Todos los profesionales que hemos trabajado en Arthur Andersen tenemos un orgullo de pertenencia a la Firma que sobrepasa las fronteras y los años. Cuando coincidimos con algún "arturito", a pesar de los años que han pasado desde la desaparición de la Firma, nos encontramos como en casa, con un amigo de toda la vida, con el que compartimos muchas cosas.
La cultura de Arthur Andersen fue única, irrepetible, indescriptible. No conozco a nadie que haya trabajado en la Firma que no esté orgulloso de haberlo hecho.
En España, en 2001, tras Enron y la desaparición de Arthur Andersen, casi todos sus profesionales continuaron su camino grupal en Deloitte (auditoría), Garrigues (legal y fiscal) y Accenture (consultoría).
Como no, grandes empresas están dirigidas por ex-arturos y muchos de ellos trabajan en otros despachos de abogados, en otras auditoras y consultoras.
Es por esto que identificar la cultura de Arthur Andersen y su herencia con el actual despacho de abogados "Andersen" en España, no es correcto, ni adecuado, ni siquiera elegante.
"Andersen" cuenta con extraordinarios profesionales, unos pocos de ellos trabajaron en Arthur Andersen, pero la mera compra de un nombre o de un logo, no supone la transferencia de una cultura. "Andersen" tiene su propia cultura, pero no es la cultura de Arthur Andersen, no es la cultura que mamé durante años de mis "seniors" y "managers", no es la cultura que traspasé a mis "assistants", no es la cultura de la que me siento orgulloso.
Arthur Andersen es de todos los que en algún momento formamos parte de ella.
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