Publicación de Instituto Six Sigma Chile (ISSCh)

¿Cuándo fue la última vez que verificó como su gente estaba haciendo el proceso? Nuestra cultura tiende a pensar que las cosas son eternas, que no se estropean o degradan. Sin embargo, la evidencia diaria demuestra lo contrario de manera abrumadora. Un ejemplo claro de esto en las organizaciones son los procesos. La mayoría de ellos son una construcción intuitiva, espontánea y originadas en necesidades inmediata. Rara vez son el resultado de una intensión deliberada y una alineación con los objetivos del cliente y estratégicos superiores. A esta forma tradicional de concebir y ejecutar procesos, se suma la creencia errónea de que todo es permanente. La realidad es que, una vez implementado un proceso, comienza inevitablemente un ciclo de degradación cuyo ritmo depende de múltiples factores. Las sorpresas que experimentan los líderes cuando los resultados se desvían de las expectativas suelen ser significativas. Igualmente llamativa es la desconexión entre los resultados obtenidos y la creencia de que los procesos son inmutables. Por ello, no es un mal ejercicio “pisar el proceso”, es decir, recorrerlo en detalle para comprender cómo lo ejecutan los equipos y qué factores explican los resultados obtenidos. Este análisis permite identificar oportunidades de mejora y asegurar que los procesos estén alineados con los objetivos organizacionales.

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