Aprobado el Consejo de la Productividad de España. Y ahora, ¿Cómo lo conectamos con la reforma de la jornada laboral?

La reciente aprobación del Consejo de la Productividad en nuestro país es un primer paso para introducir el debate de la productividad en el mercado de trabajo Español, pero reducir la jornada laboral sin un incremento paralelo en la productividad puede ser un sendero arriesgado para nuestra economía.

Quizás deberíamos invertir el orden de las medidas, primero integrar políticas que impulsen y mejoren los niveles de productividad en nuestras organizaciones para posteriormente justificar una reducción de la jornada laboral sin rebaja de sueldo.

A mi juicio, la productividad es el núcleo de esta discusión. Si bien reducir la jornada laboral podría mejorar la calidad de vida de los trabajadores, es vital que no sacrifiquemos competitividad de las empresas en el proceso. En un mundo tan globalizado, donde las empresas compiten no solo a nivel local sino también internacional, mantener un nivel alto de productividad es imprescindible para sostener el crecimiento económico y la estabilidad laboral.

La experiencia de otros países muestra que una reducción de la jornada laboral puede ser beneficiosa si se implementa en un contexto donde la productividad ya es alta. Por ejemplo, en países nórdicos, donde las jornadas laborales son más cortas, los niveles de productividad son significativamente superiores a la media europea. Esto no sucede por arte de magia; es el resultado de décadas de políticas que han fomentado la innovación, la eficiencia y el bienestar laboral.

Sin embargo, el caso español es distinto. Si bien algunos sectores han mostrado un crecimiento en productividad, muchos otros aún trabajan por alcanzar niveles que avalen una reducción de la jornada laboral. Adoptar esta medida (reducción de la jornada) sin el respaldo de una mayor eficiencia empresarial, podría llevar a un aumento en los costes laborales sin una mejora equivalente en los resultados, lo que a su vez podría perjudicar a las empresas y, en última instancia, a los propios trabajadores.

La creación del Consejo de la Productividad es una buena noticia, pues permitirá diagnosticar la evolución de la económica para diseñar las estrategias necesarias que permitan aumentar la productividad, pero hacerlo después de reducir la jornada laboral, es arriesgado.

La inversión en tecnología, la mejora de la formación de los trabajadores, la flexibilización de los mercados en términos laborales y la promoción de la innovación son pasos fundamentales que debemos considerar para que la reducción de horas de trabajo no se convierta en un obstáculo, sino en una oportunidad.

Además, la creación de un Consejo de Productividad, como se ha sugerido en el ámbito europeo desde 2016, podría ser una respuesta real para supervisar y evaluar las políticas públicas destinadas a aumentar la eficiencia en el trabajo. Este organismo independiente podría ofrecer un análisis riguroso sobre si la economía española está en condiciones de adoptar la reducción de la jornada laboral sin poner en riesgo su competitividad.

En síntesis, la reducción de la jornada laboral es una idea más que atractiva y beneficiosa en el plano teórico, pero debe estar avalada por un aumento en la productividad para que sea sostenible. El camino hacia jornadas más cortas debe estar cimentado con políticas que fomenten la innovación, la eficiencia y la formación, permitiendo que esta medida no solo mejore la calidad de vida de los trabajadores, sino que también solidifique la economía en su conjunto.