Publicación de José Luis Jiménez

ÉTICA DIGITAL A medida que la inteligencia artificial (IA) se integra en más aspectos de nuestra vida diaria, surge la pregunta fundamental: ¿Cómo aseguramos que las máquinas actúen de manera ética? La IA, al no tener conciencia ni emociones, depende de las decisiones tomadas por sus programadores, quienes deben definir límites morales claros. Sin embargo, los dilemas éticos son inevitables cuando las IA deben tomar decisiones con implicaciones humanas. Un ejemplo clásico es el coche autónomo, que debe decidir qué hacer en una situación de atropello inevitable. Si el coche debe elegir entre atropellar a un peatón o desviar su ruta hacia un grupo de personas en la acera, ¿cómo debería priorizar la vida de los involucrados? ¿Debería la máquina dar preferencia a la vida de una persona o a la de varias? Es lo que se conoce como "problema del tranvía". Este dilema da respuesta a la pregunta de si somos responsables de las consecuencias de elegir "no hacer nada". Quien responde "sí" desviará el tranvía a la vía en la que hay una persona, pues asume que si elige "no hacer nada" sería responsable de matar a cuatro personas de más. Otro caso ocurre en la medicina, donde una IA podría tener que decidir cómo distribuir recursos limitados, como respiradores, entre pacientes. Si debe elegir entre un joven con altas probabilidades de recuperación y un anciano con pocas opciones, ¿debería priorizar la esperanza de vida o el trato justo a los más vulnerables? En el ámbito judicial, las IA también podrían asistir en la predicción de sentencias. Pero, ¿cómo asegura una IA que sus decisiones no están sesgadas o que realmente reflejan el bienestar de los individuos, en lugar de seguir patrones estadísticos que puedan ser injustos? Finalmente, en el consumo digital, los asistentes virtuales deben ser transparentes sobre el uso de nuestros datos personales. Si una IA utiliza esta información para recomendarnos productos, ¿es ético influir en nuestras decisiones sin nuestra plena comprensión o consentimiento? La ética digital requiere que se desarrollen marcos que guíen las decisiones de la IA, garantizando que las máquinas respeten los valores fundamentales de justicia, transparencia y responsabilidad. Como sociedad, debemos definir qué tipo de decisiones queremos que las máquinas tomen, siempre considerando las implicaciones morales de cada acción. La IA no es una entidad neutral; sus decisiones pueden reflejar, amplificar o corregir los valores de las personas que la crean. Es crucial que, mientras avanzamos en la automatización y la inteligencia de las máquinas, seamos conscientes de los valores y principios que estamos incorporando en ellas. Además, aunque la IA pueda mejorar la eficiencia en muchos campos, no debemos perder de vista lo que nos hace humanos: nuestra capacidad de empatizar, reflexionar y cuestionar lo que es justo.

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Roberto de la Fuente

Pasión por la tecnología

2 meses

La pregunta sería ¿Qué ética tiene el que entrena la IA? Por tanto la ética es la de siempre trasladada al entorno digital.

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