Criptodivisas del Salvaje Oeste
PABLO PARDO. Corresponsal. Washington
Una de las cosas más sorprendentes de la comparecencia del presidente de la Reserva Federal, Jay Powell, en el Congreso de Estados Unidos esta semana fue que los legisladores pasaron más tiempo preguntándole por la libra - no la esterlina, sino la moneda virtual que Facebook planea - que por la inflación.
Sorprendente porque normalmente lo que atrae más interés de las funciones del banco central estadounidense es su política monetaria, que persigue tres objetivos: baja inflación, pleno empleo, y tipos a largo bajos. Las otras dos misiones de la Fed, que son garantizar el sistema de pagos estadounidense y supervisar el sistema financiero, tienen mucho menos glamour mediático y político. Pero es en ese terreno donde entran las preguntas sobre la libra, una moneda que es tan virtual que ni siquiera existe en internet, y no lo hará hasta, como prontísimo, el año que viene.
La preocupación por la libra y otras criptodivisas es real, como puso de manifiesto un día después del testimonio de Powell Donald Trump a través de su canal de comunicación favorito: Twitter. El presidente no dijo nada de Powell, no sea que alguien vaya a pensar que tiene buen concepto de él (de hecho, Trump ha dedicado a la Reserva Federal adjetivos que en cualquier otro país habrían sido considerados una intromisión inaceptable del poder político en la política monetaria, pero vivimos tiempos nuevos). Sin embargo, Trump, claramente, avalaba la opinión del presidente de la Reserva Federal.
Lo cierto es que las monedas virtuales viven en un Salvaje Oeste sin regulación. Y el hecho de que una empresa como Facebook, que tiende a aprovecharse de todos los vacíos legales que puede para eludir sus responsabilidades, esté dispuesta a lanzar una moneda de ese tipo invita a la prudencia. Las nuevas monedas son esencialmente activos para especular, no para comerciar. Es poco lo que se puede comprar con ellas, y menos aun lo que se puede comprar legalmente. Y todo ello por no hablar de las burbujas y los crashes que experimentan sus cotizaciones. Eso es algo que preocupa a la Fed, que teme que la libra de Facebook se transforme en una lavadora de dinero a escala mundial. Súmese a ello que quien lo quiere lanzar es una empresa que vive de la información que le dan - a menudo, inconscientemente - los usuarios, y tenemos los ingredientes para un cóctel explosivo de conflictos agravado por el riesgo cierto de potenciales violaciones de la ley y de los derechos individuales.
Los defensores de las cibermonedas suelen escudarse en el argumento pseudoliberal de estos activos permiten a los ciudadanos eludir el control del Estado sobre la emisión de dinero. La cuestión es que nadie ha sido capaz de demostrar que la ausencia de control del Estado sobre la emisión de papel-moneda (o, ahora, de dinero en general) sea mejor para la economía. La Historia de la Humanidad refleja mucha más miseria, y, también, muchos más pánicos, crashes y burbujas cuando cada cual emitía su dinero que cuando esa función pasó a ser controlada por los poderes públicos. Eso no significa que las criptomonedas no puedan ser operativas y eficientes en el futuro. Pero sí que no se las debe dejar funcionar en un Salvaje Oeste financiero.