Chau amigo, maestro y director

Chau amigo, maestro y director

Este sábado 28 de cuarentena te llevó. Como si no hubieras tolerado la pasividad de nuestras amadas profesiones, la falta de protagonismo en una pandemia que lo que más necesita son bioquímicos y farmacéuticos.

Tal como nos enseñaste en 2001 y 2009, si ésta vez hubieras liderado la crisis, la Facultad, la Confederación y el Sindicato (hasta el Ministerio) te hubiéramos seguido, sea testeando a la gente en la calle, fabricando alcohol gel, Paracetamol y Cloroquina, controlando la temperatura o vacunando contra gripe y nemonía para defendernos del virus.

Cuanta revolución hicimos (hiciste) en nuestra Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires: la transferencia tecnológica, los análisis clínicos en el hospital escuela, la Reingeniería de las profesiones, la atención farmacéutica, la farmacia escuela Rivadavia, el aumento de publicaciones científicas, la novedosa atención bioquímica y la enorme cantidad de servicios científicos y tecnológicos que, para la comunidad, hoy son imprescindibles.

Muchos decanos y rectores copiaron (y copian) tu exitosa gestión, sólida científicamente y viable económicamente. Incorporando, por fuera del magro presupuesto, equipamiento, instrumental y tecnología de última generación para hacer la mejor extensión universitaria.

Es decir, vos no te dedicabas solo a graduar farmacéuticos y bioquímicos, vos veías lo invisible y hacías lo imposible para hacerlo realidad.

Mira si habrás sido un distinto que hasta me doctoraste, algo que era más difícil que pagar la deuda externa en una sola cuota.

En mi familia no pasa más de una semana sin que suene tu nombre. “Qué diría Alberto en este caso…? “

Sé que todos partimos, pero me dejaste solo. En mi inconsciente siempre me sentí libre y seguro profesionalmente porque estabas ahí. Ahora veremos.

Sigo tus consejos sabios, “siempre jugate por la salud y la vida de la gente, que valen más que un título y matrícula profesional.”

Gracias por esas noches eternas en tu despacho de Decano que me enseñaron tanto.

Lástima que por la maldita cuarentena no puedo darte un beso de despedida.

Chau eterno Decano ALBERTO ANTONIO BOVERIS, nos vemos arriba.

Marcelo

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