CONSIDERACIONES DEL AUTOR EN RELACIÓN AL SISTEMA EDUCATIVO, DE ACUERDO CON LA TRAMA DEL LIBRO II

EL relato es una ficción que vive un profesor de Secundaria, en concreto de la Especialidad de Formación y Orientación Laboral, (Gilberto), en el seno de una clase de cuarto curso de ESO, en la asignatura de Iniciación a la Actividad Económica y Empresarial, en un IES de la profunda Andalucía, la del interior.

Bien pudiera ser de la cuenca minera de Huelva, del Valle de los Pedroches de Córdoba, la campiña o la Vega del Guadalquivir de Sevilla, la Loma y las Villas.

O Sierra Mágina en Jaén, el altiplano de Granada, la comarca de Antequera o Serranía de Ronda en Málaga, los Vélez o el Valle del Almanzora en Almería, o la Sierra de Cádiz o Campiña de Jerez.

 

La trama entiende el autor que se reduce a la explicación de una primera clase, expresada al detalle, en toda su extensión.

 

Este relato se realiza desde el amor por la profesión, y sobre todo, el amor al alumnado.

 

El autor huye de la posibilidad de que personas concretas pudieran verse reflejadas e incómodas.

Porque no contempla como criterio de vida incomodar a nadie.

Es una cautela la estructura de la trama.

Por ello se pasa directamente a una profunda vivencia al final de curso en la que Jose y Gilberto le dan un repaso a lo acontecido durante el curso. El profesor no duda en exponer fundamentales conceptos del Humanismo moderno, para dar salida a respuestas que Jose demanda a gritos sin decirlo.

 

El autor señala su particular visión sobre la actual educación, donde para la comunicación con el adolescente se hace necesario que el adulto-formador tenga la intención de empatizar, y además con honesta motivación.

 

El adolescente se muestra al mundo absolutamente esclavo de los automatismos que radican en su subconsciente, y son la consecuencia de un desarrollo superior de la zona cerebral responsable de sentimientos y emociones.

 

Así, toman carta de naturaleza egoísmos atroces, contestaciones impensables en seres humanos una vez que se estabiliza el desarrollo normal del cerebro, superada esta crítica edad.

 

Y el autor piensa que sería importante que nociones de gestión de emocional, incluso de la biología consecuente con dichas emociones, fueran impartidas dentro de un conjunto más amplio de nociones correspondientes a la educación emocional en todos y cada uno de los niveles educativos.

 

Evidentemente no se trata de justificar lo injustificable. Se trata de que todos los agentes involucrados conozcan realidades que nos aportan las ciencias que estudian la mente y el comportamiento humano, para colaborar en el necesario entendimiento.

 

Un adolescente no comunica emocionalmente más que lo que le interesa, y cuando le interesa. El adulto que recibe esa comunicación se limita a utilizar conectores verbales o no verbales, para que no pare la fiesta. Porque una fiesta, y llena de magia, es que un adolescente comunique.

 

El adulto es esencial que se abstenga de enjuiciar, y que se limite a escuchar. Debe continuar su vida como si lo que escucha no pasara, provocando que no se pare la comunicación. Darle normalidad.

 

Si piensa en corrección, podrá hacerla, asertivamente, en otro momento diferido en el tiempo. Y por supuesto que deberá hacerla si lo cree oportuno.

 

El adolescente puede y debe recibir información útil.

 

El adulto debe saber que será breve, directa y clara, sin que admita dudas. Y salir de escena.

 

Para ello, las fotos por whatsapp son muy útiles. Y la imaginación.

 

Por ejemplo, una nota, que además saque una sonrisa de nuestros adolescentes, pegada en un lugar donde se sepa que nuestro hijo, nuestro alumno, acudirá.

Concisa, recordando quizás alguna obligación que en otro momento admitió.

 

La comunicación intrascendente del adolescente con adultos es la unión para mantener unas relaciones que son difíciles por naturaleza. Se trata de hablar sobre cuestiones en las que no se vean involucrados los que se están comunicando.

Recomiendo para ello que el adulto se informe en relación con los gustos del adolescente, con sus hobbies, los juegos de móvil que utiliza, o cualquier materia en la que utilice su tiempo.

 

Son nuestros deberes… Investigar y saber sobre lo que nos consta que hace brillar los ojos de nuestros hijos y alumnos, sean juegos del móvil, música, deportes…, lo que sea.

Esa comunicación intrascendente hará que los lazos no se rompan.

Y cuando superen la adolescencia, recuperen valores que adquirieron con anterioridad, volveremos a estar ante maravillosos seres humanos, que en realidad nunca dejaron de serlo, pero que pasaron una fase en la que actuaron solamente por emociones, con las consecuencias que tiene.

 

 

Volviendo a la necesaria educación emocional, que anhelo, también pienso que no sería necesaria en Bachillerato o en Formación Profesional, para los que arrastren esas enseñanzas desde infantil y primaria.

 

El ejemplo de empezar proyectos en infantil y primaria lo vemos con claridad en el bilingüismo.

 

Hace unos años empezamos en todos los niveles y las clases bilingües, en multitud de ocasiones, eran más un cartelito en la fachada del Instituto que otra cosa.

 

Hoy hay líneas donde realmente existe consolidado el proyecto, y cada vez existirá más seriedad en esa cuestión.

 

El autor de este libro observa, respecto la educación emocional, que en el momento actual, es perentorio, urgente, por múltiples motivos.

 

Haber sido entrenado el alumnado en la gestión de sus emociones, y haber adquirido competencias para el trabajo en equipo y para la convivencia en el seno de la empresa influye decisivamente en la búsqueda de empleo.

Incluso antes, ante inverosímiles realidades. Por ejemplo, al constatar cómo alumnado de una edad madura, (cuarenta, cincuenta o más años), es capaz de derrumbarse literalmente ante la presión de una simple prueba de clase, olvidándose de que sacó en soledad adelante a una familia completa en el pasado, con varios hijos a los que logró sufragar milagrosamente una formación universitaria.

 

Realidades como ésta son susceptibles de atajarse con nociones sobre educación emocional, las “modernas” soft skills o habilidades blandas, así denominadas para diferenciarlas de los conocimientos técnicos de las profesiones, o hard skills.

Las anteriores son demandadas en los candidatos a puestos de trabajo por los servicios de Recursos Humanos de las grandes compañías y servicios de reclutamiento. Estas competencias, en realidad, se relacionan con la psicología, pedagogía y filosofía basadas en lo que se escribiese hace muchos siglos.

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