Aprendí a andar en bicicleta a mis 32 años
A mis 32 años, decidí aprender a andar en bicicleta. Este simple objetivo me llevó a reflexionar profundamente sobre la vida, los aprendizajes y las relaciones. Siempre dije que lo que me falto fue que mi papá me enseñara a enfrentar ese desafío. Sin embargo, hoy entiendo que no sirve de nada cargar culpas: lo importante es asumir nuestras propias historias y seguir adelante.
De adulta, me di cuenta de algo curioso: se aprende más rápido, pero con más miedo. Y en ese proceso, confiar en quien te guía se vuelve esencial. Tuve la suerte de contar con alguien que, con paciencia y firmeza, me impulsó en cada intento fallido. Eso me enseñó una lección que va más allá de la bicicleta: en la vida de pareja de trabajo o sentimental, es vital estar con alguien que, en los momentos difíciles, sea un apoyo sólido. No importa cuántas veces caigas; lo que importa es que esa persona esté ahí, impulsándote a levantarte y seguir pedaleando.
Al principio, sentí que nunca iba a lograrlo. Cada caída era una mezcla de frustración y vergüenza, pero también una oportunidad para enfrentar el miedo. No era solo aprender a pedalear, era desafiar mi propia mente, que constantemente me decía: "Que necesidad hacer esto Yuli". Pero descubrí que no hay edad para aprender cosas nuevas. Lo importante es la determinación y la disposición para intentarlo, incluso cuando parece imposible.
Este proceso también me enseñó sobre la importancia de la paciencia, tanto conmigo misma como con los demás. No todo llega de inmediato, y las grandes lecciones a menudo vienen en los momentos más incómodos. Aprender a andar en bicicleta fue como una pequeña metáfora de la vida: el equilibrio no siempre es perfecto, pero puedes avanzar mientras lo buscas.
Finalmente, entendí que todo aprendizaje necesita un entorno de confianza. La persona que me ayudó a montar por primera vez no solo sostenía el asiento de mi bicicleta, también sostenía mi inseguridad. En la vida necesitamos compañeros que no solo estén ahí para los triunfos, sino que también sean quienes nos empujen suavemente cuando titubeamos.
Aprender a andar en bicicleta a los 32 años no fue solo una victoria personal. Fue un recordatorio de que, aunque llegues tarde a algunos aprendizajes, siempre hay tiempo para crecer, cambiar y encontrar el equilibrio, tanto sobre dos ruedas como en la vida misma. 🚴
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