Por Juan Silva
Aún nos quedan Elsa Aguirre, Rosita Arenas, Irma Dorantes y María Victoria, Divas de la Época de Oro del Cine Mexicano.
Iniciaré esta columna con la frase ya muy trillada “con todo respeto’” a la última Diva de México, Silvia Pinal. Que en paz descanse. Pero no es lo que parece.
Gracias a mis padres que me dieron educación, principios, valores, reglas de etiqueta, etc., etc., por estas bases no podré expresar, opinar y comentar todo lo que sé de ella, por respeto a la mujer, por estar ya en descanso eterno y porque no se puede defender. Mejor callo, del verbo callar, no de callo de la experiencia que tengo en los micrófonos, ja, ja, ja…
En estos últimos tres días, ví cómo casi todos los medios de comunicación se volcaron a las afueras de Bellas Artes para cubrir la nota. Casi mil reporteros de todos lados querían estar en primera fila, casi casi canonizaban a la Diva.
Muy seguramente son aquellos reporteros nuevos y viejos, de la misma escuela de la cual en 1990 me tocó la anécdota de llevar a cabo la presentación del examen para obtener la licencia de locutor ‘A’, donde la Diva, como la nombran ahora, fue quien nos aplicó el examen por parte de la SEP cuando ella presidía la Asociación Nacional de Actores (ANDA).
Escrutinando, del verbo escrutinar, en el verbo canonizar encontré que su significado es confuso, califica de bueno a alguien o algo aún cuando no lo sea. Eso me dio mucha risa “aún cuando no lo sea”. Yo no escribo para juzgar pero si para dar mi punto de vista, que es extenso y muy amplio.
Cómo me gustaría la misma proyección para todas las mujeres valiosas de México, enfermeras, barrenderas, intendentes en los hospitales, y en general todo el sexo femenino (ahora empoderado con una presidenta con ‘A’), que luchan para sacar a sus hijos adelante sin ser artistas y son pulcras en el vivir, no como aquellas que practican el oficio más antiguo del mundo y que se esconden en el cine, radio y televisión y son manejadas con un sutil y elegante proxenetismo.
Saludo y abrazo a los grupos de señoras que sin ser galardonadas llevan comidas a las afueras de los hospitales de todo México, seamos verbo no sustantivo, como dice el poeta de la Chapines, mujeres valiosas de México, del mundo, como Rigoberta Menchu, Elena Poniatowska, la misma Madre Teresa de Calcuta, personas que den hasta que duela. Aún así, en paz descanse la última Diva de México, aunque no sea realmente la última porque afortunadamente aún nos quedan Elsa Aguirre, Rosita Arenas, Irma Dorantes y María Victoria, estrellas de la Época de Oro del Cine Mexicano.
Que en paz descanse.
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