Aalto y el Hospital de Paimio
Siguiendo con la línea de publicaciones para no olvidar, al pensar en Alvar Aalto, referente de la arquitectura nórdica, lo fácil sería hablar de Villa Mairea. Pero como no se trata sólo de recrearse en espacios sino de dar soluciones a problemas reales, he querido rescatar el Sanatorio de Paimio. Situado al sureste de su Finlandia natal, a unos 30 km al sur de la ciudad de Turku, resultado de un concurso celebrado en 1929 y cuyas obras concluían cuatro años después. Al tratarse de un edificio sanitario, la idea principal que llevó a Aalto a su diseño y construcción fue la de un edificio que favoreciese la curación y posterior recuperación de enfermos de tuberculosis; “un instrumento médico” en palabras del propio arquitecto.
Alvar Aalto pone especial énfasis en la distribución, funcionamiento y orientación del bloque principal, el de los pacientes, separados en habitaciones y salas de reposo; son, precisamente, estas últimas las que están situadas en el extremo de cada planta. Las habitaciones están orientadas hacia el sur-sureste, mientras que las salas de reposo lo están hacia el sur, consiguiendo de esta manera un máximo aprovechamiento de la luz y las propiedades de la luz solar en cuanto a la rehabilitación de dichos pacientes.
En el interior de las habitaciones de los enfermos, con capacidad para dos pacientes, los elementos están pensados para conferir una extrema comodidad al paciente: sea a través de la disposición indirecta de la luz artificial, el techo color verde oscuro para evitar los deslumbramientos o la colocación de la calefacción en el techo, evitando de esa manera la radiación directa.
Las estancias comunes, comedor y taller, están orientadas hacia el sur y provistas de toldos para el control solar.
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De forma inteligente, Aalto había previsto pasos de instalaciones y accesos a los patinillos, para que todas las obras de reparación puedan realizarse sin tener que entrar en las habitaciones, incluidas aquellas relacionadas con los sifones de los lavabos, también situados en estos espacios.
Pero el mayor ingenio, a mi entender, es la forma de ventilar los espacios para garantizar la calidad del aire interior, tan importante con enfermos del aparato respiratorio, teniendo en cuenta el clima extremo exterior. Un doble acristalamiento abierto en extremos opuestos facilitaba la circulación del aire exterior entre los dos cristales orientados al sur, precalentando el aire limpio que entraba.
Es, como decíamos al principio, una arquitectura pensada por y para las personas, pero y siempre teniendo en cuenta el sentido común; usando espacios y materiales enfocados al beneficio de los que serán los ocupantes del edificio. No es que vayamos a decir que la arquitectura cura pero si puede alegrar la vida.
Igual que se habla de recuperaciones más rápidas en edificios de madera que han propiciado una normativa europea que predispone a su uso, en una visión global del funcionamiento de los edificios, la estanqueidad hacia donde nos lleva la normativa actual no es la gran panacea, y menos si estamos en zonas climáticas que no precisen ese recurso. Aunque sea mejor para no gastar energía la calidad del aire interior se suplemente en esos casos con máquinas y filtros que deben conocer y mantener los usuarios. Podríamos usar la tecnología para controlar simplemente las aberturas de ventilación y captar ese aire natural de una forma controlada pero sencilla. Sentido común.