Hoy, 19 de octubre, me detengo a reflexionar sobre una de las batallas más dolorosas que enfrentamos como sociedad: el cáncer de mama, y otros cánceres. Esta enfermedad no discrimina y toca la vida de muchos de nosotros de manera implacable.
Escribir estas líneas me ha costado mucho, y he apurado hasta el último minuto debatiendo internamente, pues hoy es un día de recuerdos profundos y desgarradores. Hace dos años y medio, el cáncer se llevó a mi padre, y ahora, mi querida prima Rosana ha perdido la batalla contra esta misma maldita enfermedad, y solo le queda esperar que llegue el trágico y doloroso momento de partir. Las cicatrices del dolor permanecen, marcando nuestras almas y recordándonos la fragilidad de la vida.
La impotencia es grande, pero más grande es la necesidad de actuar. No podemos quedarnos en el lamento; no podemos permitir que esta pandemia silenciosa nos robe más vidas. Desde la pérdida de mi padre, he decidido colaborar con la Asociación Española Contra el Cáncer, pero nuestra contribución individual no es suficiente. Necesitamos que quienes tienen el poder de decidir escuchen nuestro clamor y dediquen más recursos a la investigación.
Hoy, el lazo rosa es más que un símbolo; es un grito para que el dolor que muchos llevamos no quede en la sombra. Aportemos, exijamos y ayudemos, porque cada gesto puede marcar la diferencia. No podemos detener el tiempo, pero juntos podemos luchar contra esta enfermedad.
Gobierno de España Ministerio de Sanidad Asociación Española Contra el Cáncer
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