Hoy quiero compartir una reflexión sobre la baja consideración que sufrimos los turismólogos en el mundo laboral.
Muchos quizás os preguntéis qué significa ese término realmente. Normal.
El problema en mi opinión empieza de base por la denominación “grado en turismo”.
Es muy fácil hacerse una idea mental de un maestro, abogado o bombero, pero ¿turismólogo?
Creo que es un problema de enfoque del sistema educativo.
Se adquieren conocimientos sobre una gran rama de materias empresariales, derecho, contabilidad, marketing… pero el mundo laboral no permite desarrollarnos.
Somos muchos los que hemos cumplido nuestro ciclo universitario sin una dirección hacia la que ir, sin una vocación. Así, puedes acabar haciendo un máster por seguir la corriente sin saber muy bien hacia dónde, o no hacerlo y acabar dando bandazos laborales dentro y fuera del sector, porque en tu sector no te valoran. He comprobado como el grado en turismo te abre las puertas de la recepción de un hotel (igual que una FP), pero te dá con un techo que es muy difícil de romper, ya que los puestos de más rango se reservan para perfiles considerados más empresariales.
Han sido varias las ocasiones que, en contexto de entrevistas de trabajo o de índole personal, he tenido que enumerar las asignaturas cursadas durante el grado para poner en conocimiento de los demás mi formación y así ponerme el valor que considero que merezco.
Mi autocrítica me lleva a culparme por no haber elegido un camino más especializado dentro del sector, y haberme quedado en “aprendiz de todo y maestro de nada”. Pero por otro lado, mi experiencia me lleva a plantearme el gran desconocimiento que las empresas/reclutadores/quiensea tienen sobre los graduados en turismo.
La titulitis es una enfermedad grave, y con la base formativa del grado da de sobra para empezar en puestos relevantes y aprender con la experiencia.
La turismología no está bien interiorizada por los agentes del sector, y hay poco realismo. Queremos jóvenes preparados, pero como siempre, no les damos la oportunidad de aprender como realmente se aprende: trabajando. Cuando contratas a alguien, esa persona se vuelve un activo en tu empresa, y es tu obligación (por tu propio interés) añadirle más valor a ese activo. Es una inversión. Enséñale el funcionamiento de tu empresa, tus procesos, y con eso y su formación podrá hacer maravillas. Pero tienes que enseñarle. Incluso aunque lleve 5 años en la recepción de un hotel, si cambia de hotel, cambia de programa, tiene que volver a aprender. Los años de experiencia son muy relativos.
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CEO y Fundador en FORST Escuela de Negocios Turísticos
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