Aprendiendo a coquetear
Ella solía pasar dos, tres o cuatro veces frente a la puerta de la cafetería que tenía mi mamá en el Benjamín Herrera, un barrio de Bogotá colonizado por mecánicos, latoneros, pintores, comerciantes y todos los demás profesionales que pueden existir alrededor del campo automotriz.
Era un barrio agitado entre el lunes y el sábado a mediodía. Los domingos, en cambio, se respiraba un ambiente residencial con los pocos vecinos que ocupaban los segundos pisos de las casas que aún no se habían derribado para hacer bodegas o ampliar los talleres.
A la hora de las onces y del almuerzo apenas quedaba tiempo para atender las mesas. Era en la tarde cuando podía prestar atención hacia la calle y la veía pasar: lo hacía caminando despacio y mirando hacia el interior de la cafetería, pero sin mover la cabeza, de tal modo que no quedara en evidencia su interés. Tuvo que contonearse muchas veces hasta que decidí comprobar si quería hablar conmigo.
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2 añosGracias por compartir Iván 🤗