COVID-19: La cultura como sector productivo.
Desde que Adorno y Horkheimer, los filósofos de la Escuela de Frankfurt, acuñasen el término “culture industry” en 1947, hemos superado ampliamente sus connotaciones negativas. Estas, debidas más a cuestiones ideológicas relativas a su concepción de la cultura de masas como instrumento de control social que a razones prácticas, nada tienen que ver con la realidad socioeconómica actual. En línea con lo que viene siendo aceptado desde los 90, especialmente en Europa, hoy en día, y utilizándolo ya en plural, asumimos precisamente, que la Cultura, más allá de su concepción como elemento casi inefable, indefinible -en el mejor sentido de la tradición idealista alemana- y de su importancia en la construcción de la identidad de los pueblos o al legado que hemos de dejar a generaciones futuras, en la tradición filosófica greco-latina, tiene otra dimensión mucho más mundana, pero con enorme peso en nuestra vida cotidiana: la cultura como industria, es decir, como sector productivo fundamental, generador de riqueza y empleo.
A menudo, cuando surgen esos debates político-filosóficos que tanto nos gustan sobre la cultura, a veces cuesta recordar –hay quien, sin más, prefiere no hacerlo- este segundo aspecto.
Sin embargo, los datos dan buena fe de esta realidad. En 2019, las industrias culturales y creativas, incluyendo las relacionadas con la propiedad intelectual, contribuyeron en casi 40.000 millones de euros, alrededor del 3,2%, al PIB, por delante de sectores como la agricultura o el energético. El sector emplea en España a más de 690.000 personas y engloba a más de 122.000 empresas.
El sector cultural tiene, además, un impacto indirecto enorme a través de otro de los grandes sectores productivos de nuestro país: el turismo. Se estima que en 2018 el turismo cultural, es decir, los viajes que “según la opinión del que realiza el viaje, fueron iniciados principalmente por motivos relacionados con la cultura”, movilizó más de 7.000 millones de euros de gasto en el turismo nacional y más de 13.000 millones en el turismo extranjero.
De las más de 122.000 empresas del sector cultural que hay en nuestro país, el 22% están radicadas en la Comunidad de Madrid. El año pasado contribuyeron al PIB de nuestra región alrededor de un 4%, y dan empleo, aproximadamente, al 5,4% de la población. El sector audiovisual y la edición de libros, que concentra en Madrid el 35% de la actividad nacional y más del 40% de facturación, son dos subsectores con un peso particularmente importante en nuestra Comunidad.
Las industrias culturales, como prácticamente todo nuestro tejido industrial y productivo, han sido duramente golpeadas por la crisis de la COVID-19 y son necesarias medidas valientes no sólo para paliar la situación actual, sino para garantizar que pueden recuperarse, especialmente en circunstancias que se prevén particularmente complicadas.
Las medidas adoptadas recientemente por la Comunidad de Madrid y el gobierno central van, sin duda, en el buen camino (aunque alguna de ellas, como la elevación de un 5% en la desgravación a las donaciones de personas físicas anunciada recientemente por el gobierno como modificación a la Ley 49/2002 -que ciertamente necesita más que remiendos-, sea poco más que fuegos artificiales sin consecuencias prácticas), pero requerirán de continuidad y mejora en los meses venideros.
No podemos olvidar que el acceso a la cultura es un derecho garantizado por nuestra Constitución. Pero para hacerlo de forma efectiva y alejarnos de la tentación de una “cultura dirigida”, es absolutamente necesario asegurar su supervivencia como sector productivo.