Argentina es como un avión a reacción: hace del pasado el futuro una vez más.
By Robert Plant-A 26/5/19
El déjà vu argentino es más que realismo mágico. No solo porque puede durar más de 70 años sino que además de que sentimos hemos vivido antes lamentablemente son hechos reales. Su memoria anda bien, la economía sigue mal. Hartos del pasado, descreídos del futuro, atrapados en la supervivencia del día a día como resilientes del presente.
Desde 2011 persisten fuertes desequilibrios interno y externo. Producto de los mismos los precios relativos que son los principales parámetros para la toma de decisiones de consumo e inversión revistes cambios permanentes incluso en sus magnitudes.
El mayor default de las políticas económicas y sus responsables desde mediados de los años 50s del siglo pasado es el fracaso rotundo en lograr la estabilidad macroeconómica, requisito indispensable para sostener el crecimiento e insertarse en la economía global.
Ya a mediados del siglo pasado las tasas de inflación fueron de 2 y 3 dígitos y a finales de los años 80s los episodios hiperinflacionarios reflejaron aumentos anuales de los precios mayores al 3000%.
Las principales características de estos periodos fueron alta inflación y estampidas cambiarias producto de fuertes desequilibrios del balance de pagos. El periodo aludido ha mutado en la alternancia de ciclos de expansión y contracción con mayor recurrencia.
El economista estructuralista Marcelo Diamand apodo a este proceso como ciclos de stop and go, o marchas y contramarchas. Empíricamente observo que se trataba de una regularidad donde las expansiones no podían ser sostenidas por crisis del sector externo que culminaban en devaluación, inflación, caída del salario real y desempleo. Entre idas y vueltas Argentina había crecido 4% entre 1948 y 1963, cuando el promedio mundial rozaba el 50%.
La principal razón subyacente de estos ciclos está enraizada en la convivencia de dos sectores de la economía con productividades muy diferentes. Por un lado el agro con alta productividad y motor de las exportaciones y por otro una industria que nunca completo su desarrollo, quedando trunca con una matriz productiva altamente dependiente de los insumos importados. En el devenir de los hechos surge la “restricción externa” según la cual los dólares que traía el campo con sus exportaciones eran insuficientes para las importaciones de insumos de la industria, concluyendo inevitablemente en sendos déficits de la balanza comercial y de pagos, y por ende fuertes presiones devaluatorias.
Esta gran divergencia en la estructura productiva ha sido signada como el determinante principal del fracaso del crecimiento sostenido en el tiempo y otras implicancias muy contraproducentes respecto de la inflación e inestabilidad cambiaria.
Luego de cada contracción operaba el fuerte cambio entre los precios relativos de los productos transables y no transables. Los primeros, esencialmente producción agropecuaria aumentaban su precio domestico por el aumento del tipo de cambio (producto del déficit comercial) reduciendo los salarios reales e indirectamente mayores saldo exportables. Una vez logrado el superávit comercial los salarios reales se irían recuperando se reavivaba el consumo, la producción y las importaciones, pero en esa recuperación estaba la semilla de una nueva caída.
Volviendo al futuro la historia se repitió, y no es una deja vu. El atraso cambiario posterior a la devaluación de 2002, sumado al creciente déficit fiscal y la reaparición del déficit de las cuentas externas en 2010 le pasaron factura una vez más a la fatigada macroeconomía.
Desde 2014 a la fecha de los 63 meses transcurridos el nivel de actividad ha registrado tres machazas recesiones, según se observa en las variaciones interanuales de los niveles de actividad económica del EMAE de la tabla 1.
En las mediciones i.a. el nivel de actividad cayó 11 meses en 2014 promediando -2,5%, 9 meses en 2016 promediando -2% y 11 meses en 2018-11. Si bien hubo “apagón estadístico” del Indec y los indicadores de desempleo han sido interrumpidos, respecto de las estadísticas actuales se puede inferir que el desempleo se incrementó desde 6,9% en 2014 a 9,1% en 2018. Vale decir que en el periodo contemplado en la tabla el desempleo se incrementó aproximadamente un 32%.
En 2017 el desequilibrio externo fue se tradujo en la mayor necesidad de financiamiento externo de la historia (más de u$d 30.000M) y los acreedores externos seguían financiándola vía endeudamiento en dólares, pero lo bueno dura poco, reza el dicho.
En abril de 2018, luego de que la Reserva Federal de los Estados Unidos aumentara las tasas de interés de referencia desatando una epidemia de desconfianza contra el peso y la capacidad de pago de la deuda en un contexto en el que la deuda se iba acercando al 100% del PIB agravado en su composición de 80% en dólares. Desde entonces a la fecha devino una imparable corrida cambiaria que culminó en 130% de incremento de la tasa de cambio a mayo de 2019.
Las ingentes necesidades de financiamiento devinieron en la solicitud del préstamo más cuantioso de la historia del FMI, y los intentos de estabilización en fracaso, en un contexto donde el dólar trepaba por en avión, los precios por el ascensor y los salarios reales por la escalera.
El nivel de actividad que había generado un rebote en 2017 se estancó a partir del segundo trimestre de 2018 con fortísimas variaciones negativas interanuales.
La estampida cambiaria de 2018 que más que duplicara el tipo de cambio de $19 a $40 en octubre se plantó con un estricto control de la oferta monetaria, de manera tal que el crecimiento fuera nulo. Cabe destacar que al parecer el BCRA confía que la inflación no es multicausal sino más bien un fenómeno estrictamente monetario. No obstante a pesar de los 8 meses de torniquete monetario la tasa de inflación continúa siendo la mayor pesadilla del gabinete económico: 57% acumulado los últimos 12 meses, mes de abril.
En 2019 el tipo de cambio comenzó el año en el orden de los 38/38,5 pero ante una merma de la tasa de interés de referencia sumado a una rápida escalada del riesgo país (casi 1000pb) trepó hasta los $45.9 el pasado 25 de abril. Esto implica una caída del peso del orden del 14%.
Si bien la tasa de inflación del mes de abril logró perforar el 4% el acumulado en los últimos 12 meses es del 57%. No obstante el último relevamiento del BCRA (REM) los analistas privados estiman que la tasa anual en 2019 culminaría en 31,4%. Las tasas mensuales deberían ir convergiendo en torno al 2% para lo que resta del año.
Los participantes del REM elevaron sus proyecciones sobre la tasa de interés de política monetaria y estiman para mayo una tasa promedio de LELIQ en pesos de 70,0% y un sendero descendente hasta alcanzar 50% en diciembre de 2019. No hay dudas que la misma oficia de fusta sobre el dólar. En razón de ello los analistas esperan que la tasa de cambio alcance el tope de la banda $51 hacia fin de año.
El nivel de actividad estimado se mantiene contractivo en 1,3%, aunque con tasas dispares esperadas en los trimestres restantes. Si bien el campo ha conseguido una cosecha record las liquidaciones de exportaciones
Todas las fichas siguen puestas en la única actividad que tracciona, el campo. El economista Manuel Adorni estimó que en 2019 el sector agropecuario aportará un 60% de las divisas, más del 10% del Producto Bruto Interno (PBI) y alrededor del 10% de la recaudación total del país.
Si se concretan los u$s 27.000 millones en 2019, sería el año con mayor liquidación de dólares de las últimas décadas. En 2018 se liquidaron apenas u$s 18 mil millones por la sequía, en 2017 ingresaron u$s 21.399 millones y en 2016 unos u$s 24.000 millones.
En 2015 -el último año del segundo mandato de Cristina- el campo liquidó 18 mil millones; en 2014 u$s 24.100 millones; en 2013 u$s 23.200 millones; en 2012 u$s 23.000 millones; en 2011 u$s 25.133 millones; y en 2010 u$s 22.200 millones.
Auxiliar Contable - Open to work
5 añosAjena
Auxiliar Contable - Open to work
5 añosMe da verguenza !!!!
Atención a empresas y particulares
5 añosPara analizar, no?
Socio Gerente en SeaMan SRL
5 años¿Entonces? Hagamos a lo Javier Milei, si el actual trae lo malo de una época antigua, el anterior lo peor y los nuevos son solo los viejos reciclados... listo sin gobierno y santo remedio. Aclaró: no es una postura, solo estoy desanimado por estar siempre en la misma dicotomía inútil de lo malo o lo peor.