Balance de fin de año
Me ha costado mucho escribir esta columna de fin de año. No quería hablar de políticos, ni de planchas sorprendentes. Tampoco quería hablarle del próximo año que ya habrá tiempo para eso. Hoy quisiera hacer un balance de lo que he aprendido en el año. Ha sido un año intenso, lleno de retos, cargado de tensiones, algunas grandes satisfacciones, pero que me deja grandes lecciones para la vida profesional y personal.
Empiezo por la lección sobre nuestra fragilidad como seres humanos. Muchos nos creemos más resistentes que lo que en realidad somos. Nunca está demás dedicar al menos un día al año a verificar que estamos bien de salud. Trabajamos 250 días al año, bien podemos dedicar uno de ellos exclusivamente a hacernos un chequeo preventivo completo. Las empresas que se preocupan por la gestión de su talento deberían poner esto en su lista si no lo tienen. Nuestra fragilidad nos impone perspectiva, nos impone un rebalanceo entre nuestra dedicación a nuestro trabajo y a nuestras familias.
La segunda lección es sobre la receta del éxito. Sigo creyendo que la mezcla correcta incluye tres elementos claves: buena estrategia, buen equipo y preocupación por la buena implementación. No significa que tenga una fila de éxitos de aquí hasta la pared de enfrente. Muchos de estos esfuerzos requieren talvez el elemento más difícil: la persistencia. Los cambios no son instantáneos, los procesos no se corrigen como quien cambia de ropa, son más parecidos a tejer ropa. Muchas veces requiere hacer lo mismo, una y otra vez, pero buena parte de que quede perfecto es que cada una de esas se haga con mucho cuidado.
La tercera lección está en el valor de las personas. Este año he tenido profundas decepciones porque las personas que uno menos espera son capaces de aquello para lo que uno no está nunca preparado. Pero no todo ha sido negativo. Este año he conocido el valor que te dan los demás. Cambiándome de la academia a un gremio implicó aprender desde cero en muchos temas, y muchos han sido tremendamente generosos en compartir sus conocimientos, sus perspectivas, sus intuiciones. El Premio Nobel en Economía, Robert Lucas Jr. decía que lo más valioso en la vida de una persona no es lo que hace sino con quien la comparte.
Permítanme cerrar esta última columna del año con una nota personal. Este año se va y también se va un muy apreciado colega de la Universidad del Pacífico, Jorge Fernández-Baca. Un economista cultivado como pocos, que podía enseñar micro, monetaria, historia económica y crecimiento económico. Jorge nos deja sin sus agudas críticas, sin sus poco contemplativas palabras cuando algún alumno torcía erróneamente la teoría económica. Mis más sentidas condolencias a su familia, estoy seguro que su legión de exalumnos lo recordará con el cariño que ponía a su labor de docente. La súbita partida de Jorge nos recuerda la fragilidad de nuestra existencia. Una de las cosas que distinguía a Jorge era que siempre estaba trabajando en un nuevo proyecto, una nueva edición de alguno de sus textos. No sé cuál era la receta de su éxito profesional, pero sin duda la persistencia en el trabajo era uno de sus ingredientes. Con más de 25 años de servicio como profesor su aporte al conocimiento y al desarrollo personal de tantos exalumnos es incuestionable. Descansa en paz George.
Publicado en El Comercio, 25 de Diciembre de 2015.
Excelente .
Gerente general BVL & Gerente de Clientes y Negocios nuam
8 añosGracias por compartir.
PMP® | MBA | Ing. Civil | Gestión de grandes proyectos de infraestructura. Supervisión de Contratos de APP. Docente UESAN.
8 añosLamentable pérdida.
Bienes por Reposición en EsSalud
8 añosUna buena lección de como vivir el 2016, felicitaciones!!!