Publicación de Ignacio Gomez

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Periodista con Máster en estudios europeos y estudiante en el instituto de RTVE

Este 12 de octubre, lo que debería ser un día de reflexión sobre la diversidad y pluralidad de España ha sido empañado no solo por la lluvia, sino por las críticas rancias de sectores que se niegan a aceptar el cambio y el progreso. Mientras algunos pitaban a Sánchez, aferrados a un nacionalismo excluyente y anticuado, lo realmente trascendente ha sido la presencia, por primera vez en 14 años, de un presidente de la Generalitat catalana en el acto. Este hecho representa mucho más que una anécdota. Simboliza la posibilidad de avanzar hacia una España que no se define por desfiles militares ni por exhibiciones de fuerza, sino por su capacidad de diálogo, integración y respeto a las identidades diversas que la componen. La izquierda debe reivindicar que el futuro del país no está en las arengas vacías ni en los símbolos caducos, sino en los derechos sociales, la justicia económica y la solidaridad entre pueblos. Es hora de desmitificar esta idea de unidad impuesta desde arriba. La verdadera unidad se construye desde abajo, escuchando a todas las voces, incluyendo las que históricamente han sido silenciadas. El 12 de octubre debería ser un día para celebrar la lucha por una España más justa e inclusiva, donde los avances sociales y los derechos colectivos estén en el centro, no los viejos fantasmas de un patriotismo excluyente.

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