Compañeros...
Hay personas que tienden a creer que en la empresa en la que trabajan hacen amigos.
Quizás el tamaño de estas hace que eso sea más o menos verdad. O por lo menos acrecienta la ilusión de que es cierto.
Cuando la empresa es grande, uno debería aprender mientras permanece en ella a distinguir entre conocidos, saludados y, siendo muy cuidadoso, amigos. Lo que si se tienen es compañeros.
Sin embargo, esta tarea de discernir entre estos niveles de cercanía no es sencilla. En una empresa grande, las dinámicas laborales suelen disfrazar los verdaderos vínculos. Las charlas en la máquina de café, las bromas compartidas en los pasillos y los almuerzos improvisados en el comedor o en restaurantes cercanos, pueden dar la falsa impresión de camaradería profunda. Pero ¿cuántas de estas personas se quedarán cuando cambien las circunstancias?
Cuando se ha trabajado en una multinacional, uno se ríe, pasa momentos duros y comparte horas interminables de trabajo con sus compañeros. Cuando se decide cambiar de rumbo profesional o simplemente la edad hace que se termine la relación, es sorprendente ver cuán pocos de ellos te buscarán después de tu partida. Es entonces cuando se comprende que, en el mundo corporativo, las relaciones muchas veces están atadas al espacio común y a los objetivos compartidos, más que a un interés genuino.
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Pero no todo es desolador. Entre los conocidos y los saludados, a veces se encuentra a esos pocos que trascienden. Esas personas con las que, de manera casi mágica, se puede hablar más allá de los proyectos, los plazos y las reuniones. Con ellas, el vínculo se siente menos forzado y más auténtico. Esos son los amigos que la empresa podría regalar, aunque con cautela. Porque son pocos. Muy pocos.
También está el otro lado de la moneda: quienes confunden compañerismo con confianza plena y abren de par en par las puertas de su vida personal, solo para descubrir que sus "amigos" se convierten en eco de rumores o cómplices de disputas por una promoción. La competitividad puede envenenar las relaciones y exponer la verdadera naturaleza de las personas.
Así, trabajar en una gran empresa puede ser una lección constante sobre relaciones humanas. No es solo un lugar para construir carreras, sino también un espacio que pone a prueba la capacidad de las personas para leer entre líneas, distinguir intenciones y aceptar que, aunque no todos son amigos, eso no les quita valor. Porque incluso los conocidos y los saludados tienen su papel: ellos son los que hacen más llevadera la rutina, quienes prestan oídos en los días difíciles y con quienes se comparten pequeñas victorias cotidianas.
En última instancia, la clave está en entender que no se trata de cuántas personas se quedan a tu lado, sino de saber apreciar quiénes son las que realmente están dispuestas a permanecer, incluso cuando pensabas que, aunque sea poco, algunos deben recordar con agrado el vacío que dejas.