Colombia: país de mujeres

Colombia: país de mujeres

Después de haber recorrido 3426 kilómetros de Colombia, de punta a punta, y de haber dedicado más de 100 horas de mis últimos fines de semana, como tallerista para inspirar a más de 300 mujeres en el uso de la tecnología en sus emprendimientos, causas y movilizaciones, debo decir que la inspirada soy yo. 

Han sido ellas las que me han inspirado a mí a continuar con mi trabajo, a creer que es posible cambiar un país, desde los hogares, desde la economía informal, desde lo femenino.

De mujeres Wayúu, Arawak, Afro, campesinas, Emberá, raizales, mestizas, víctimas y desplazadas he aprendido que Colombia es un país de mujeres, y que en nuestras manos está el poder de cambiarlo todo. "Las mujeres tenemos que arreglar el país, porque los hombres se entretuvieron jugando con política", dijo una de ellas en San Andrés.

Entre muchos entendimientos, descubrí que, sin importar la raza, la ubicación, ni la condición económica, las mujeres están despertando, están aprendiendo a unirse y que no piensan volver a atrás. Aprendí que, entre muchas cosas:

Están cansadas del machismo, que se están liberando, de forma física y mental y que las TIC les han dado herramientas.

Qué han sido heridas y lastimadas, han vivido cosas muy duras, pero han salido adelante, son re silencia pura.

Qué han sido abusadas, desplazadas y forzadas. Qué han tenido que comenzar de nuevo, sin enseres, sin tierra y sin dignidad, pero poco a poco lo van recuperando todo y demostrando que se puede volver a empezar. 

Qué son artesanas, desde la necesidad hasta la virtuosidad. Hacen con sus manos un futuro para los suyos, ya sea por tradición de una etnia, o por aprendizaje en Youtube.

Que, aunque no tengan estudios, no son ignorantes,son tesoreras de saberes infinitos: recetas, remedios, rurales, y un sinfín de secretos.

Que lo más bonito que tienen es la sonrisa, porque es sincera y siempre llena de esperanza. 

Que una vez que comienzan a reír no paran, que su risa es estridente, es casi un grito de guerra, una consigna y una promesa.

Que cantan todo el tiempo, mientras trabajan, al comenzar las jornadas, para arrullar a sus hijos. Qué han hecho de la música su terapia y con ella comparten parte de lo que llevan dentro.

Que están orgullosas de lo que son y han hecho: de su color, de raza y de los hijos que ha parido y sacado adelante.

Muchas han sido madres casi niñas, y como niñas, siguen asombrando se de cada cosa nueva que aprenden. No tienen miedo a llevar a sus hijos consigo, atravesando ríos o selvas, siempre a cuestas, para ir a trabajar o capacitarse.

Que tienen vidas duras, bajo el sol, en la lluvia, en condiciones agrestes pero no se varan ni dejan pasar hambre a los suyos. 

Por estas razones, estoy convencida que el camino de la paz tiene forma de mujer y que se construye paso a paso, desde los pequeños saberes, desde la tecnología como instrumento y como voz. Con mujeres cada vez más unidas e inspiradas llegaremos a tener una Colombia más productiva, más critica, más defensora, más protectora de la pequeña infancia, más independiente y Sorora.


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