Esta mañana, mientras tomaba mi café y veía La Hora de la 1, programa presentado por Silvia Intxaurrondo, me encontré con un tema que no puedo ignorar. En el programa se habló sobre la reciente Cumbre Antiaborto, un evento cuya orientación ya de por sí me parece preocupante y que rechazo totalmente. Pero lo que me dejó atónito fue escuchar al exministro Jaime Mayor Oreja afirmar: "𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐢́𝐟𝐢𝐜𝐨𝐬 𝐞𝐬𝐭𝐚́𝐧 𝐠𝐚𝐧𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐚𝐪𝐮𝐞𝐥𝐥𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐟𝐢𝐞𝐧𝐝𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐫𝐞𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐟𝐫𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐚𝐥 𝐫𝐞𝐥𝐚𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐞𝐯𝐨𝐥𝐮𝐜𝐢𝐨́𝐧”. Como científico, esta declaración no solo me indigna, sino que me preocupa profundamente.
La evolución, como dijo Dobzhansky, es la piedra angular de la biología moderna: “𝘕𝘢𝘥𝘢 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘪𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘣𝘪𝘰𝘭𝘰𝘨í𝘢 𝘦𝘹𝘤𝘦𝘱𝘵𝘰 𝘢 𝘭𝘢 𝘭𝘶𝘻 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘦𝘷𝘰𝘭𝘶𝘤𝘪ó𝘯”. Este principio, aceptado incluso por la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II, organiza nuestra comprensión de la vida, desde las bacterias hasta los seres humanos, y es clave para avances en medicina, agricultura y otros campos esenciales para nuestra sociedad. Ignorarlo o 𝐭𝐞𝐫𝐠𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐚𝐫𝐥𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐝𝐞𝐟𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫 𝐩𝐨𝐬𝐭𝐮𝐫𝐚𝐬 𝐢𝐝𝐞𝐨𝐥𝐨́𝐠𝐢𝐜𝐚𝐬, 𝐞𝐬 𝐮𝐧 𝐚𝐭𝐚𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐢𝐫𝐞𝐜𝐭𝐨 𝐚𝐥 𝐩𝐫𝐨𝐠𝐫𝐞𝐬𝐨 𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐢́𝐟𝐢𝐜𝐨.
Y aquí es donde surge mi crítica. En España, aunque tenemos científicos de altísima calidad, la ciencia sigue sin despegar. ¿Por qué? Porque no se nos da la visibilidad que merecemos. En cambio, vemos cómo políticos utilizan argumentos pseudocientíficos, sin evidencias ni referencias, para dar peso a sus discursos. 𝐒𝐮 𝐮𝐬𝐨 𝐢𝐫𝐫𝐞𝐬𝐩𝐨𝐧𝐬𝐚𝐛𝐥𝐞 𝐠𝐞𝐧𝐞𝐫𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐟𝐫𝐨𝐧𝐭𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧: 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐢́𝐟𝐢𝐜𝐨𝐬 𝐲 𝐩𝐨𝐥𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐨𝐬, 𝐲 𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐬 𝐩𝐞𝐨𝐫, 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐥𝐚 𝐬𝐨𝐜𝐢𝐞𝐝𝐚𝐝 𝐲 𝐥𝐚 𝐜𝐢𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚. Ya lo vimos con los negacionistas de las vacunas durante la pandemia. Lo vemos con quienes niegan la emergencia climática. Estos discursos no solo desinforman, sino que minan la confianza en la ciencia, con consecuencias peligrosas para todos.
Sin embargo, creo que parte de la responsabilidad también recae en nosotros, los científicos. En un mundo donde una mentira puede propagarse rápido, debemos asumir un papel más activo en combatir la desinformación. Necesitamos involucrarnos más en educar a la población y comunicar con claridad cómo la ciencia mejora nuestras vidas. Porque 𝐬𝐢𝐧 𝐜𝐢𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚, 𝐧𝐨 𝐡𝐚𝐲 𝐩𝐫𝐨𝐠𝐫𝐞𝐬𝐨. La ciencia cura, la ciencia salva, la ciencia construye.
Así que, a los políticos de este país, les digo: dejen la ciencia a los científicos. No usen su nombre para justificar discursos reaccionarios que nos alejan del futuro que merecemos. No necesitamos discursos que siembren confusión necesitamos políticas que respalden la Ciencia, recursos que la impulsen y respeto hacia su rigor.
Sin ciencia, no hay progreso. Pero con ciencia, todo es posible.
Estupendo evento y grandes bibliografías por leer y analizar. Gracias por la invitación y muchas felicidades de nuevo.