este mes
suelen adornar los patios andaluces. En algunos habían colocado
estampas de la Virgen del Carmen, en otros, de la Virgen de los
Dolores y creo que no faltaba ni la Esperanza de Triana. La finca
se encontraba machacada de hoyos producidos por los pies de los
devoto; allí estaba incluso el párroco de la localidad, dando
aliento a aquella superchería pueblera. hacía pocos días que había
aparecido por el lugar el vidente quedaría fama a todo este montaje,
convirtiéndolo en uno de los negocios más florecientes de España,
en una época de estrecheces económicas y de cambios sociales:
Clemente Domínguez. Había llegado al Palmar para montar su
espectacular número enseñando las llagas que había recibido, según
él, del Todopoderoso Jesucristo. El altar dónde se encontraba
Clemente realizando su espectacular y absurda farsa era el que más
audiencia tenía daba los mensajes tópicos de todas estas
apariciones marianas: el mundo está llegando a su fin, qué debemos
rezar, pero introducía en su discurso que con oración y ayuda. Y
no tenemos ninguna duda de que se estaba refiriendo a ayuda económica
de los fieles.La gente, enfervorizada, entre rezos y sollozos, en
las penumbras del campo, llegaba al éxtasis.
¿Quién
era este Clemente Domínguez, el vidente Domínguez?
Clemente Domínguez
había trabajado en la Compañía de Seguros San Rafael, fundada por
él padre Serafín Madrid, hermano hospitalario de la Orden de San
Juan de Dios, con el fin de recaudar fondos para el hospital de
Sevilla. Clemente Domínguez era muy conocido en los ambientes
homosexuales de Sevilla; tenía un apodo “La Voltio”. Junto a
su pareja, el extremeño Manuel Alonso Corral, debió tener noticia
de los sucesos de El Palmar y aquello que en principio no iba a ir a
más allá y con la ayuda de un extranjero conocedor de este tipo de
negocios, empezaron a hacerse con las riendas de los sucesos
palmarianos.
Aquella
noche nos enseñaba las manos, quitándose las vendas para que
viéramos las llagas sangrantes que tenía en las palmas. En
aquellos momentos, con voz toscamente impostada, nos decía hallarse
en presencia de Jesucristo y nos transmitía sus absurdos mensajes.
No podía comprender cómo una persona qué ha recibido las llagas
divinas, el día antes podía estar, tan tranquilo tomándose un
café y fumándose un puro en Via Veneto, una de las cafeterías más
populares de Sevilla y después, ir al casino por aquel entonces
ubicado en la calle Sierpes para hablar de toros y reir a
carcajadas. Allí estaba en pleno trance divino.
Dejamos
a Clemente fuimos a escuchar qué decía otro de los visionarios.
Esta vez era un altar de la Virgen del Carmen flanqueado por dos
velones rojos y una buena provisión de flores y un brasero dónde se
quemaba incienso. El vidente de unos treinta años parecía más un
sujeto qué va a la feria de su pueblo qué un contemplador de las
divinidades celestiales, pues iba vestido con un traje azul camisa
blanca y corbata roja como si hubiera salido de una boda. Estaba
junto mi, sentado en una silla y de vez en cuando, interrumpía sus
letanías y cerraba los ojos como si estuviera entrando en trance;
Después continuaba con aire despistado, como si le costara mucho
trabajo incorporarse a la realidad. En uno de esos descansos le
pregunté que veía y me contestó en esos momentos no estaba viendo
nada pero que aquella tarde había entrado en conversación con la
Virgen; le pregunto de qué Virgen se trataba y me contestó qué
era la Virgen del Carmen. La siguiente pregunta fue que cómo se le
aparecía la Virgen con qué aspecto y me contestó que la veía
igual que estaba en el cielo con una corona, un manto azul, un
escapulario en la mano y en el otro brazo sosteniendo al niño, que
daba bendiciones... exactamente el mismo cuadro que tenía el altar
que se levantaba en aquel sitio. Tenía este vidente un cierto
parecido con un torerillo aficionado que visitaba a mi padre en busca
de algún articulillo o publicidad en el periódico para su
presentación como novillero y que , curiosamente, se rajó al ver
salir el primer toro y se fue corriendo de la plaza. Este vidente
venia a hacer una faena más segura y era que había pensado que él
también podría forrarse con este tinglado mariano. Mientras el
vidente hablaba una ayudante le secaba el sudor. Alguien que estaba
por allí, le pidió si nos podía echar una bendición de parte de
la Virgen a todos los presentes; el vidente en mi opinión notó
cierta sorna o cachondeo en la petición y cómo ya debía tener
práctica en este tipo de asuntos, dijo que no podía hacerlo porque
había allí personas que no creían, que no eran fieles y que por
tanto estábamos condenados a arder en las llamas del infierno.
Nos alejamos del lugar
y nos fuimos otra vez donde estaba el vidente Domínguez que en esos
momentos, se encontraba de rodillas rezando ante su altar con un
rosario en la mano y un escapulario colgado del cuello. Cuándo
terminó la oración aquellas humanos que al parecer sangraban se
apoyaron con fuerza en el reclinatorio sin sin aparente dolor ni
molestia alguna. Ese fue el principio de un negocio que aún
perdura, arrojando enormes beneficios.
Al
día siguiente despedimos a la pareja francesa que nos había llevado
a esta singular visita al Palmar de Troya. pero nosotros continuamos
durante mucho tiempo contemplando al vidente Domínguez alternar y
tomar copas en las principales y populares calles de Sevilla. Lo peor
de todo es que hay gente que se lo cree a pesar de que los sucesos y
la historia que se montó en el Palmar de Troya ha dejado por el
camino a muchos desengañados. Sorprendente ver la cantidad de dinero
que los andaluces inyectaban a lo que después fue la Orden de los
Carmelitas de la Santa Faz que, una vez que se hicieron con la
titularidad del terreno de una finca que estaba ya prácticamente
destrozada ,tuvieron allí su permanente reducto, provocando un cisma
tan enorme como absurdo.