Boeing y la puerta perdida
Los episodios que ha estado viviendo la armadora de aviones Boeing en los últimos tiempos, muestran no sólo que la carrera por ganar clientes que han protagonizado los fabricantes más importantes a nivel mundial, amenaza hasta cierto punto la confiabilidad de los procesos de manufactura, sino que la cadena de suministro, tan golpeada por las sucesivas calamidades que la han fracturado desde la pandemia, no se ha recuperado del todo ni los controles de calidad han logrado estar a la altura de la demanda vertiginosa del sector aéreo.
No son hechos aislados y no son problemas privativos del Corporativo de Seattle. Las complicaciones que están protagonizando los motores de la Pratt&Whitney 1000G “GFT”, que tienen que adelantar sustancialmente las revisiones y que implican bajar de vuelo de forma anticipada entre el 2024 y el 2025 la friolera de 3,000 motores (o 1,500 aviones) Airbus 320, también muestran la misma problemática.
La aviación nunca ha estado exenta de este tipo de problemas, pero sí es muy claro que la profusión de vuelos, el crecimiento de la actividad aérea y el desgaste ante el uso intensivo de aeronaves están empezando a preocupar a los fabricantes, pero sobre todo a los reguladores.
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No en balde la Administración Federal de Aviación de los Estados Unidos (FAA) solicitó la revisión inmediata de todos los modelos Boeing 737- MAX 9 en cuanto se supo lo de la puerta que se desprendió del avión de Alaska Airlines el pasado viernes 5 de enero, escasos 10 minutos después del despegue. Más tarde, ante la imposibilidad de determinar a ciencia cierta la causa raíz de lo sucedido, la propia FAA determinó dejar en tierra toda la flota de MAX-9 hasta que se tengan certezas. Aún es difícil saber cuándo ocurrirá esto.
Como se ve, en todas partes se cuecen habas, pero lo que sí es un hecho es que la aviación está perdiendo su áurea de impecable. En parte, es el número cada día más abultado de operaciones, en parte la necesidad de dar respuesta rápida a las necesidades del mercado y en parte que los propios procesos se han ido relajando, lo cual a veces puede ser fatal, como ocurrió con el primer modelo MAX, el 8, que entre octubre de 2018 y marzo de 2019 tuvo dos de los accidentes que más se recordarán en la historia de la aviación, el de Lion Air, en octubre de 2018 y el de Ethiopian Airlines en marzo del 2019, precisamente porque ese relajamiento hizo que el segundo, el de Ethiopian, pudo haberse evitado si la investigación se hubiese realizado mucho más rápido y los reportes hubieran arrojado una alerta inmediata para valorar lo que estaba sucediendo con los sistemas anti-pérdida (anti-stall).
Si bien es cierto que las investigaciones de aeronaves son tardadas, hoy en día se tienen muchos más elementos para -al menos- lanzar alertas que permitan evitar más problemas y por ello fue una buena idea de la FAA lanzar la AD que mantiene hoy los equipos MAX 9 en tierra, hasta que se determine la causa de la pérdida de la puerta. Claro que esto presiona a la demanda de aviones, pero más vale prevenir.