¿Cómo aprendemos a asumir errores?
“Estoy en el jardín con mi sobrino de siete años hablando sobre nuestra huella en el planeta, cómo podemos, con pequeñas acciones, hacer la diferencia y por qué es tan difícil asumir errores. Mientras despejamos y organizamos piedras, flores silvestres y tierra, me cuenta que cuando su papá intenta algo lo resuelve “en el primer intento” y no se explica cómo esto es posible. Nos reímos y pensamos que en parte es porque nosotros “siempre le ayudamos” y cuando el papá llega ya está el trabajo prácticamente hecho.” (Bogotá, 1 de agosto 2020)
Esta reflexión me hace pensar hasta dónde nuestra eficiencia puede impedir que aprendamos a cometer errores y asumirlos. Hemos crecido bajo un marco en donde todo debe ser perfecto y las cosas deben ser entregadas a tiempo. Resulta que tenemos muy poco espacio y tiempo para cometer errores y aprender de ellos.
Reconocer nuestros errores
“En una clase de historia, la profesora estaba explicando la conquista de América y que los españoles fueron los primeros en llegar al continente americano. Uno de los estudiantes levantó la mano y dijo que antes de los españoles ya habían llegado a América los vikingos. La profesora lo negó y el estudiante hizo una investigación profunda pero la profesora no fue capaz de aceptar que estaba equivocada.” (Bogotá, 2015)
Este ejemplo de la vida real muestra la resistencia que muchos adultos pueden tener para reconocer y asumir errores. La profesora del ejemplo perdió la oportunidad de explorar, junto con sus estudiantes, otras versiones de la historia. En el caso del estudiante, validar el conocimiento y proceso de investigación que desarrolló para justificar su respuesta perdió toda la validez ante la negativa del docente. Un giro en estas pequeñas acciones, donde se pasa de tener un “conocimiento único” a investigar y comparar diferentes teorías, resulta esencial para fortalecer la curiosidad y el desarrollo del pensamiento crítico tanto en los estudiantes como en el docente.
La construcción del conocimiento ocurre y puede evolucionar en la medida en que es posible reconocer errores pasados. Como adultos, tenemos la posibilidad de enseñar este importante paso que no sólo es clave para el desarrollo académico de los estudiantes, sino que ayuda a construir su confianza y a crear un vínculo aún más estrecho y lleno de respeto. Asumir y corregir un error, contrario a lo que pueden sentir muchos docentes, no les quita autoridad, sino que los empodera y acerca a sus estudiantes.
Construir conocimiento a partir del error
¿Qué hacemos y cómo acompañamos a nuestros hijos y estudiantes en este proceso? Es muy importante que como adultos aprendamos a reconocer que nos equivocamos y compartir esas experiencias con nuestros hijos o estudiantes. Cuando lo hacemos y asumimos nuestros errores, nos hacemos responsables de nuestras acciones en vez de delegarlas en otros. Este proceso no solo nos hace ser más flexibles sino que, a través del ejemplo, nos permite compartir con otros el valor y la importancia de equivocarnos.
El aprendizaje también ocurre cuando nos permitimos reconocer cómo nos sentimos cuando nos equivocamos. Nuestras emociones nos ayudan a fortalecer el carácter y el desarrollo de la empatía. En esta cadena de “acción reacción” es importante prestarle atención a las sensaciones que tenemos en nuestro cuerpo, donde sentimos el dolor, la ira, la frustración o la tristeza, o si nos dan ganas de llorar o gritar.
Aprender a asumir errores nos permite observarnos, sentirnos y entender que todo pasa. Cuando nos damos un espacio para sentir las emociones y dejar que se disuelvan respirando profundo, estamos tomando el control y asumiendo un rol activo. Revisar que está en nuestras manos para resolver el error resulta esencial para aprender de él y seguir adelante.
¿Por qué vale la pena equivocarnos?
A lo largo de la vida, una de las metas que muchos tenemos es hacer las cosas perfectas. En el afán de conseguirlo, cuando cometemos errores nos frustramos y las emociones que sentimos suelen ser negativas. Una vez las dejamos pasar, tenemos la posibilidad de volver a intentarlo o abandonarlo. Este instante resulta clave para valorar y asumir el error como un aprendizaje.
Compartir estas experiencias con otros fortalece nuestras conexiones y lazos porque nos permite ver que los otros, al igual que nosotros, son imperfectos. Cuando reconocemos que cometemos errores y sabemos que podemos aprender de ellos, validamos la importancia de asumirlos en nuestras vidas y procesos personales para seguir trabajando en la mejor versión de nosotros mismos.