BITS, BYTES Y CRISIS POLÍTICAS
Por: Alexis Jesús Colón, Socio Director en COLÓN & PARTNERS
Nunca nadie hubiera pensado, durante el momento culminé de la crisis política de 1994, que la próxima crisis ocasionada por comicios electorales involucraría elementos como “algoritmo”, “software”, “voto automatizado”, y otros más de la jerga tecnológica.
Para todo aquel que ha leído un poco de historia contemporánea dominicana, el término “fraude electoral” no es extraño. Los que nacimos en la década del 80 todavía recordamos las anécdotas sobre aquellas elecciones presidenciales, donde el resultado de los comicios cambió como por arte de magia luego de un prolongado corte de luz eléctrica a nivel nacional. Es así como Juan Bosch, Jacobo Majluta y Peña Gómez son solo algunos de los políticos dominicanos que denunciaron fraude electoral en su contra. De estos tres, solamente el último tuvo cierto éxito, obligando a un cansado presidente Balaguer a firmar el Pacto por la Democracia, cercenando así dos años de su último período presidencial y cambiando el destino político dominicano para siempre. Es por esa suerte de altas y bajas en el debido proceso electoral, que lo que viene ocurriendo luego del anuncio de la suspensión de las elecciones municipales el pasado 16 de febrero, no es nada extraño, es simplemente lo inevitable.
Moviéndonos unos años hacia el presente, se podría decir que el advenimiento de los avances tecnológicos y la era de la información han tenido un efecto doble. Por un lado, han propiciado un clima de mayor transparencia y rendición de cuentas en nuestras democracias tan necesitadas de ella. Por otro lado, han generado un mayor involucramiento de la juventud en las manifestaciones sociales. Parecería pues que ambos efectos están relacionados, y de hecho, es así. La tecnología nos ha interconectado como ningún otro medio de transporte o comunicación lo ha hecho en toda la historia de la humanidad. Lo que ocurre en cualquier parte del mundo es conocido en el otro extremo apenas en breves instantes. De igual forma, todo el que posee un aparato electrónico capaz de captar imágenes y conectarse al internet tiene la posibilidad de convertirse en un reportero aficionado, y ni qué decir de las posibilidades de ejercer la libre expresión de ideas. Esto ha permitido que grupos humanos con ideas y objetivos afines puedan encontrarse, cohesionarse y actuar de manera más rápida y eficaz. Especialmente los jóvenes, principales usuarios de la tecnología de consumo.
Esto no es un hecho exclusivo de nuestro país, todo lo contrario, desde la Primavera Árabe de 2010 hasta las recientes protestas en Hong Kong, la juventud ha sido protagonista de estas búsquedas de cambios políticos y sociales en todo el globo terráqueo. No obstante, es menester reconocer que con mayor o menor acceso a la tecnología del momento, la juventud dominicana siempre ha tenido un rol activo en aquellos momentos históricos que demandaban que las generaciones más nuevas alzasen su voz. Algunos ejemplos de ello ocurrieron en el Parque Independencia durante el año 1962, y en las inmediaciones del Palacio Nacional el 9 de febrero de 1966. Sin embargo, lo que ha hecho de las más recientes manifestaciones sociales un caso sui generis, es la constante tendencia de las nuevas generaciones en buscar cambios sociales de manera más rápida, fruto de la era de la instantaneidad en la cual han vivido la mayor parte de sus vidas.
En efecto, era de esperarse que en un país con altas tasas de conectividad y consumo de bienes tecnológicos, como lo es la República Dominicana, la tecnología, vista desde el marco de las redes sociales y demás medios digitales de comunicación, juegue un papel importante en los acontecimientos sociales y políticos que suscitan la búsqueda de un rumbo distinto en la vida nacional. Aún así, algunas diferencias puntuales caracterizan las actuales manifestaciones sociales que llevan más de una semana tanto dentro como fuera de la geografía nacional. De manera precisa, estas corresponden a la participación de la Junta Central Electoral antes de la suspensión de las elecciones, el voto automatizado como detonante de la crisis, y el manejo de la situación por parte de los responsables.
"Es por esa suerte de altas y bajas en el debido proceso electoral, que lo que viene ocurriendo luego del anuncio de la suspensión de las elecciones municipales el pasado 16 de febrero, no es nada extraño, es simplemente lo inevitable."
En lo referente a la participación de la Junta Central Electoral, y de manera específica, la de su presidente, puede decirse que el descontento popular contra su persona no es resultado del fervor momentáneo, sino el producto de una serie de acciones que datan desde mucho antes de las frustradas elecciones. Acciones que dieron cierta percepción de que la presidencia de la Junta no actuaba con la debida neutralidad frente al oficialismo. Incluso llegando el presidente del organismo electoral a criticar abiertamente a aquellos que pedían la renuncia del primer mandatario, y hasta defenderlo públicamente utilizando elogios de carácter religioso.
El segundo aspecto a señalar se relaciona con el propio voto automatizado. Lo que debió ser un mecanismo de desarrollo y avance de la democracia dominicana en pleno siglo XXI, se convirtió en la génesis del fracaso de un torneo electoral. Esto toma mayor relevancia cuando éste no parece ser únicamente el malo de la película, sino el de la saga completa. Pues es bastante probable que de no haberse propiciado la crisis política a lo interno del partido oficialista, como fruto del mismo método de votación apenas 4 meses antes, el fallo colosal del voto automatizado hubiese suscitado una reacción diferente en la población. En ese sentido, de nueva vez el manejo de la situación por parte del liderazgo de la Junta Central Electoral dejó mucho que desear. Lo ocurrido en las elecciones primarias pudo ser un ensayo de vulnerabilidades del sistema y una oportunidad única para realizar todos los ajustes necesarios de lugar, de forma que se evitara el lamentable resultado que ocurrió al final. Pero por el contrario, lo que la generalidad percibió fue un esfuerzo más enfocado en desmentir a un precandidato, y en defender a capa y espada el mencionado voto digital. Sistema que hoy, a suerte de “te lo dije”, explota en la cara de su mayor defensor.
Por último, este reprochable suceso no sería más que una mancha en nuestra historia, si el manejo que se dio del mismo hubiese estado a la altura que este exigía. Los acontecimientos sucesivos a la suspensión de las elecciones parecen más sacados de un guión de película de suspenso y acción de los 90 que el resultado de una decisión rápida, efectiva, y contundente de una institución llamada a tener bajo su brazo al mejor equipo de técnicos informáticos del país, al menos temporalmente durante los comicios electorales. Mientras la población esperaba una disculpa sincera, acompañada de una renuncia del presidente de la Junta Central Electoral, al menos como gesto simbólico ante el fracaso rotundo de la principal función del organismo que preside, lo que vivimos fue una trama que involucraba militares, técnicos espías, y torturas policiales. Todo para terminar desechando ese entremés, e iniciar las gestiones propias de los expertos en auditoría forense tecnológica días después del suceso, ya quizás demasiado tarde.
Al final, tal parece que la suerte está echada, y el próximo 15 de marzo tendremos las elecciones que el destino nos robó, aún sin saber la identidad del ladrón. Sin embargo, si algo está muy claro es que ya nada será igual. Por un lado, la juventud dominicana se ha empoderado nuevamente, queriendo tomar el timón de gran parte del futuro que le afectará en el corto y mediano plazo. Igualmente, el descontento popular parece dirigirse cada vez más contra el partido de gobierno, afectando con esto incluso a ciertos candidatos que eran favoritos antes de las suspendidas elecciones. Por otro lado, la tecnología al servicio de la democracia parece ser uno de los mayores perdedores en esta historia, pues son tantas las noticias negativas que involucran el uso de los avances tecnológicos en la ejecución del derecho consagrado en el artículo 22 de nuestra Constitución, que la convicción en su efectividad para facilitar elecciones limpias y transparentes en la República Dominicana parece estar por el suelo. Lo que hace pensar que es muy probable que continuaremos ejerciendo el voto con papel y marcador In saecula saeculorum.-
El autor es Licenciado en Administración de Empresas Summa Cum Laude por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, y Licenciado en Derecho Magna Cum Laude por la Universidad del Caribe. Además posee estudios de maestría en Derecho Económico y Comercial Internacional, con iguales laudes, en la universidad de Georgetown (EE.UU.).
Admitido para ejercer el derecho en la República Dominicana y en el estado de Nueva York, se desempeña como Socio Director en COLÓN & PARTNERS, desempeñándose en diversas áreas legales, con énfasis en el derecho digital y tecnológico.
Profesor Maestría en Gestión Aduanera y Comercio en Universidad Autónoma de Santo Domingo
4 añosMuy buen aporte Alexis, saludos.