Un equipo sano, colaborativo y eficiente, respeta la individualidad.
La individualidad y la colaboración no son antagónicas, en una empresa son un pacto indisoluble y deberían ir de la mano.
En una cultura que potencia la creatividad, lo más probable es que haya diversidad de perfiles. No todos aprendemos igual ni al mismo ritmo, y los enfoques que liberan el potencial de uno pueden conflictuar a otro.
Digo todo esto porque coincido con Kim Scott en que el desafío es descubrir cómo lograr los mejores resultados respetando a cada una de las personas involucradas. Y hacerlo de una forma que sea escalable.
Los objetivos individuales vs. organizacionales, los estilos y los puntos de vista personales dentro de un equipo, van a chocar, es así. Más que luchar contra algo inminente, lo que hace una cultura organizacional bien preparada es establecer un marco en el que la gente se pueda comunicar mejor.
Por ejemplo:
- si hay situaciones que se repiten y queremos erradicar, tener handles para marcarlo rápidamente de forma que entienda todo el equipo.
- establecer reuniones de feedback y activar la escucha para mejorar las dinámicas (Esto incluye a los líderes)
- encontrar formas de garantizar que ejercer estos acuerdos no tiene una penalidad, sino que es algo que se promueve.
- promover las conversaciones abiertas en vez de los canales paralelos. Es importante que un equipo pueda hablar de forma explícita y sin miedo sobre cómo funcionan y trabajan. Si hay algún tema que amerita un espacio aparte, se genera ese espacio.
Sesgos tenemos todos, son inconscientes. Los prejuicios están. Las personas vienen todas con su propio historial y set de expectativas. Lo importante es poder hablar y encontrar formas sanas de lidiar con ello a través de herramientas que estén al alcance de todos. Si complementamos esto con capacitaciones, mentores y caminos de carrera personalizados, el potencial que cada persona puede traer a la mesa para colaborar es inmenso.
