Corporaciones: el lucrativo juego de unos cuantos

Corporaciones: el lucrativo juego de unos cuantos

“Lo que mal inicia, mal acaba”, decía mi bisabuela. Esa fue la primera frase que vino a mi mente cuando descubrí el origen de la creación de las primeras corporaciones europeas en el siglo XVII, el cual —quizás para sorpresa de nadie— no fue un proceso pacífico ni simplemente una evolución natural del comercio. Estas entidades, como las Compañías de las Indias Orientales y Occidentales, surgieron en un contexto de violencia y competencia feroz por el dominio global. Aunque parecieran haber sido concebidas como una respuesta lógica a las necesidades comerciales de la época, la realidad es que su formación y consolidación estuvieron profundamente arraigadas en la necesidad de gestionar la violencia y los conflictos de manera estructurada.

Estas primeras corporaciones introdujeron innovaciones como la separación entre propiedad y control, y la creación de entidades jurídicas permanentes. Sin embargo, más allá de las ventajas administrativas y económicas, el verdadero impulso para su creación fue la necesidad de organizarse para la guerra y la defensa de intereses comerciales en territorios lejanos. Las compañías no solo comerciaban, sino que también libraban guerras y establecían fortificaciones para proteger sus rutas y puestos comerciales de competidores europeos y locales.

El capital necesario para financiar estas actividades bélicas y comerciales era colosal, y la forma corporativa ofrecía una solución práctica para reunir fondos de múltiples inversores, quienes no necesariamente se conocían entre sí. Esta estructura permitió acumular y gestionar capital a largo plazo, algo crucial para sostener campañas militares y mantener bases operativas autosuficientes en territorios hostiles o poco desarrollados.

Me pregunto, ¿cuánto ha cambiado esto en la actualidad?

Seré honesta: ingenuamente, en algún momento de mi vida, creí que las corporaciones habían nacido para ayudar a las personas a prosperar y así tener una mejor calidad de vida. Sin embargo, hoy, con asombro y cierto terror, me doy cuenta de que al final del día, las corporaciones se gestaron para impulsar principalmente cuatro pilares: poder (power), beneficio (profit), privilegio (privilege) y progreso (progress), de unos cuantos.

En términos prácticos, las corporaciones, tal como las conocemos hoy en día, están estructuradas para maximizar la riqueza de sus accionistas, quienes a menudo pertenecen a la élite económica. Este modelo de propiedad y control, donde solo los accionistas votan por los miembros del consejo y definen el éxito como el aumento del precio de las acciones, ha perdurado porque está profundamente arraigado en el sistema económico global. Los ejecutivos, incentivados con compensaciones generosas, están motivados a cumplir este mandato de incrementar la riqueza de los ricos lo más rápidamente posible. Sin embargo, este enfoque ha demostrado ser insostenible y perjudicial para el bienestar general y el bien público.

Señales fuertes

Incremento de freelancers

A raíz de la pandemia, muchas personas comenzaron a percibir el fétido olor que despiden las corporaciones. Fue como un despertar donde las personas se dieron cuenta de que trabajar cuarenta horas o más a la semana no era resultado de un estudio de trabajo óptimo, sino de una narrativa obsoleta heredada de la industrialización: un sistema diseñado con el propósito de extraer el máximo valor posible de los trabajadores de la cadena de montaje.

Movidas por el deseo de encontrar un equilibrio entre su vida laboral y personal, muchas personas están abandonando sus trabajos de 9 a 5 para trabajar como autónomos. De ahí que la comunidad de autónomos a nivel mundial se esté expandiendo. Incluso los más aventureros han adoptado un estilo de vida de nómada digital —situación que ha derivado en nuevos problemas que abordaremos más adelante—, trabajando desde prácticamente cualquier parte del mundo. Hoy en día, a nivel mundial, hay alrededor de 1.570 millones de trabajadores autónomos.

Steph Smith en X

Auge del movimiento “antitrabajo”

En tiempos recientes, hemos presenciado un fenómeno alarmante: una renuncia masiva de trabajadores de sus puestos de trabajo. Este movimiento, a menudo denominado "la Gran Renuncia", ha estado impulsado por un descontento profundo y generalizado con las condiciones laborales actuales. Las personas se sienten perdidas y desmotivadas en sus lugares de trabajo, lo que las lleva a buscar mejores oportunidades o, en muchos casos, a abandonar el mundo laboral por completo.

Un indicador claro de este descontento es el crecimiento explosivo de comunidades como el subreddit r/antiwork, que ha pasado de tener 13.000 miembros en 2019 a más de 2,7 millones en la actualidad. Este foro se ha convertido en un refugio para quienes están hartos de las malas condiciones laborales, los bajos salarios, la desigualdad social, el capitalismo desenfrenado y los trabajos que perciben como sin sentido. Las discusiones en r/antiwork reflejan una amplia gama de experiencias y frustraciones, desde relatos personales de abuso y explotación hasta debates sobre la necesidad de una reforma laboral más amplia.

El fenómeno no se limita a r/antiwork. Plataformas como TikTok han visto el auge de #quittok, donde los usuarios comparten historias de renuncia y sus razones para hacerlo. Estos testimonios se han vuelto virales, resonando con millones de personas que sienten una desconexión similar con sus trabajos.

Señales débiles

Empresas que valoran la libertad sobre el crecimiento

Gumroad, fundada en 2011 por Sahil Lavingia, ofrece un ejemplo intrigante de cómo una empresa puede prosperar adoptando un modelo de trabajo radicalmente diferente. Tras alcanzar un pico de 23 empleados a tiempo completo en 2015 y enfrentar dificultades financieras en 2016, Lavingia transformó Gumroad en una compañía sin empleados a tiempo completo, sin reuniones y sin plazos estrictos.

Hoy, Gumroad opera con un equipo distribuido de aproximadamente 25 personas, todas trabajando bajo contratos flexibles y sin la estructura tradicional de una empresa. A pesar de esta organización no convencional, la compañía ha logrado generar $11 millones en ingresos anuales, creciendo un 85% año tras año, mientras que sus creadores ganan más de $175 millones al año.

Sin reuniones ni plazos estrictos, los empleados de Gumroad se comunican a través de plataformas como GitHub, Notion y Slack, con respuestas esperadas dentro de 24 horas. Este método requiere una comunicación clara y reflexiva, y cada miembro del equipo puede trabajar en lo que le resulte más divertido o intuitivo, siempre y cuando la empresa siga siendo rentable y continúe lanzando nuevas características.

Empresas descentralizadas

Las DAO son, en esencia, entidades basadas en cadenas de bloques que se rigen por un conjunto de reglas programadas. Estas reglas están codificadas como contratos inteligentes en una cadena de bloques, lo que permite que la organización funcione de forma autónoma sin necesidad de una autoridad centralizada. Las DAO están dirigidas por los miembros de su comunidad, que poseen derechos de voto proporcionales a sus tenencias de tokens en la DAO. Este enfoque democrático de la toma de decisiones resuena en el espíritu de la descentralización, devolviendo el poder a las manos de la comunidad.

Un ejemplo claro es VitaDAO, quien tiene una de las comunidades colaborativas más grandes y activas que rápidamente idea, experimenta y escala innovaciones revolucionarias en las ciencias de la longevidad.

Con 21 proyectos financiados desde su inicio, VitaDAO ha otorgado subvenciones a una variedad de propuestas de investigación que incluyen activadores de la autofagia y su papel en el envejecimiento, reprogramación epigenética y de ARNm, reversión de la enfermedad periodontal, células asesinas naturales con receptor de antígeno quimérico (CAR-NK) y métodos que se dirigen a las células patológicas que impulsan el envejecimiento.

Pensamientos finales

Mientras las fuerzas estructurales que gestaron a las corporaciones sigan vigentes, ninguna cantidad de retórica o regulación externa será suficiente para desviar a las empresas de su mandato actual: crear más riqueza para los ricos, y hacerlo lo más rápido posible. Esta lógica interna de las corporaciones actuales está diseñada para maximizar las ganancias a corto plazo, frecuentemente a expensas de la justicia social, la equidad económica y la sostenibilidad ambiental.

Para cambiar esta dinámica, es fundamental repensar y rediseñar la estructura y la propiedad de las corporaciones desde sus cimientos. Necesitamos concebir un nuevo tipo de empresa o formato, una que priorice los intereses de todas las partes interesadas, no solo de los accionistas. Esto incluye a los empleados, las comunidades locales, los consumidores, el medio ambiente y a otras formas de vida.

Sé que parece casi imposible pensarlo, pero dedica por un momento tu atención al entorno y pregúntate: ¿Cuánto de lo que hay en la habitación está relacionado, directa o indirectamente, con una corporación? Desde la computadora en la que lees este texto hasta la ropa que vistes, la comida que comes e incluso el aire que respiras, es probable que la mayoría de los elementos en esta habitación tengan alguna conexión con una gran empresa. Hace 150 años, la respuesta a esta pregunta habría sido muy poco. La ropa se confeccionaba en talleres locales, la comida se producía en pequeñas granjas y la mayoría de las personas vivían en comunidades autosuficientes. Sin embargo, el auge del capitalismo y la globalización ha llevado a una concentración sin precedentes del poder y la riqueza en manos de un número reducido de corporaciones.

¿Es posible cambiar este modelo? Sí, es posible. La historia nos muestra que los sistemas sociales y económicos no son inmutables. A lo largo de los siglos, hemos visto cómo las revoluciones y los movimientos sociales han transformado radicalmente la forma en que vivimos y trabajamos. El primer paso para imaginar un futuro diferente es creer que es posible. Debemos desafiar el statu quo y abrir nuestras mentes a nuevas posibilidades.

¿Qué tipo de mundo queremos crear? ¿Queremos un mundo en el que las empresas sirvan a las personas y al planeta, no al revés? ¿Queremos un mundo en el que la riqueza se distribuya de manera equitativa y el medio ambiente se proteja para las generaciones futuras? Imaginar este futuro es el primer paso para hacerlo realidad.

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