PERDERSE ES UNA SUERTE

Cada vez recibimos más información y sin embargo, cada vez entendemos menos las cosas que leemos, vemos u oímos: nos perdemos en enrevesados textos, creemos que lo que leemos supera nuestras capacidades lectoras, las palabras nos parecen densas como un ladrillo,las imágenes nos confunden…. Darse cuenta de que uno está perdido, incomodarse por ello, es una buena noticia que celebro, porque es un buen síntoma para percatarse de que quien no tiene objetivos se pierde y está destinado a trabajar para quien los tiene. Sin embargo, si atendemos, escucharemos sonidos que nos orienten, si aguzamos la vista veremos señales que nos indican el buen camino, si sentimos las pulsiones de nuestro entorno, perderemos el miedo a avanzar por sendas desconocidas. Todos podemos oír esos sonidos, ver esas señales, sentir esas pulsiones... si nos entrenamos para ello

¿Cómo? Rompiendo las murallas de las creencias que nos limitan, desaprendiendo y declarándonos “incultos” y “perdidos”, releyendo lo que no entendemos, escuchando más lo que no oímos, mirando otra vez lo que no vemos claro. Cuando los paradigmas de base tradicionales de la gestión de nuestra realidad ya no sirven, hay que generar talento para formular los nuevos. Y eso exige una voluntad férrea, un trabajo continuo.

Trabajando el actuar cada uno sabiendo para que actúa y entrenándolo en compañía, generando así una actuación armónica de muchas personas. Esa acción conjunta pero separada (disculpen el oxímoron) sirve para revolucionarlo (hacer evolucionar una y otra vez, moverse) todo, hasta reventar las murallas infranqueables que nos asfixian en nuestra individualidad socializada, en nuestro modelo cultural centrado en expectativas y apariencias.

Porque ese modelo aporta una brújula en esa niebla que facilita nuestra pérdida de orientación y a la vez aguza nuestros sentidos para oír la campana, para ver la luz, para sentir la necesidad de hacer algo diferente y ocuparnos en ello. Y ocuparse no es quejarse, es entrenarse y no hay talento sin entrenamiento. Recolectando talento, en su acepción de juntar cosas o personas dispersas. Dicen que Jung escribió que no somos individuos estancos, sino sistémicos y cuando conseguimos algo, se proyecta también a nuestro entorno, que a su vez, se modifica: vivimos pues en un sistema donde todo está relacionado. Me tiro al agua: ¿qué es mejor, recolectar o producir?

Lo importante es para qué lo hacemos, cuánto cuesta y quien lo va a pagar. Porque si producimos agua de mar y no la recolectamos del río, será para algo, tendrá un coste y alguien lo pagará. Ese alguien (el cliente), comparará costes materiales y ambientales (en el mejor de los casos) y elegirá el producto que más le convenga. ¿Es eso el agua mercado? El vendedor-productor- recolector tendrá que seducirle para que pague el producto aunque sea costoso. Y para ello se tendrá que ganar su confianza, mediante el talento que previamente habrá tenido que generar. Y si no, ni mercado, ni reutilización, ni desalinización. Sorprendentemente ya hay un agua recolección- producción- distribució, o algo así, que se vende en las tiendas a precios muy superiores a la del grifo, o sea, que es costosa y que sin embargo sigue año tras año batiendo records de ventas en el país. ¿Será porque el cliente que la adquiere no compra agua cuando la compra, sino salud? ¿Será que la paga porque tiene confianza en el producto? ¿Será que ahí sí ha habido talento?, ¿es eso seducir?

Decía mi venerado Ramón Gómez de la Serna que el viaje más barato es del dedo sobre el mapa. Si no sabemos a dónde nos dirigimos ni donde estamos, el dedo se cansa, el mapa se borra y el viaje empieza a ser más caro de lo que pensábamos.

¿Atenderemos cada vez más con la emoción que se merece, el tañido de la campana de los perdidos?. ¿La oirán las y los llamados por la ciudadanía a tomar decisiones en los próximos y convulsos tiempos que se avecinan?

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