Ser parte de un engranaje pese a la adversidad

Cuando se trabaja en un equipo hay que pensar, ante todo, que somos seres de carne y hueso. Y los humanos somos imperfectos por naturaleza. En ninguna universidad se enseña cómo lidiar con egos y con razonamientos fuera de toda lógica.

Tras pasar por algunas experiencias caóticas en el mundo editorial, me puedo sentar a escribir sobre un tema del que no se habla y que se esconde bajo la alfombra, porque —dicen— lo que importa es que se hizo el trabajo y salió bien. ¿Salió bien? ¿A costa de qué?

Si la persona que coordina no tiene experiencia, difícilmente se logrará un proyecto exitoso; sin embargo, si esa persona a la que llamaremos coordinador/a editorial tiene voluntad de hacer las cosas, se apoya en su equipo o reconoce que no puede, el proceso culminará en la fecha prevista. La responsabilidad de editores, diagramadores, correctores, ilustradores y otros más del equipo es clave para acabar a tiempo y entregar un producto satisfactorio, pese a todo.

Contrariamente, una persona orgullosa, además de ignorante (que desconoce el trabajo para el que se le ha designado), que no dialoga, que discute sobre lo que no sabe y no acepta críticas ni consejos garantiza el fracaso. La cabeza del equipo es líder, por eso reúne, no separa; organiza, no destruye.

La experiencia nos va dando pautas para alguna vez ser un engranaje en esa gran cadena llamada equipo editorial; en ese camino, nadie nos prepara para afrontar situaciones como la descrita. ¿Y si abandono? ¿Y si sigo adelante porque necesito el dinero? Preguntas complejas que cada quien evaluará. Como correctora, he pedido varias veces que quiten mi crédito en un proyecto que desde el inicio se sabía que sería un fiasco, porque quien estaba a cargo era un ser incompetente y ególatra. ¿Cómo prevenir que me ocurra nuevamente? Para eso no tengo respuesta.