Brote psicótico: ¿cualquier persona puede sufrirlo?
Autora: Clara Morgades Bamba, doctora en psicología
LAS CAUSAS DE LOS BROTES PSICÓTICOS POR DROGAS Y OTROS FACTORES
Conocido en la jerga coloquial como brote psicótico, los episodios mentales donde la persona se distancia de la realidad pueden manifestarse en diversas circunstancias. Una de ellas deriva del consumo de sustancias psicoactivas, y por ello recibimos en Adictalia llamadas con cierto tono de desesperación para saber cómo proceder, tanto por parte de familiares como de personas que sufren adicción.
Conforma sin duda un tema tan apasionante como desconocido y estigmatizado por gran parte de la sociedad, que lo relaciona con la «locura». Para comprender de forma rigurosa en qué consiste un brote psicótico acudimos a la Dra. Clara Morgades Bamba, integrante del directorio de especialistas en adicciones de Adictalia, quien desde Zaragoza profundiza con todo lujo de detalles en 13 aspectos clave para comprender estas alteraciones de la mente.
¿Qué es un brote psicótico?
1. Un estado mental en el que la persona se distancia de la realidad objetiva y experimenta creaciones de la mente que toma por ciertas.
En primer lugar, la terminología de “brote psicótico” es algo que perpetúa el estigma alrededor de esta problemática, ya que se la suele asociar a ideas de violencia y agresividad que se alejan de la realidad porque son muy minoritarias. Por ello, preferimos utilizar el término de crisis o episodio de psicosis, igual que decimos crisis de ansiedad y crisis de pánico, y no ataque. Pero entiendo que hay una costumbre en denominarlo así coloquialmente.
El episodio de psicosis supone un estado mental en el que la persona manifiesta una sintomatología caracterizada por un distanciamiento de la realidad tangible o de los datos objetivos de los que dispone. En este estado, prevalecen sus ideaciones, “ensoñaciones” podríamos decir, creaciones de la mente que la persona toma por ciertas, y las vive y experimenta como tal. En ese estado tienen lugar fenómenos como delirios o alucinaciones.
Los delirios son historias irreales, pero bien armadas, en las que la persona cree estar inmersa, y cada dato que obtenga de la realidad va a ir siendo sesgado por su mente para confirmar más esa historia.
Las alucinaciones, por su parte, consisten en percibir cierta estimulación que no está presente. Es como si la persona somatizara: igual que puede somatizar un dolor de tripa, puede somatizar la percepción de un sonido o una imagen. Resulta más difícil que esto suceda porque es algo externo y no interno, pero el mecanismo sería análogo. Podemos compararla también con la autosugestión dirigida que acaba con la experimentación de alguna sensación, pero en este caso de manera involuntaria.
Los delirios invocan la aparición de alucinaciones y éstas, a su vez, mantienen el delirio; por lo que ambos fenómenos se retroalimentan. Pero es importante recalcar que no tienen que estar las dos presentes; de hecho, lo más habitual es que se presenten una serie de delirios relacionados entre ellos, sin presencia de alucinaciones.
2. Un brote psicótico se produce a partir de un estrés prolongado y mal gestionado, combinado con otros factores internos y externos, como puede ser el consumo de drogas.
¿Qué provoca un brote psicótico?
Ante todo, cabe recalcar que todas las personas somos susceptibles de que se dé en nuestra vida en un momento determinado una crisis o episodio de psicosis.
En general, un brote psicótico sucede fruto de un estrés emocional mantenido a lo largo del tiempo que no se ha gestionado adecuadamente. Un estrés que ha estado conteniéndose junto con frustración intensa, sentimientos de indefensión y con baja presencia de factores de protección: un buen nivel de autoestima y el apoyo social o relaciones significativas satisfactorias.
Hay aspectos que, sumados al estrés emocional, pueden facilitar un episodio psicótico:
Si estos factores se unen, aumentan aún más la probabilidad de que el episodio tenga lugar.
Entendemos que el episodio de psicosis ocurre porque los recursos mentales ya no son suficientes para poder hacer frente a las demandas que existen. Demandas que pueden ser externas o internas. La mente de la persona es incapaz de gestionar ciertas dificultades o su sufrimiento. Es incapaz de lidiar con circunstancias externas importantes o bien ninguna de las estrategias que utiliza le sirven. De esta manera, se termina generando una especie de ruptura con la realidad, con una realidad que de algún modo le sobrepasa.
Este fenómeno está en constante estudio; lo que tenemos son indicios y evidencias empíricas que van esclareciendo más cómo y por qué tienen lugar los episodios de psicosis. En este sentido, cada vez se presta más atención a lo que está sucediendo, y a lo que no está sucediendo, en el área psicosocial de la persona.
Una hipótesis es que la psicosis tiene que ver con la necesidad de la persona de crear una realidad más “manejable”. Aunque ésta parezca (y subrayo parezca) ilógica, imposible, incluso mucho más amenazante o dolorosa que la realidad verdadera. Es decir, que crea una realidad proyectada con la que se ve más capaz de lidiar o, cuando menos, representa un dolor “autoinfligido”.
Y esto la mente lo sabe. Puede constituir una especie de mecanismo de defensa. Y es que una pseudorealidad proyectada al exterior, aunque dolorosa, nunca tendrá las consecuencias emocionales y posiblemente traumáticas que sí puede tener una realidad dolorosa interpretada hacia el interior.
3. Un brote psicótico por drogas se produce porque se activan redes neuronales que facilitan este desequilibrio de la mente.
Los episodios de psicosis no siempre son desagradables; el delirio puede ser agradable, como el de grandeza. Pero en muchos casos el delirio es dañino; y se trata de un mecanismo similar de la somatización o el dolor funcional. Algo parecido a las autolesiones, que liberan de algún modo de la ansiedad y el sufrimiento porque es la misma persona quien perpetra su daño.
Con el consumo de sustancias, al igual que sucede con la privación de sueño, se dan ciertos desequilibrios químicos, como la alteración del sistema dopaminérgico. Al consumir sustancias, tienen lugar ciertos cambios o, mejor dicho, ciertas activaciones de las redes neuronales, que facilitan que se desencadene el episodio. El sistema nervioso central de un determinado sujeto vulnerable resulta alterado, de manera que está “listo” o receptivo para que tenga lugar un episodio de psicosis.
No hay una causa detectable que podamos señalar, sino que se trata de un cúmulo de factores que, en interacción, promueven la aparición de estos síntomas. No podemos reducirlo a la dopamina. Aunque alterásemos del mismo modo el sistema dopaminérgico de un segundo sujeto, es probable que en él no se desencadenase la psicosis. Se trata más bien de un tipo de funcionamiento concreto del sistema nervioso central; es más bien un “modo” que entra en acción.
La evidencia empírica reciente sugiere una explicación muy prometedora que ya veníamos intuyendo: en lugar de estar activa la red neuronal que debería estarlo durante la vigilia, en la psicosis se encontraría más activa de lo normal la red neuronal llamada “por defecto” que debería activarse al dormir o en el reposo. Esto sucedería porque tendrían lugar una serie de problemas en el sistema que coordina ambas redes. Por tanto, la persona estaría como viviendo un sueño, pero despierto.
4. Previamente a la aparición del brote, a veces podemos observar habla descarrilada o comportamientos erráticos de la persona.
¿Cómo se comporta una persona con psicosis?
El episodio de psicosis desencadenado por consumo de sustancias no es, en sí, cualitativamente distinto del que se da en otras circunstancias… Los síntomas son los mismos y, en realidad, lo que es visible no son los síntomas, que son sensaciones, percepciones y creencias de la persona, sino las consecuencias de estos síntomas.
A veces, antes de que tenga lugar el episodio de psicosis, podemos empezar a identificar:
Respecto de este último punto, más que de “desobedecer”, quebrantar leyes, o faltar el respeto, se trata de regirse por “otros” parámetros en sus interacciones con las demás personas.
No obstante, a veces, aquellos efectos previos al brote psicótico no se dan, y otras son tan sutiles que no se identifican. Al igual que otras veces algunas de estas circunstancias pueden darse, pero no necesariamente ir seguidas de un episodio de este tipo.
Las causas de los estos efectos previos identificables de un brote psicótico son:
5. Cuando se manifiesta el brote psicótico, la persona verbaliza fenómenos inverosímiles, expresa creencias inusuales, percibe estímulos inexistentes.
¿Cómo se manifiesta un brote psicótico?
Una vez empieza a manifestarse externamente el delirio como tal, que es lo que nos informaría del episodio o brote psicótico, la persona puede actuar de la siguiente forma:
Un aspecto importante es que los delirios y las alucinaciones impacten significativamente en la emocionalidad o la conducta de la persona. Es decir, que si aparecen sensaciones o percepciones que la persona se cuestiona y no se las cree porque sabe que son fruto de su mente, técnicamente no podemos hablar de un episodio de psicosis.
Estos episodios pueden suceder sin consumir sustancias, simplemente por la alteración producida por factores que ya hemos comentado en puntos anteriores. O bien directamente como fruto del consumo de una sustancia o del estado del sistema nervioso durante la abstinencia o “mono”, cuando la persona ya está enganchada.
Ahora bien, hay que diferenciar un brote psicótico de cuando el efecto de una sustancia puede provocar la experimentación de estos fenómenos y la persona, aunque esté bajo ese efecto, de algún modo identifica que eso que percibe no es del todo real. Porque ella es en parte consciente de que está bajo el efecto de la sustancia y que por eso tiene esas experiencias. O bien éstas no le afectan o interfieren significativamente en sus emociones o conductas.
Algo distinto a cuando la persona se muestra incapaz de identificar que esas experiencias son fenómenos subjetivos a consecuencia del consumo. Y cree, por tanto, que son “verdaderamente reales”, lo cual afecta a su emoción y conducta de manera significativa, terminando por desencadenar una serie de acciones disfuncionales pero congruentes con la historia delirante. Entonces es cuando hablamos de un episodio de psicosis, llamado coloquialmente “brote psicótico”.
A menudo los síntomas prodrómicos, o sea, esos pequeños cambios que tienen lugar antes de que se desencadene el episodio de psicosis, transcurren de forma imperceptibles para su entorno, porque la persona se encuentra a solas. De hecho, son habituales los episodios que se desencadenan o manifiestan como clínicamente significativos cuando una persona que ha estado aislada en una habitación o una casa, a veces consumiendo sustancias, sale o entra en contacto con otra realidad, otro contexto y, sobre todo, con otras personas.
6. Un brote psicóticos puede durar de unas horas a varias semanas, independientemente de si se ha producido por consumo de sustancias
¿Cuánto tiempo dura un brote psicótico por consumo de sustancias?
De nuevo, no hay diferencia dependiendo de si se desencadena por consumir sustancias u otros factores. Ahora bien, resulta más frecuente que, si aparece a partir del consumo, sea más bien corto, más circunscrito. Pero las circunstancias son diversas y cualquier episodio de este tipo puede durar desde unas horas hasta bastantes semanas. Si bien lo más habitual es que dure unos pocos días.
7. La literatura científica asocia la aparición de episodios psicóticos con el consumo de cannabis, sobre todo en personas con características determinadas.
¿Fumar porros puede desencadenar brotes psicóticos?
Con frecuencia observamos que tanto en las redes sociales como desde fuentes que se presuponen rigurosas se minimizan los efectos, el riesgo y el peligro que supone el consumo de cannabis. Nuestro deber deontológico como profesionales consiste en concienciar a toda la sociedad y, sobre todo, a adolescentes y jóvenes sobre que esta sustancia no es inocua, ni mucho menos.
A pesar del mito, el consumo de cannabis, sin duda, crea dependencia psicológica y física, aunque en mayor grado la primera. El consumo genera tolerancia y, tras consumir de manera habitual, al retirar la sustancia la persona se mostrará irritable, tendrá grandes deseos de consumir y mostrará otros signos de abstinencia.
Además de alterar aspectos tan básicos como los patrones anímicos, de sueño, de ingesta… el consumo de cannabis facilita la aparición de psicosis de manera tanto directa como indirecta, sobre todo en determinados individuos y momentos. Por ello, como profesionales y como padres, madres y profesorado, hay que dar la misma importancia y tener la misma precaución con esta sustancia que con todas las demás, o incluso hacer mayor énfasis en ella.
Cada organismo representa un mundo, y en cada momento los efectos pueden ser distintos en función del entramado de tantos factores que interactúan. Pero hay determinadas personas, circunstancias, estados, momentos en la vida, en que puede resultar mucho más peligroso este consumo que el de otro tipo de sustancias que generan más miedo en la población. Entre otras cosas, porque es fácil que se desencadene un consumo habitual y prolongado de cannabis.
Además, porque en la literatura científica el consumo de cannabis se encuentra consistentemente asociado al desarrollo de trastornos psicóticos y del espectro de la esquizofrenia.
Hay que prevenir posibles brotes psicóticos por consumo de cannabis especialmente en jóvenes que:
Todas estas personas tienen que extremar la precaución. Puede parecer que no pasa nada por consumir, pero determinadas ideas o experiencias de psicosis incluso agradables, pasajeras, o de baja intensidad que tienen lugar por consumo de cannabis pueden dar lugar a que se desencadenen episodios sin necesidad de consumir. Incluso pueden derivar en un cuadro de esquizofrenia.
Ahora bien, si un hijo o una hija fuma porros no debemos alarmarnos creyendo que están condenados a desarrollar psicosis, porque no tiene por qué ser así. Pero sí hay que saber que de alguna manera está comprando boletos para el sorteo de un episodio o brote psicótico.
8. Cualquier sustancia psicoactiva puede predisponer a desarrollar un brote psicótico, aunque el cannabis es, con diferencia, la droga que más lo hace.
Entonces, ¿pueden las drogas provocar brotes psicóticos?
Más que provocar, yo diría facilitar. Pues toda sustancia psicoactiva que altere el sistema dopaminérgico, cosa que hace hasta la cafeína, estará poniendo al sistema nervioso central un poco más cerca del desarrollo de psicosis, sobre todo en sujetos vulnerables..
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La aparición de un episodio psicótico va a depender de la interacción de factores como:
El efecto de la interacción es algo importante de comprender: no se trata de la suma de los efectos de los factores, sino de un efecto nuevo que tiene lugar cuando estos actúan al mismo tiempo. Por ejemplo, si una persona te aconseja una cosa y otra te sugiere lo mismo, esto no sólo tiene el efecto de esos dos consejos sino también el efecto de que ambas personas coincidan en lo mismo. Esta es una manera sencilla de visualizar el efecto de la interacción de factores.
Cabe insistir: no es lo mismo que una droga provoque alguna alucinación o determinada ideación delirante que el que esa sustancia facilite que tenga lugar lo que se denomina un brote psicótico. Para que se cumpla esto último, la persona y su conducta deben verse significativamente influidas por esos delirios y alucinaciones.
Con todo, la sustancia más asociada con la psicosis y, sobre todo, con su aparición a largo plazo es, con diferencia, el cannabis, seguida de las anfetaminas, la cocaína y las drogas alucinógenas como el LSD o la ketamina. Sobre todo, cuando se mantiene el consumo en el tiempo, estas drogas pueden contribuir a la generación de síntomas de psicosis, episodios psicóticos serios pero aislados, o bien el desarrollo de un trastorno del espectro de la esquizofrenia.
Pero la psicosis puede aparecer inducida o facilitada por el consumo de casi cualquier droga y, también, por medicamentos. En casos como el del alcohol o las benzodiacepinas, el episodio puede darse más durante la abstinencia, cuando la persona tiene una adicción de larga duración y de manera abrupta descontinúa el consumo. Aunque esto no sólo ocurriría en el caso de drogas depresoras, sino que también podría ocurrir con las estimulantes.
9. Presentan mayor vulnerabilidad a sufrir brotes psicóticos quienes tienen entre 18 y 30 años y rasgos esquizotípicos, entre otros factores, aunque cualquiera persona puede sufrirlo.
¿Quién puede padecer un brote psicótico?
Sí, hay personas más vulnerables. En primer lugar, la franja de mayor vulnerabilidad se encuentra entre la adolescencia tardía y la adultez temprana, es decir entre los 18 y los 30 años, aproximadamente. Y se cree que es así tanto por el momento de desarrollo en que se encuentra su sistema nervioso central, como por el punto de desarrollo madurativo de la persona y los eventos psicosociales que tienen lugar en esa etapa.
Por otro lado, se creía que era más habitual en hombres que en mujeres. Pero se ha observado que, al menos actualmente, esto no es así, ya que la prevalencia es similar. Quizá antes se evidenciaba esa diferencia por estar sometidos los hombres a un mayor número de factores de riesgo y tener un menor grado de factores de protección, no lo sabemos todavía.
En cuanto a los rasgos de personalidad que hacen a una persona más propensa a experimentar psicosis, aclaremos que todas las personas tenemos en un cierto grado rasgos de los diferentes tipos de personalidad. Esto nos aleja de la concepción categórica errónea de que una persona tiene una personalidad de un tipo y otra de otro. Además, la manifestación de los diferentes rasgos o características va cambiando a lo largo de la vida, no es algo con lo que se nace y se muere.
Dicho esto, si la persona cuenta con un grado elevado de rasgos esquizotípicos, también cuenta con mayor vulnerabilidad a sufrir brotes psicóticos. Estos rasgos de personalidad, pese a lo que pueda pensar la mayoría, son atributos totalmente normales en la población, nada patológicos.
De hecho, se ha constatado que los rasgos esquizotípicos tienen una presencia habitual en los adultos jóvenes en edad universitaria sin estar ello asociado a ningún malestar. Es decir, que sólo si presentar un nivel excesivo de estas características va asociado a una desadaptación y a un malestar e interferencia en la vida de la persona puede diagnosticarse un trastorno esquizotípico de la personalidad.
El hecho es que la elevada presencia de rasgos esquizotípicos constituye un factor que podría poner a la persona un poco más cerca de desarrollar un episodio de psicosis, si se dan las circunstancias adecuadas.
Los rasgos esquizotípicos que pueden predisponer a la aparición de un brote psicótico incluyen:
Otros rasgos que hacen a las personas vulnerables a sufrir episodios de psicosis, pueden ser tener antecedentes en la familia o en el pasado de alteraciones de tipo psicótico o problemas psicológicos en general. Asimismo, haber sido en el pasado víctima de bullying o acoso, maltrato, discriminación o negligencia.
También, tener hábitos establecidos de consumo de sustancia, privación de sueño o alteración de éste, aislamiento o ser una persona que acostumbra a pasar largas horas sola. Y ser una persona sometida a estrés emocional o con elevada sensibilidad al estrés emocional.
Es importante recordar que cualquier persona puede desarrollar un brote psicótico si se dan las circunstancias. Sólo que en algunas personas es más probable que suceda.
Por otro lado, también se ha observado que en las personas migrantes la prevalencia de psicosis es significativamente mayor que en quienes no han emigrado. Y dentro de los migrantes, la prevalencia aumenta en quienes han emigrado solos que en quienes lo han hecho con su familia.
Además de a lo que puede facilitarlo, interesa atender a aquellas actuaciones que pueden prevenir un episodio o brote psicótico. Es decir, a las relacionadas con paliar aspectos sociales que hacen que una persona sea más propensa a desarrollar psicosis: quienes por determinados motivos no trabajan, no realizan actividades de ocio o no cuentan con una red social de apoyo.
10. Acompañar con una actitud de confianza antes que cuestionar o negar constituye la mejor estrategia para ayudar a una persona que sufre brote psicótico
¿Qué hacer ante un brote psicótico?
Esta es una pregunta muy complicada de responder. Primero, hay que partir de la base de que en ese momento la persona no va a querer ser “atendida” o ayudada de la manera que los familiares quieren ayudar. Es decir: quizá pide ayuda en lo que “cree” estar viviendo. Por ejemplo, que alguien le quiere agredir o secuestrar. Pero la persona por lo general no va a estar receptiva a nada que intente disuadirle de que lo que está experimentando sea real.
Cuanto más presionemos diciendo que no es real lo que está viviendo, peor será. A no ser que la persona ya lo haya vivido previamente y se encuentre transitando una terapia, muy raro será que esté abierta a esa posibilidad. Por lo general, la experiencia es tan “real” y la persona la está experimentando de manera tan vívida, que resulta contraproducente tratar de negársela o darle pruebas de que lo que cree vivir no es así. Esto solo provocará que desconfíe de quien se lo dice, y que esa persona sea incluida en su delirio como otra figura amenazante.
Lo mejor consiste en acompañar a la persona hasta donde está, metafóricamente hablando. Peguntarle y que nos cuente, que se exprese: qué es lo que siente, qué es lo que está pasando y sobre todo trasladarle apoyo, confianza.
A veces funciona el preguntar de modo que sea la persona quien pueda poner en tela de juicio las ideas que conforman el delirio. Pero sin caer en interrogar o que parezca que dudamos de lo que nos cuenta. Debemos tener la actitud de querer sencillamente entender lo que pasa y conocer la verdad. Pero lo fundamental no es tanto el qué sino el cómo, porque una misma actuación puede ser muy efectiva desde una actitud y muy perjudicial desde otra.
Si se se pretende ayudar, hay que evitar estar o mostrarse asustado o nervioso por lo que está pasando. Debemos actuar con normalidad y naturalidad. Tampoco trasladar una calma artificial, pero sí manifestar empatía, que estamos “en el mismo barco”. Trasladar seguridad con la actitud, que la persona se sienta a gusto, y, sobre todo, actuar con asertividad.
Con frecuencia, en los episodios de este tipo la persona que los sufre es la que realmente se encuentra asustada; incluso, puede estar ocultando ese miedo que siente. Y sabemos que, si un animal está asustado y por miedo a que nos ataque en ese estado de nerviosismo, le acorralamos, sentirá un mayor miedo y, entonces sí, será más probable que pueda actuar con violencia para defenderse. Los humanos somos animales: si a una persona asustada le acorralas, esté o no pasando un episodio de psicosis, es posible que se ponga a la defensiva y puede mostrarse agresiva con la intención de salvaguardarse.
Si el objetivo consiste en ayudar a la persona que sufre un brote psicótico, también hay que tratar de desterrar el miedo al episodio de psicosis que está experimentando. A menudo resulta efectivo contar algo que atraiga su atención, le ayude a un curso funcional de pensamiento y la conecte con la realidad. Siempre después de que atendamos a lo que está sintiendo o viviendo y sin tratar de restarle importancia.
Qué hacer ante un brote psicótico constituye una pregunta peliaguda porque depende mucho del delirio en concreto, del estado en que esté la persona, del contexto y de la relación con la persona que quiere ayudarle. Los episodios de psicosis son, además, tan heterogéneos, tanto en duración como en intensidad, en contenido y otras características, que responder de forma cerrada resulta complicado.
En algunos casos, lo recomendable pasa por llamar a profesionales o acudir a un centro de salud, si es posible. Y, por supuesto, como sucedería en cualquier otro contexto, si la integridad de la persona o de otros estuviera en riesgo, llamar a un teléfono de emergencias.
11. Tras el brote psicótico asociado a una adicción, la terapia apunta a concienciar a la persona sobre este episodio, trabajar su adicción de forma integral, así como los factores de riesgo que la predisponen a la psicosis
¿Cómo se trata un brote psicótico por drogas o asociado a una adicción?
Lo principal es que la persona se estabilice y comprenda bien lo que le ha sucedido, abordar por qué se ha dado esa circunstancia, ese episodio de psicosis.
Explicar todo con mucha psicoeducación, mucha cercanía, empatía, aportando seguridad y confianza, desmitificando las ideas preconcebidas sobre la psicosis, para evitar que surja el miedo.
Ayudarle a entender cómo funciona nuestro cerebro y los mecanismos psicológicos por los cuales esto ha acabado teniendo lugar, y hablarle de la importancia de prevenir que se repita. Es más probable que tenga un episodio quien ya lo sufrió que quien nunca lo ha experimentado.
Pero también huir del alarmismo explicando que en la mayoría de los casos no se repite.
El problema de la adicción representa un factor de gran peso cuando existe psicosis asociada; aunque no es el único, así que debemos huir del reduccionismo en este aspecto. Por eso hay que trabajar desde el primer momento en la superación de la adicción con gran dedicación.
Y superar la adicción no es sólo dejar de consumir. Lograr la abstinencia es lo básico, pero se trata de un trabajo mucho más integral y transversal en la vida de la persona. Esencialmente, de deconstruir viejos sentidos y creencias y construir nuevos sentidos de la propia identidad, que es algo importantísimo. Pero también nuevos significados del propio lugar en el mundo y de la propia vida.
Tratar la adicción tras el episodio de brote psicótico exige:
De este modo, se trabaja en paralelo la problemática con las sustancias de abuso y los factores que la generaron y mantuvieron, y los factores relacionados con el desarrollo de psicosis en sí. Estos factores son tanto conductuales, como la higiene del sueño o la implicación en diversas actividades, como emocionales y cognitivos. Y muchas veces se solapan con los involucrados también en la adicción.
Cada caso es diferente y el modo de abordarlo debe ajustarse a sus características para que el tratamiento resulte efectivo. Debemos intervenir siempre basándonos en la evidencia científica, pero no existe un ABC universal de la intervención.
12. En el tratamiento de brotes psicóticos se administran benzodiacepinas y antipsicóticos.
¿Qué medicación se emplea para tratar un brote psicótico?
Se administran básicamente benzodiacepinas y antipsicóticos, estos últimos siempre que sea estrictamente necesario por sus efectos secundarios. Desde luego, los ansiolíticos ayudan sobremanera a la persona a calmarse y poder pensar con mayor claridad. Además, los antipsicóticos tardan más en hacer efecto, y si bien generalmente lo hacen, será en diferente grado dependiendo del fármaco en cuestión y la dosis administrada en relación con muchas características del paciente.
Tampoco hay un ABC a la hora de administrar la medicación concreta: depende de muchos aspectos del caso, de su evolución, y de la elección del clínico.
13. Las secuelas más graves de un brote psicótico son de tipo psicosocial y emocional, entre las que se incluyen las resultantes de la estigmatización de este tipo de episodios y el encasillamiento dentro de un diagnóstico psiquiátrico relacionado con la psicosis.
¿Cuáles son las secuelas de un brote psicótico?
Haber experimentado ya una crisis de este tipo establece en el cerebro unas vías de actuación que pueden conducirle a repetir un episodio similar. Es un funcionamiento que puede volver a ocurrir, sea por consumo de sustancias o por otro tipo de factores que también causan alteraciones fisiológicas (estrés, no dormir…). Si bien lo más frecuente es que sea un episodio aislado.
Durante mucho tiempo se ha asumido que los episodios de psicosis tenían secuelas irreversibles, como si de un trastorno neurodegenerativo se tratase. Obviamente todo deja su huella fisiológica y es importante saberlo, al igual que la deja el propio consumo de sustancias.
Pero cada vez son más los estudios que apuntan en la dirección de que la plasticidad neuronal llega a límites que no imaginábamos. Y con frecuencia aquellos estudios estaban mostrando secuelas que tienen más que ver con una falta de rehabilitación o un excesivo consumo de fármacos.
Desde luego que es mejor prevenir que curar, y que depende de la persona en concreto y de cómo sea el episodio. Pero por mucho que lo fisiológico sea importante, las secuelas de estos episodios con mayor impacto directo en la vida son las de tipo psicoemocional y psicosocial. Sobre todo, porque son las más frecuentes y las que producen un mayor cambio global y negativo en la vida de la persona.
Tras experimentar ese episodio, a menudo por lo que le han contado tras vivirlo, la persona puede ya no sentirse la misma. Es decir: puede cambiarle el autoconcepto, distorsionarse su identidad por su miedo, tan arraigado en el imaginario colectivo, a “ser un esquizofrénico”. Una expresión que en sí misma resulta estigmatizante. Cuando en realidad nadie “es”, per se, un “esquizofrénico”.
También puede cambiar la visión que los familiares, amistades u otras personas cercanas tengan de la persona. Incluso que ella sienta que ha cambiado, aunque no sea realmente así. Lo que sucedió durante el propio episodio puede tener sus propias consecuencias, por ejemplo, si la persona dijo determinadas cosas, o si vinieron a buscarle y lo vieron los vecinos.
Asistimos, sobre todo, a secuelas enormes en el área laboral o académica. Con demasiada frecuencia vemos que la persona deja de trabajar o de estudiar. O bien corta con las conexiones que previamente tenía con la sociedad y con una realidad funcional y adaptativa, aunque fueran pocas. Esto es lo peor, porque desarma los andamios que sustentan la recuperación y previenen de un próximo episodio.
Otra cosa es que la persona se tome un descanso, pero para tratarse, y, lo antes, posible recomenzar su actividad. Si no es así, todo lo mencionado genera que a menudo se desencadenen síntomas de corte depresivo. Y como algunos síntomas negativos de esquizofrenia son fenómenos psicológicos presentes en la depresión, a menudo estos casos evolucionan hacia crear cuadros de trastornos del espectro de la esquizofrenia.
Esos síntomas compartidos por la depresión y la esquizofrenia son, por ejemplo, disminución de la expresión afectiva y de reacción, pérdida del disfrute ante estímulos, actividades que antes lo generaban, pérdida de interés…
Y es que el fenómeno del engulfment (engullimiento en inglés) es muy peligroso. Esto implica que la persona y su vida se vean imbuidos en un diagnóstico o en determinado aspecto relacionado con la salud mental o haber tenido un episodio de estas características. La persona es muchísimo más que eso.
Han transcurrido en su vida determinadas circunstancias que le han llevado a aferrarse al consumo como si fuera su tabla de salvación. Muy bien, a cualquiera puede pasarle. Y fruto de esas circunstancias, del consumo y de que es una persona con emociones y cogniciones, se ha producido una crisis psicótica. Pero de la misma forma que se pudo haber producido una crisis de ansiedad.
Esto es muy importante de abordar en consulta, pero en la mayoría de los casos suele ignorarse asumiendo unas ideas de enfermedad o de “tara” individual, de cronicidad, de incapacidad y dependencia, que la evidencia científica cada vez destierra más. Con los recientes enfoques dirigidos a la reconstrucción de la persona y la recuperación de la salud mental, las tasas de cronicidad y dependencia están disminuyendo. También es cierto que cuanto más tarde se intervenga, más complicado va a ser; lo importante es actuar cuanto antes y dar prioridad a la intervención psicológica y psicosocial.