ADAPTACIÓN

ADAPTACIÓN

 Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio

Charles Darwin

Recientemente he leído esta famosa idea de Darwin sobre la supervivencia de la especies y cómo se usa para apoyar la idea de que la adaptación a las circunstancias que nos rodean es la clave del éxito… o al menos de la supervivencia. Está claro que es una idea cargada de razón, si sabemos entender que en la naturaleza no existe la intencionalidad que parece sugerir la frase, es decir, quien está adaptado lo está por ‘casualidad mutacional’, y eso le proporciona una ventaja sobre sus competidores.

         Un ejemplo claro de adaptación lo constituye un primate de la isla de Madagascar llamado Aye-aye. Este animal de las dimensiones de una rata, de cuerpo negro y cara blanca, orejudo, con grandes ojos y una mano con el dedo central mucho más largo que el resto, se activa por las noches para cazar insectos a los que detecta percutiendo su largo dedo contra la corteza de los árboles hasta encontrar una oquedad donde pueda esconderse una larva. Podemos imaginar que sus antepasados fueron diurnos y que de alguno de sus primos lejanos, mucho más bellos, evolucionaron el resto de los primates hasta las actuales especies, entre las que se encuentra la nuestra. Y también parece sensato afirmar que nuestra forma de vida, a la que hemos llegado gracias a nuestra evolución, es más plena que la del Aye-aye, o al menos más independiente, ya que no nos vemos obligados a percutir con el dedo todas las cortezas que nos encontramos para alimentarnos.

    Pero volviendo a la idea de Darwin, creo que los gestores de residuos también estamos sometidos a la inexorable necesidad de adaptarnos a nuestro entorno y ¡vaya que lo hacemos! Nos adaptamos, por ejemplo, a un mercado único estatal pero con diecisiete formas distintas de entender el medio ambiente y de legislar al respecto. Nos hemos adaptado también a un mercado que, con honrosas excepciones, demanda la valorización de sus residuos no por una preocupación ambiental, sino por mejorar su imagen de marca y poder poner ‘etiqueta verde’ a sus productos, sin detenerse demasiado en cuestiones ambientales a la hora de su diseño y trasladando toda su responsabilidad ambiental, a la pericia del gestor para valorizar sus residuos. Y en nuestra particular evolución, nos hemos adaptado a un mercado en el que la legislación permite competir directamente a empresas con inversiones millonarias en instalaciones, en formación y en certificados medioambientales, con brókeres de los residuos con escasa o nula responsabilidad ambiental.

    Efectivamente Darwin tiene razón y quien sobrevive es quien es capaz de adaptarse, pero no estaría de más que quien tiene la responsabilidad reguladora, se plantease adónde quiere que evolucione el sector medioambiental en nuestro país y si es deseable que la correcta gestión de los residuos, por supuesto siguiendo el principio de jerarquía, suponga un valor añadido frente al puro precio. Porque sobrevivir, el sector seguro que sobrevivirá. Y se adaptará. Sólo hay que elegir el tipo de primate al que queremos parecernos.

Publicado en el blog Entrebidones en Marzo de 2016

Hugo Martínez Lacalzada

Escalando, desarrollando y transformando negocios

7 años

Suscribo tu reflexión sobre la responsabilidad reguladora de las administraciones públicas.

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