AUTOMATIZACIÓN O COMPLEMENTACIÓN HUMANA: REDEFINIENDO LA PRODUCTIVIDAD
Por: Fernando Cárdenas E.
Cuando empecé a escribir este artículo quería resumir las principales conclusiones del libro escrito por mi profesor Simon Johnson y su coautor Daron acemoglou “Power and Progress”. Quería hacer especial énfasis en la discusión sobre la rivalidad que puede existir entre los beneficios de la innovación tecnológica y el desplazamiento de la mano de obra. Cuando estaba en el proceso de escribir el artículo me enteré de la noticia de que estos dos autores acababan de ganar el premio nobel de economía por su trabajo con Robinson sobre cómo se forman las instituciones y afectan la prosperidad. Supongo que eso hace más relevante la discusión de éste, su más reciente libro.
“Poder y progreso: nuestra lucha milenaria por la tecnología y la prosperidad” examina la compleja relación que ha existido durante el último milenio entre la innovación tecnológica y el bienestar social. A continuación, resumo sus principales conclusiones desde la perspectiva de la disyuntiva que existe entre la automatización y la complementación humana para la productividad:
LA IDEA CENTRAL
Los autores sostienen que los beneficios de los avances tecnológicos no son automáticos. Los beneficios para la sociedad dependen de las decisiones sociales y políticas que se toman acerca de cuales son y cómo se utilizan estas innovaciones. Esta perspectiva va en contra de lo que vemos todos los días en el discurso optimista de que la tecnología conducirá inexorablemente a la prosperidad para todos. El libro explora la dinámica compleja que existe entre la automatización y el trabajo humano, particularmente en el contexto de la productividad. Según los autores la visión tecno-utópica predominante de que la automatización conducirá siempre a beneficios sociales, no es correcta, y en cambio enfatizan la importancia de la complementación humana para lograr ganancias de productividad sostenibles.
AUTOMATIZACIÓN VERSUS TRABAJO HUMANO:
Si bien la tecnología puede mejorar la productividad al agilizar los procesos, a menudo conduce al desplazamiento de empleos, particularmente para los trabajadores poco calificados y en algunos casos al deterioro en las condiciones ambientales. La automatización generalmente reemplaza las tareas rutinarias, pero no sustituye de manera efectiva los roles que requieren creatividad, resolución de problemas y habilidades interpersonales. Los autores muestran casos históricos en los que las innovaciones resultaron en explotación y desigualdad, argumentando que, sin una intervención deliberada, los avances pueden exacerbar las disparidades. La distribución de los beneficios de la tecnología está determinada por la dinámica del poder político y económico, que a menudo favorece a las elites sobre la población en general.
Es cierto que las empresas que invierten en automatización a menudo experimentan un crecimiento del empleo debido al aumento de la productividad y la expansión del mercado. Por ejemplo, la introducción de los cajeros automáticos muestra que, si bien algunos puestos de trabajo fueron eliminados, otros se crean a medida que las personas pasan a desempeñar funciones más estratégicas que requieren conocimiento humano. Pero los beneficios de la automatización no siempre se distribuyen equitativamente. Los efectos varían según las industrias y la demografía. Los trabajadores altamente calificados tienden a beneficiarse de los avances tecnológicos, mientras que los trabajadores poco calificados enfrentan mayores riesgos de pérdida de empleo. Esta dinámica contribuye al aumento de la desigualdad de ingresos y requiere políticas destinadas a capacitar a los trabajadores para mejorar sus habilidades con el fin de que se adapten a los nuevos roles creados por la automatización.
Lo anterior no quiere decir que la tecnología sea mala, lo que sugiere es que al seleccionar los caminos de desarrollo tecnológico se prioricen actividades que complementen las capacidades humanas. Que se enfoque la tecnología en las rutinarias y los humanos en aquellas que no son replicables por la tecnología. Para esto es necesario renfocar el entrenamiento del personal hacia esas actividades no replicables. Es increíble el esfuerzo que se hace equivocadamente para automatizar actividades que son simples para los seres humanos pero que no llevan a mejorar la productividad ni de las empresas ni de la economía en general. Esos esfuerzos y recursos podrían destinarse a automatizar actividades que más bien complementen y faciliten el valor agregado de las personas. No podemos perder de vista que el objetivo no es eliminar personas, es transformar las capacidades laborales para hacer que las empresas y la economía sean más productivas.
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LAS OPCIONES TECNOLÓGICAS IMPORTAN:
Los autores sostienen que la sociedad tiene capacidad para elegir qué tecnologías desarrollar e implementar. Abogan por priorizar las innovaciones que complementan el trabajo humano en lugar de reemplazarlo, sugiriendo que las intervenciones políticas son cruciales para dirigir el desarrollo tecnológico de forma que aumente la productividad total y que nos beneficie a todos. Al automatizar tareas repetitivas, los trabajadores pueden centrarse en actividades más complejas y de valor añadido que aprovechan sus habilidades únicas. Este enfoque no sólo aumenta la productividad en general, sino que también mejora la satisfacción laboral y el compromiso de los empleados. Al reducir la carga de las tareas mundanas a través de la automatización, las empresas pueden mejorar el bienestar en el lugar de trabajo, lo que lleva a menores niveles de estrés y mayores tasas de retención de empleados. Este cambio permite a las organizaciones cultivar una fuerza laboral más motivada y capaz de seguir impulsando la innovación.
Aunque la automatización en muchos casos aumenta la productividad, esto no necesariamente se traduce en salarios más altos para los trabajadores. Las ganancias de productividad derivadas de la automatización a menudo benefician más a los empleadores que a los empleados, lo que resulta en salarios estancados o en disminución a pesar de una mayor eficiencia. Cómo se reparten estas ganancias de productividad depende de las instituciones.
IMPLICACIONES DE POLÍTICA PÚBLICA:
Es necesario entonces que se pongan en práctica políticas proactivas que garanticen que los avances tecnológicos beneficien a la sociedad en su conjunto. Esto incluye invertir en programas de educación y capacitación que preparen a los trabajadores para el nuevo mercado laboral que está siendo modificado por la automatización. También, crear incentivos que promuevan el desarrollo tecnológico que complemente al ser humano y que realmente impacte la productividad empresarial.
Las instituciones políticas y económicas influyen en la definición de qué tecnologías se priorizan, y en quiénes se benefician del progreso tecnológico. Pueden ayudar a evitar la concentración de mercado, fortalecer los derechos de los trabajadores, y garantizar que la productividad y los beneficios de la innovación se distribuyan de manera más equitativa.
CONCLUSIONES:
En resumen, “Poder y Progreso” presenta un examen crítico del papel de la automatización en las economías modernas, argumentando que sus beneficios potenciales sólo pueden realizarse cuando se complementa el trabajo humano en lugar de desplazarlo. En general, sirve como advertencia contra la fe ciega en la tecnología como panacea para resolver los problemas de la sociedad moderna, e insta a una comprensión más minuciosa de sus implicaciones. Los autores proponen un enfoque equilibrado que aproveche la tecnología para mejorar la productividad en un entorno donde los dueños del capital y los empleados logren mejorar sus retornos y calidad de vida. El desafío está en gestionar estas transiciones de manera efectiva para mitigar los impactos negativos en la fuerza laboral y al mismo tiempo aprovechar los beneficios de los avances tecnológicos para la productividad y el beneficio de todos.