Análisis de "Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles"

Análisis de "Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles"

La escena utilizada en este análisis es la primera del largometraje "Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles". Chantal Akerman, Jeanne Dielman recibe en su casa a un hombre de traje, lo que inmediatamente plantea una dinámica de poder implícita. El hombre le entrega su sombrero, bufanda y saco, que Jeanne toma y guarda meticulosamente, un acto que parece rutinario y practicado, sugiriendo que esta es una interacción habitual entre ellos. Posteriormente, ambos entran a la habitación y cierran la puerta, con la cámara permaneciendo fuera, lo que sugiere un evento que queda oculto al espectador pero claramente implicado: un acto de prostitución. Después de la salida del hombre, quien le entrega dinero a Jeanne, ella prosigue con sus tareas domésticas con meticulosa precisión.

Tras un lapso no especificado, que se sugiere por el hervor de las papas en la cocina indicando el paso del tiempo, ambos salen de la habitación. El hombre recoge su saco y sombrero, que Jeanne le entrega con la misma formalidad con la que los recibió. Él entonces se despide de ella con un "hasta el próximo miércoles" y le entrega dinero, que Jeanne acepta y guarda en un bowl de porcelana en la mesa del comedor. Esta transacción refuerza la naturaleza comercial de su interacción y sugiere que ella depende de estos encuentros para su sustento.

Después de que el hombre se va, Jeanne procede con su rutina con precisión metódica. Apaga el fuego bajo la olla donde las papas habían estado hirviendo, pasa las papas a un plato y enjuaga la olla antes de ponerla nuevamente al fuego con agua fresca. Luego se dirige a la habitación donde previamente habían entrado con el hombre, donde una toalla arrugada yace sobre la cama. Jeanne abre las cortinas y la ventana, recoge la toalla y la lleva al cesto de ropa sucia en el baño. Durante este proceso, ella enciende y apaga las luces de cada habitación en la que entra y sale, un reflejo de su necesidad de control y orden en su vida.

Finalmente, la cámara sigue a Jeanne mientras se toma un baño. Se la muestra bañándose meticulosamente, refregándose el cuello, los brazos y las zonas íntimas con un vigor que parece reflejar tanto una necesidad de limpieza como un ritual de purificación. Después de bañarse, cambia su ropa y procede a limpiar la bañera con cloro y un paño, lavando incluso el mango de la bañera. Cuando termina, deja el trapo en el mango de la bañera, apaga la luz y sale del baño.

Esta escena encapsula críticamente cómo la película aborda la representación de la mujer y su identidad. Jeanne Dielman es mostrada como una mujer atrapada en la repetitividad de las tareas domésticas y en la prostitución como medios de subsistencia, reflejando roles y estereotipos de género tradicionales que prescriben la pasividad y la domesticidad para las mujeres. A través de sus acciones meticulosas y repetitivas, Jeanne es retratada como alguien cuya identidad está profundamente ligada a su función como cuidadora y objeto de transacción, no como un ser con deseos y necesidades propias. También destaca la repetitiva y estructurada rutina de Jeanne sino que también ilustra cómo maneja la invasión de su espacio personal y su cuerpo, manteniendo el control a través de sus meticulosos hábitos de limpieza y orden. La acción de limpiar después de cada visita parece ser una forma de recuperar su espacio y, simbólicamente, una forma de intentar borrar o descontaminar la transacción que acaba de tener lugar.

Linda Nochlin, en su teoría de la representación, argumenta cómo el arte y las representaciones visuales tradicionales han perpetuado la visibilidad y, al mismo tiempo, la invisibilidad de las mujeres, relegándolas a roles pasivos o decorativos. En "Jeanne Dielman", Akerman subvierte este paradigma al colocar a Jeanne en el centro de la narrativa, mostrando las tareas diarias y la prostitución no como actividades periféricas sino como el núcleo de su existencia y supervivencia. No obstante, Jeanne nunca es glorificada ni idealizada; más bien, su vida es presentada con una cruda monotonía que desafía las representaciones románticas o sexualizadas de las mujeres.

El tratamiento de Jeanne refleja la crítica de Nochlin sobre cómo el arte ha sido utilizado para reforzar el estatus subordinado de las mujeres, encerrándolas en una representación que limita su agencia y autonomía. Akerman, al centrarse en la mundanidad y la repetición, no sólo visibiliza la labor femenina tradicionalmente invisibilizada sino que también cuestiona la legitimidad de estas estructuras opresivas. La ausencia de una representación romántica o idealizada de Jeanne destaca su resistencia a las normas tradicionales del arte y la sociedad, ofreciendo un comentario poderoso sobre la autonomía y la resistencia en la vida cotidiana de las mujeres.

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