#22 - Hola, Soy Miguel, y Soy un Adicto al Móvil

#22 - Hola, Soy Miguel, y Soy un Adicto al Móvil

¿Eres de los que no puede ver una película completa sin revisar continuamente tu móvil?

En muchas ocasiones miro el móvil de reojo y veo que no hay nuevas notificaciones, pero el potencial de que realmente haya algo me domina, como Frodo con el anillo de poder. Cuando hay notificaciones suelen ser intrascendentes, o no, pero pueden esperar los 45 minutos que faltan para que acabe la película. Me auto-convenzo de que soy capaz de atender a la trama al tiempo que pongo stickers graciosos en un grupo que tengo con mis amigos de Galicia, pero la realidad es que algunas veces tengo que retroceder unos minutos porque me he perdido.

Este aparato endemoniado contiene un buen GPS, una cámara más que digna, un vínculo con tu círculo social, tu biblioteca musical y la posibilidad de ver en un par de minutos más contenido sexual que el que consumió tu abuelo en toda su vida. Para algunos, ha llegado a ser su herramienta para ganarse la vida, y todo esto en unos pocos centímetros cúbicos.

Tan conveniente.

Es todo tan sencillo que nos hacemos dependientes, y todo lo que te genera dependencia te convierte en un esclavo.

Yo no quiero vivir así.

Llevo años luchando para romper mis ataduras, y hoy te voy a contar lo que me ha funcionado hasta la fecha.

El punto fundamental es que, cada vez que dices que sí a una cosa, estás diciendo que no a otras, que quizás sean más importantes.

Voy a hacer foco en las notificaciones de tu móvil, y más concretamente en las que provienen de redes sociales, que están diseñadas para generar un efecto casino.

Una máquina tragaperras nos ofrece la posibilidad de llevarnos el premio gordo, lo que nos genera un pico de dopamina anticipatorio que nos motiva a ir a por la recompensa, sin embargo, lo normal es que la tragaperras haga honor a su nombre y se quede con nuestro dinero. De la misma forma, cuando nos vibra el móvil interpretamos que podría ser una buena noticia y experimentamos ese pico de dopamina, para luego comprobar que era publicidad del Telepizza.

Nos hacemos adictos. Adictos a un pico de dopamina que obtenemos de forma gratuita, sin lucharlo y sin hacer ningún tipo de mérito. Es tan fácil que cuesta trabajo encontrar la motivación para hacer otras actividades que nos retribuyan a medio o largo plazo. Sin pretenderlo, la forma de entretenernos en nuestros ratos muertos acaba gravitando en torno al feed de la red social que más atracción nos genere.

Hoy en día, lo normal es que recurramos al móvil en los viajes en metro, mientras esperamos por un amigo en la puerta del bar, o incluso en ese ratito que tarda el ascensor en llegar.

Haciéndolo, le estamos robando tiempo –que es nuestro recurso más valioso– a todas esas cosas que sabemos que nos gustan y nos hacen bien. La guitarra empieza a coger polvo y ese libro que empezaste lleva varios meses impaciente esperando a que lo retomes.

Nos mentimos diciendo que no hacemos esto o aquello por falta tiempo, cuando la cruda realidad es que permitimos que los minutos se nos escapen por el drenaje.

Mi veneno es el formato de videos cortos que se reproducen uno detrás de otro en Youtube.

El formato reel o story es un auténtico cáncer social porque magnifica ese efecto de anticipación a lo que podría venir, al tiempo que nos encierra en una cámara de eco a nivel informativo.

En esencia, el algoritmo que gobierna el contenido sabe lo que nos gusta mejor que nosotros mismos y no tiene ningún incentivo para mostrarnos opiniones contrarias a la nuestra que nos puedan generar rechazo, ya que su finalidad es mantenernos enganchados. Cada story que consumimos es una moneda a la tragaperras, pero el premio gordo nunca llega. Tras dos horas calentando la máquina nos damos cuenta de que ya no tenemos más monedas que meter, y nos vamos a casa más tristes y más pobres.

Por si fuera poco, las redes sociales se han convertido en nuestra forma de informarnos de lo que pasa en el mundo y esto tiene que estar contribuyendo a que vivamos en un mundo más polarizado.

A nivel informativo, también somos lo que comemos, y yo no quiero vivir de comida basura, ni me apetece comer siempre lo mismo.

Emprendí el viaje de desintoxicación hace unos 8 años, borrando todas mis apps de redes del móvil.

Ese simple paso fue crítico porque, en mi experiencia, su capacidad de atraparte es menor si las consumes en tu portátil y, a poder ser, lejos de los lugares que asocias habitualmente al ocio.

Con el tiempo borré las cuentas de Instagram, Twitter y Facebook. Sin embargo, es tan fuerte el "síndrome de abstinencia" que acabas encontrando alguna otra red social que antes no abrías tan asiduamente, y te sorprendes replicando los mismos comportamientos nocivos. Así comencé a utilizar LinkedIn –que, para sorpresa de nadie ha implementado el formato de videos cortos en carrusel– o Youtube como otros usan Instagram o TikTok.

Para evitar tentaciones eliminé la app de LinkedIn, pero Youtube se puede abrir desde cualquier navegador y era más difícil de erradicar.

La siguiente vuelta de tuerca ha sido implementar un seguimiento de hábitos donde marco cada día si he cumplido con las 3 o 4 cositas que quiero consolidar.

No consumir YouTube es una de ellas, y en el momento que escribo este artículo llevo 14 días "limpio".

Es importante que haya una “marca” digital o sobre papel, para que se visibilice la serie de días cumpliendo con el objetivo. Es sorprendente el efecto positivo en la generación de hábitos que genera la rabia que nos da si rompemos una serie de varios días cumpliendo.

Sé que soy un poco duro cuando hablo de la adicción al móvil, porque obviamente no es lo mismo que pasemos las tardes con una jeringuilla en la vena que desconectar un rato después del trabajo con un chute de videos de intrascendentes. Pero es una adicción al fin y al cabo, y los tratamientos contra las adicciones están muy estudiados y se puede aprender de ellos.

Lo primero que te explican es que hay disparadores que aumentan tus ganas de consumir eso de lo que eres adicto.

Para los alcohólicos puede ser caminar por delante de un bar, y la recomendación es encontrar una acción sustitutiva que puedas hacer cuando salte ese disparador.

En mi caso, he desempolvado el ukelele y lo he plantado bien a la vista en el salón para que sea más fácil recurrir a él, siempre llevo encima un libro de lectura ligera para que no me genere fricción, y escucho muchos podcasts, porque me secuestran menos porcentaje de atención y me resulta mucho más fácil ponerle fin a la escucha sin encadenar con lo siguiente.

En resumen, lo que he hecho es reducir la disponibilidad de estímulos que no quiero, consolidar el hábito de no recurrir a ellos para entretenerme y encontrar sustitutos saludables.

Así de fácil, y así de duro.

La parte positiva es que todo aquello que antes te resultaba poco atrayente porque tu mente primaba lo que fuera que escondiese tu móvil pasa a ser muy gratificante.

Aunque cortes con el móvil, tu mente seguirá buscando algo con lo que entretenerse, seguirá buscando un estímulo. Al desterrar los inmediatos y gratuitos, te queda todo eso que no te retribuye tan a corto, pero sabes que es bueno para ti.

Aunque no suene idílico, cuando estás poderosamente aburrido y no tienes a mano basura que consumir, recurres a cualquier otra cosa que te entretenga. De repente ese libro de divulgación que se te estaba atragantando parece más interesante, y dar un repaso a la encimera de la cocina no parece un tormento. Incluso te permites pasar tiempo contigo mismo, sin ruido, solo con tus pensamientos. Y al acabar el día sientes una curiosa forma de placer porque sabes que has hecho bien las cosas.

Encuentra el placer que se esconde detrás del esfuerzo.

Sé consciente de que no tienes todo el tiempo del mundo y perderlo sistemáticamente es un mal negocio.

Y no permitas que nada te esclavice.

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