Cogito ergo sum
Pienso, luego existo
Eso dijo Don René, y por cientos de años hemos debatido sobre qué carajos quiso decir.
Y es que el ego humano nos impide ver el bosque, cada individuo se siente único, importante e irreemplazable; en algunas ocasiones hasta se sienten el centro de atención, de la vida, de la sociedad, del universo.
Pero la realidad es cruda.
La conciencia es un subsistema secundario del cuerpo humano, un órgano más y, temo decirlo, no es un órgano vital.
La conciencia, aquella que ama, sufre, imagina, sueña, aspira y se ríe cuando ve videos de alguien lastimándose, surge como una necesidad de supervivencia.
El cuerpo humano es una construcción de células que trabajan en sincronía para mantener al conjunto con vida. Todos los sistemas del organismo tienen el único objetivo de preservar la vida. El sistema nervioso cumple la importante función de coordinar los esfuerzos motores de todas las células para reaccionar al peligro, ejecutar tareas como la alimentación, defecación, respiración, digestión y un gran etcétera. Si el sistema nervioso deja de funcionar el resto de los sistemas comenzará a colapsar por la falta de coordinación y, eventualmente, todas las células del organismo morirán.
El sistema nervioso es vital para la supervivencia del organismo, pero el sistema nervioso no es la conciencia, sino que esta depende del primero para existir. El sistema nervioso provee una gran capacidad de procesamiento de datos y almacenamiento de memoria necesarios para poder recopilar la información recolectada por cada uno de los sentidos, evaluar la situación y tomar decisiones lógicas. Todo este sistema es capaz de funcionar sin la necesidad de una conciencia siempre y cuando el ambiente sea idóneo, es decir, que el organismo cuente en su medio ambiente con todo lo necesario para sobrevivir: Alimento, refugio, condiciones climáticas favorables.
El ser humano, al carecer de un ecosistema propio, no encontrará condiciones adecuadas para su supervivencia en ninguna parte, por ello requiere vivir en una sociedad que tenga la capacidad de alterar el entorno para adaptarlo a las necesidades humanas.
Vivir en una sociedad humana requiere una alta capacidad de comunicación. En promedio un humano conoce unas 60,000 palabras, muchas de ellas con múltiples significados y que se combinan en una infinidad de frases para interpretar cualquier idea. Interpretar el lenguaje humano requiere de una serie de algoritmos que deben combinar los datos recopilados en tiempo real, la información recopilada en el pasado, prospección del futuro, abstracción de conceptos, antropormofización y muchos otros que escapan a las capacidades de cualquier estructura lógica; la conciencia nace de esta necesidad de adherirse a una sociedad.
La conciencia es necesaria para la supervivencia del organismo, mas no es indispensable. En casos de extremo peligro el sistema nervioso puede destinar toda su capacidad de procesamiento a tareas esenciales a fin de sobrevivir, apagado la conciencia temporalmente; este estado de inconsciencia también puede ser inducido usando fármacos; una lesión cerebral accidental puede reducir o eliminar la capacidad del sistema nervioso para crear una conciencia.
Hasta este punto es hasta donde avanzó nuestro querido Don René hace cientos de años y nosotros, simples mortales, apenas comenzamos a vislumbrar lo que él quería decir.
¿Quién soy? soy quien escribe estas palabras. ¿Quién eres? eres quien las está leyendo. ¿Existo? ¿Existes? No soy mi cuerpo, soy la conciencia que existe dentro de este cuerpo. No eres tu cerebro, eres la conciencia que lee estas palabras.
La conciencia tiene la capacidad de pensar, es un efecto secundario que resulta de juntar todos esos algoritmos. Pero la conciencia no es el algoritmo ni el conjunto de algoritmos ni el sistema nervioso ni el cuerpo. Entonces: ¿Quien soy?
Aquí es donde René Descartes se responde a sí mismo con un "Pienso, luego existo". Su respuesta es que una vez que los algoritmos entran en funcionamiento ocurre el fenómeno del pensamiento, y con este fenómeno nace la conciencia.
Los algoritmos cumplen su función: recopilan información, identifican información cifrada, descifran la información, identifican la intención del mensaje, elaboran una respuesta, la cifran, ordenan la transmisión de la respuesta. Pero en medio de todos ese complejo procesamiento hay algo más. El pensamiento puede considerarse un algoritmo autocontenido que mantiene en funcionamiento todo el sistema mientras no se está utilizando para así mantenerle listo y entrenado. El pensamiento se retroalimenta a si mismo y es en este circuito de autoestimulación donde radica la conciencia.
"Cogito, ergo sum" es la síntesis de la realidad de que somos un elemento efímero, un accidente de la naturaleza, una simple coincidencia.