Covid-19: Cadena de colaboración entre Estados, aerolíneas y empleados podría evitar desplome de industria del transporte aéreo de pasajeros
La pandemia del nuevo coronavirus Covid-19 tomó a la humanidad por sorpresa. Lo que surgió por el sacrificio de animales al momento de la venta (“wet markets”) en un mercado de la ciudad china de Wuhan, en pocas semanas llegó a múltiples zonas urbanas del mundo y ha ocasionado un conteo imparable de pérdida de vidas humanas.
Por supuesto, no solamente la salud se ha visto afectada, también la economía. Ante las primeras señales que la situación podía escalar globalmente el sector del transporte aéreo de pasajeros fue uno de los primeros en sentir el descalabro.
La industria se vio obligada a mostrar amplios rangos de flexibilidad. Pero ni las ofertas en tarifas, ni la limpieza extrema fueron suficientes para detener lo que llegó con la pandemia. Hoy filas de aviones llenan las pistas de aeropuertos alrededor del mundo, en una escena que ilustra la gravedad del asunto.
Según la Organización Internacional del Trabajo, la crisis global podría provocar hasta 25 millones de pérdidas de empleos. Y aunque es muy pronto para vislumbrar qué pasará, seguramente muchos de estos empleos los sacrificará el sector del transporte aéreo. En el escenario actual es difícil imaginar que se cumplan las proyecciones que realizó la Organización de la Aviación Civil Internacional, según OACI para 2040 se moverían por el globo terráqueo unos 10.000 millones de viajeros, mucho más que el doble de las cifras recientes.
Sobre todo si se considera que la Asociación Internacional de Transporte Aéreo sostiene que si las restricciones de viaje severas se prolongan hasta tres meses, los ingresos globales por pasajeros podrían reducirse hasta en 252 mil millones de dólares en 2020, lo que representa un 44 por ciento menos que 2019. Según IATA estas cifras representan 15 mil millones y un 41 por ciento menos de viajeros para el mercado de América Latina.
La aviación comercial encierra un giro de negocio volátil, esto no es tan difícil de imaginar ahora que un virus que inició en un pequeño mercado chino ha paralizado, prácticamente, todo el movimiento de pasajeros alrededor del mundo.
Un ejemplo: la prensa da cuenta de la subida en la bolsa de la aplicación para video llamadas Zoom, con una valoración de 29.000 millones de dólares; por encima de aerolíneas norteamericanas como United, American o Delta, aún con los impulsos económicos que podrían recibir del gobierno para mantenerse a flote.
En la región, el sitio del noticias El Tiempo, informa de la caída estrepitosa de las acciones de Avianca en la Bolsa de Valores de Colombia, que a la fecha de publicación valen 74 por ciento menos que a inicios de año. La aerolínea que ya venía trabajando en un plan de reducción de sus operaciones para sanear sus alicaídas finanzas solicitó a parte de su personal acogerse a un plan de licencias no remuneradas de manera “voluntaria”, casi de manera inmediata.
Medidas menos impositivas tomaron otros operadores como Delta que dejó ir al 11 por ciento de su fuerza laboral, unas 10.000 personas, mediante un plan de retiro voluntario. O la solución que ofrece EasyJet y Virgin Atlantic para que miembros de su personal de cabina se integren como voluntarios en los hospitales que atienden la pandemia en el Reino Unido. Quienes lo hagan no realizarán ninguna labor clínica, a pesar de su preparación en primeros auxilios y podrán seguir recibiendo el 80 por ciento de su salario, gracias al esquema de retención de empleos gubernamental.
Desde el punto de vista de los negocios el panorama es muy difícil, pero es precisamente entonces cuando debe concretarse el verdadero significado de la consabida responsabilidad social empresarial en acciones que demuestren que la prioridad de una organización son sus propios colaboradores.
Sin embargo, la responsabilidad no debe caer solo en los transportistas. A pesar de las fuertes medidas de reducción de gastos, ya inclusive se habla de bancarrota para algunas aerolíneas y de la imposibilidad de la industria de sobrevivir sin una coordinación integral con los gobiernos.
IATA clama para que la industria reciba apoyo financiero y desgravación fiscal por parte de los gobiernos. Según la Asociación la crisis actual no solo afecta a las aerolíneas, sino que ya tiene repercusiones en otros sectores de las economías nacionales de América Latina y el Caribe. Por ejemplo, podrá afectar en la reducción de empleos: en la región el sector suma un total de 7,2 millones, de los cuales 155,000 están en Costa Rica; o en la disminución de 4,1 millones de toneladas de carga aérea anuales; sin dejar de lado la interconectividad entre 385 ciudades regionales; todo esto contribuye con 167.000 millones de dólares al Producto Interno Bruto de la región.
En Costa Rica, como en otros países que dependen en gran medida de la llegada de turistas internacionales el impacto tiene características catastróficas, porque no solo afecta a los trabajadores aeronáuticos, también deteriora sectores como la hotelería y al comercio y servicios con el consecuente impacto en todos los empleos directos e indirectos relacionados con el quehacer turístico, en sus distintas facetas.
¿Qué deberían hacer los trabajadores del transporte aéreo?
La fuerza laboral que conforma una gran parte de este sector realiza labores técnicas para garantizar la calidad de su ejecución aún en circunstancias vitales y peligrosas. Esto implica una elevada inversión en formación continua que inicia en el caso de muchos, sobre todo los pilotos, con una formación inicial que costean de sus propios bolsillos, como lo haría cualquier otro profesional liberal; para luego desarrollar diversos niveles de especialización de acuerdo con el trabajo que realice cada aerolínea. Así mismo tripulantes de cabina, mecánicos, personal de tierra y administrativos conforman una fuerza de trabajo que si suma años de experiencia se vuelve invaluable.
Las noticias nos informan de distintas decisiones y afectaciones a cada minuto, por lo que es posible que al leer estas líneas alguien pueda pensar en mejores soluciones. De todas formas las medidas alternativas que las aerolíneas puedan implementar para mantener el máximo de sus planillas puede ayudar a que el sector no se desplome a futuro.
Pero la responsabilidad también tiene que ver con los colaboradores. Cada salario cuenta, cada persona tiene gastos y obligaciones. Pero valdría la pena considerar aliarse para enfrentar las dificultades que impone la coyuntura de la pandemia.
En Estados Unidos pequeños y medianos empresarios del sector de restaurantes, altamente golpeado por la crisis, unieron esfuerzos para conformar una coalición que les permita apoyarse con información y muestras de solidaridad entre sus integrantes. Por qué no pensar en una alianza similar a nivel local o inclusive entre colaboradores de una misma empresa, para apoyar a los más necesitados de sus compañeros. Esto puede representar un enorme alivio que no tenga que lidiar con la ahogada burocracia estatal o la insuficiente administración corporativa para dar una mano de ayuda urgente.
Una vez que pasemos el umbral de esta pandemia y los mercados recobren confianza, el transporte aéreo será fundamental para la recuperación económica mundial. Pero es claro que gobiernos, empresas y trabajadores deben ponerse de acuerdo para sacar adelante una industria que brinda tantos aportes a la economía de los países y estabilidad a las familias.
En Costa Rica valdría la pena soñar con que el reacomodo postcrisis de la economía permita explotar el nombre del país y todo lo que esto implica con una aerolínea de bandera nacional que reúna al talento costarricense que ha tenido que migrar por la falta de oportunidades laborales y también a los que están por venir. Y que ojalá no, pero si sucediera un reto similar en el futuro pueda planificar con más solidaridad la respuesta ante la crisis.