Civil (II)- Hacia una nueva ingeniería

Civil (II)- Hacia una nueva ingeniería

Civil (II)

¡Feliz año nuevo! Espero que hayas entrado en el 2023 con buen pie. Han pasado casi tres meses desde que escribí mi último boletín. Decidí tomarme un descanso pero nunca pensé que me costaría tanto volver a enfrentarme a la página en blanco. En cualquier caso, estamos de vuelta y con las pilas cargadas. Para refrescarte la memoria y orientar a quienes se han suscrito recientemente, este artículo es la continuación de una crítica que escribí hace unos meses hacia el sector de la infraestructura pública, o ingeniería civil. Ese texto trataba de las razones por las que creo que esta rama de la ingeniería necesita una transformación radical para adaptarse a los nuevos tiempos y jugar un papel importante en la transición hacia una cultura sostenible. La crítica, aunque necesaria, es sólo el primer paso, el más fácil. Hoy toca proponer:

-       Hay que involucrar a las comunidades, antes y de manera significativa: En el modelo actual, las administraciones públicas y las ingenieras/os planean proyectos en un proceso que puede durar décadas, en el caso de las grandes infraestructuras (presas, aeropuertos, ferrocarriles), desde que se proponen hasta que se ejecutan. Según cada país, la ley obliga a informar y/o consultar con la población acerca del proyecto en determinadas fases. Muy a menudo, la consulta suele ser tarde, irrelevante e infantil. He asistido a reuniones comunitarias en las que el equipo consultor pregunta acerca de cuál de las tres opciones para el diseño del parque o carretera es la preferida. Lamentablemente, suele ocurrir que las tres opciones que te dan a elegir ni siquiera son opciones, sólo son variantes sobre un mismo tema para dar la ilusión de que tienes poder de decisión. En ese momento, las administraciones ya han invertido décadas y millones en estudiar el proyecto (y en usarlo con fines electorales), y ya es demasiado tarde para cualquier cambio significativo. Incluso suele pasar que el presupuesto disponible para la ejecución de la obra ya ha sido prefijado antes de la consulta pública. ¿Realmente ese es el mejor lugar para el parque? ¿Por qué invertir en un nuevo parque en lugar de mejorar los que ya existen en el barrio? Ya es tarde para ese tipo de preguntas. Hay que involucrar a las comunidades antes, desde el momento en que los proyectos son meras propuestas, y darles voz y voto antes de invertir millones y años en estudios de alternativas o diseños preliminares. Las Asambleas Ciudadanas para el Clima en Europa o los Presupuestos Participativos de Barcelona son un buen ejemplo.
-       Transparencia radical en los procesos: La inversión pública es pagada con impuestos, y como tal, debe rendir cuenta a la ciudadanía. Cualquier persona debería ser capaz de acceder a cualquier contrato público a través de internet, ver qué ofertas hubo, quién ganó, por qué y cómo la propuesta compara con el resultado (y el presupuesto) final. Las administraciones públicas deberían publicar mensualmente el estado de cada obra pública licitada, explicando por qué una obra no cumple los plazos o el presupuesto, y penalizar a las empresas contratistas que no cumplan los contratos. Todo con lenguaje claro y sencillo. El ejemplo más universal y reciente es la pandemia, con el seguimiento y publicación de información con lenguaje accesible en tiempo real. Las herramientas digitales actuales permiten todo esto, sólo falta el compromiso por parte de los gobiernos.
-       Alinear las inversiones en infraestructura con los objetivos de impacto social y sostenibilidad:  Más allá de hacer obras por inercia, intereses políticos o económicos, necesitamos que las inversiones en infraestructuras sean coherentes con los objetivos sociales, ambientales y económicos de una comunidad o país. Cada obra civil, por su magnitud y su huella ecológica, representa una gran oportunidad para avanzar (o alejarnos) en la transición hacia una sociedad más justa y sostenible. Las infraestructuras necesitan ser evaluadas de acuerdo a indicadores que muestren su necesidad, cómo benefician a la sociedad y su coherencia con los planes de acción climática. Casi todos los países tienen, o dicen tener, un plan para conseguir un balance de cero emisiones en un futuro más o menos cercano. Muchos de esos países siguen planeando y construyendo infraestructuras que les alejan de ese objetivo, como ampliaciones de aeropuertos o apertura de áreas naturales al desarrollo urbanístico. Las administraciones tienen que romper esta inercia de inversión pública basada en anticuados modelos desarrollistas y asumir que los efectos del cambio climático, ya aquí presentes, requieren nuevas infraestructuras, descentralizadas, más versátiles, más adaptativas, más verdes. Las/os profesionales de la ingeniería tienen que entender que “no hacer” también es una opción, y que la demolición de infraestructuras va a tener más glamur que cualquier proyecto estrella.

Gracias por seguir leyendo. Ya se han cumplido dos años desde que inicié este proyecto y tengo una larga lista de temas por abordar en los próximos meses. Nos vemos en dos semanas.

Hasta pronto,

Jose

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