Cómo afecta psicológicamente no tener trabajo

Cómo afecta psicológicamente no tener trabajo

El trabajo es la principal forma de conseguir un sustento para nosotros y nuestra familia. Sin él no podemos asegurarnos un mínimo de calidad de vida. La mayoría de las personas lo ven como una obligación y muy poco son los afortunados que pueden disfrutar de su profesión. Sin embargo, independientemente de que nos guste o no, el no tenerlo afecta psicológicamente a nuestra salud.

En el fondo, el trabajo nos hace sentir mejor

Aparte de ganar dinero, el trabajo nos aporta salud psicológica y emocional, como dice el refrán "El trabajo dignifica", en el sentido de que tener un trabajo hace que la persona consiga sacar toda su potencialidad cuando tiene un trabajo que desempeñar. Gracias al trabajo, las personas se sienten integradas en la sociedad, formando parte de un todo. Se sienten identificados con otros en su misma situación y que están haciendo algo beneficioso como parte de la sociedad, aunque sea con las labores más simples.

¿Por qué mejora nuestro estado de ánimo?

- Cuando la persona se implica en un trabajo se da cuenta del esfuerzo que conlleva y de que tiene que desarrollar una serie de habilidades si quiere obtener buenos resultados. Su sensación de valía se incrementa a medida que lo va dominando.

- Al tener un sueldo puede alcanzar a un nivel de vida digno (o al menos debería).

- El empleado desempeña un rol y si le gusta puede acabar identificándose con él y con su empresa.

Perder un trabajo causa tanto a nivel físico como emocional efectos negativos como los siguientes.

1) Confusión ante la pérdida del empleo

Cuando uno va al paro, lo normal es que al principio se sienta confuso y desorientado, puede que esta situación le dure unas horas o puede que sean incluso días. No parece creerse que le ha pasado a ella. Normalmente no suele durar mucho tiempo.

2) Falso optimismo

Cuando la fase anterior termina, la persona entra en otra en la que se siente bien, incluso optimista porque piensa que esa situación al fin y al cabo no va a durar demasiado, que es solo una fase y que enseguida saldrá del paro, por tanto se toma como un periodo de vacaciones donde descansará y seguramente retomará su vida social. Desgraciadamente, pasado un tiempo enseguida se dará cuenta de que no se puede alargar esta situación ya que al final todos sus amigos y familiares acaban retomando sus responsabilidades diarias y él es el único que sigue aislado en esa situación.

3) Incertidumbre y miedo

En esta fase el desempleado se vuelve consciente por vez primera de que su situación puede no ser tan temporal como él había pensado en un principio. Empieza a moverse y a echar currículos, sin embargo, si tras un periodo prudente no recibe llamadas ni respuestas empezará a entrarle miedo sobre si seguirá en el paro mucho tiempo. ¿Y si no encuentra trabajo? ¿Y si a nadie le interesa? En esta fase es común que la persona sienta:

- Malestares físicos: dolores musculares, cefaleas, problemas gastrointestinales...

- Ansiedad, preocupación ante el futuro, angustia.

- Insomnio.

- Tensión e irritabilidad. La persona puede estar un tiempo "a la defensiva" e irascible con todo el mundo.

- Hipersensibilidad hacia la crítica. Cuando los amigos y familiares intentan aconsejarle no se lo van a tomar nada bien.

4) Síntomas depresivos

Tras una temporada sin trabajo y/o con varias entrevistas fallidas la persona puede caer en una espiral depresiva, sobre todo cuando está "siendo mantenido" por otros. Todo comienza con sentimientos de culpabilidad por no poder contribuir económicamente con los gastos. No se sienten socialmente útiles y cada vez hacen menos esfuerzos activos por buscar empleo porque ven que por mucho que se esfuercen no consiguen salir de esa situación. También pueden sufrir lo que se llama el síndrome de invisibilidad, es cuando la persona siente que no importa, que es "invisible" para los demás. Aumentan entonces las críticas hacia uno mismo y los sentimientos de inutilidad, baja su autoestima y entran en un círculo vicioso de malestar. Cuanta menos autoestima tienen menos capaces se sienten de cambiar las cosas y menos esfuerzos harán para ello, por tanto las críticas y malas emociones hacia uno mismo aumentarán. Al final, el individuo experimenta una visión negativa de sí mismo, del mundo y del futuro, con riesgo a poder sufrir una depresión.

¿Y si aun no se ha tenido un primer trabajo?

En el caso de los jóvenes que aun no han tenido su primer trabajo esta situación de frustración les vuelve dependientes de sus padres y puede hacer que entren en una dinámica de pasividad de la que es muy difícil salir. Empiezan a estar cada vez más tiempo en casa dejando pasar las horas y acomodándose a esa situación. La rutina y aburrimiento también los hace más vulnerables a caer en las drogas como una forma de escapar de la realidad. En jóvenes muy preparados la desesperación puede hacer que al final acepten trabajos denigrantes, mal pagados o incluso sin remunerar.

¿Qué se puede hacer?

Cuando el desempleado ha entrado en esta dinámica quizá necesite ayuda psicológica para sobreponerse y que le ayude a cambiar esa perspectiva tan negativa que tiene. Meterse en el papel de víctima sólo empeorará la situación, por lo tanto, lo último que se debe hacer es encerrarse en sí mismo y rendirse. Está claro que nadie va a picar a nuestra puerta para regalarnos un trabajo, tenemos que movernos y seguir poniendo de nuestra parte para ello. Tampoco debemos tomarnos como un fracaso personal el que no tengamos trabajo aun esforzándonos. Actualmente el paro es una realidad social y asumir que la culpa es solo nuestra no nos ayudará a sentirnos mejor.

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