2024: Año nuevo, IA nueva.
¡Ey Tecnófilos!
Aún sin estar recuperado del todo de la resaca habitual de la fiesta de fin de año y sin que está halla tenido especial repercusión en mi cuerpo humano, me siento a reflexionar por primera ver en este año evocado por la lectura de un artículo escrito por John Naugthon, un sesudo periodista y académico irlandés especialista en relacionar tecnología y humanidad.
Como cada nuevo amanecer trae consigo la promesa de renovación y descubrimiento, he decidido que mi primer artículo del año versara, como no podría ser de otra manera, sobre la Inteligencia Artificial. Este 2023 ha sido testigo de un despertar sin precedentes en la innovación de la IA, particularmente evidenciado por el desarrollo de ChatGPT. John Naughton, en su artículo para The Guardian, articula de manera elocuente esta efervescencia tecnológica que nos envuelve. Hoy, me sumerjo en sus observaciones, entrelazándolas con nuestro lema: "Tecnologizarse o morir".
Naughton inicia delineando cómo la innovación, iniciando con el descubrimiento, culmina en la especulación. En este ciclo, la IA ha emergido como el descubrimiento estelar, propulsándonos hacia una especie de frenesí colectivo marcado por inversiones audaces y expectativas infladas. Esta tendencia no es ajena a la historia tecnológica, que está repleta de burbujas similares, desde el auge ferroviario hasta la explosión de las punto com. Sin embargo, tras cada episodio especulativo, quedan legados e infraestructuras que remodelan nuestra sociedad. En este sentido, coincido plenamente con Naughton: lo que perdura tras la efervescencia especulativa define nuestro avance como civilización.
En la actualidad, nos hallamos en un punto crucial con la IA. Adoptar tecnología no es simplemente una elección, sino una necesidad imperativa para avanzar. "Tecnologizarse o morir" encarna este principio, subrayando la importancia de adaptarnos y asimilar las nuevas tecnologías para prosperar. En este contexto, la IA no es solo una mejora técnica sino una ventana a innumerables posibilidades para enriquecer y eficientizar nuestras vidas.
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Naughton también reflexiona sobre la sostenibilidad de este fervor por la IA. La voracidad de recursos y energía que demanda plantea interrogantes críticos. Aquí, el mandato de tecnologizarse debe incluir una dimensión de responsabilidad y sostenibilidad. No basta con abrazar la última innovación; debemos hacerlo de manera que asegure un futuro sostenible.
Además, la IA, por todo su potencial, conlleva el riesgo de magnificar no solo nuestras capacidades sino también nuestras debilidades. El incremento de "dirección asistida para la mente" que proporciona puede ser una bendición o una maldición dependiendo de cómo se use. Nuestra tarea como tecnófilos es no solo adoptar estas herramientas sino también orientar y regular su uso para maximizar los beneficios y minimizar los riesgos.
Mirando hacia el futuro, Naughton adopta un optimismo cauteloso, anhelando un acercamiento más realista hacia la IA. Comparto este sentimiento. Aunque es común sobreestimar los impactos a corto plazo de las tecnologías emergentes, es crucial mantener una perspectiva a largo plazo que reconozca tanto el potencial revolucionario de la IA como sus desafíos actuales.
En conclusión, el artículo de Naughton no solo resuena con "Tecnologizarse o morir" sino que también nos brinda una guía reflexiva sobre cómo navegar la ola de la IA. La historia nos muestra que la tecnología avanza en ciclos, pero siempre hacia adelante. Abrazar esta ola de innovación, entenderla y modelarla responsablemente es nuestro camino hacia un futuro prometedor. Con este espíritu, abracemos el nuevo año, no solo con esperanza sino también con la determinación de navegar sabiamente el mar de la innovación tecnológica.
¡Se me tecnologizan!