"Cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando"
Esta frase de Pablo Picasso viene a mi memoria al leer o escuchar los mensajes de diversas instituciones en los que nos animan a innovar en estos tiempos de pandemia y parón empresarial. Con indudable buena intención, nos advierten que puede ser la única salida en estos tiempos de crisis. Pero pudiera ser contraproducente, porque no nos previenen de algunos aspectos, de los que sí era muy consciente el genial pintor cuando hablaba de su obra. Afortunadamente trabajo en un entorno que me ha permitido aprender un par de principios que quisiera compartir:
El primero es ser capaces de diferenciar tener una inspiración espontánea del proceso estructurado de generar ideas. Para tener una inspiración puede ser suficiente que te dé una manzana. Para generar ideas hay que tener un proceso que permita unificar en algún repositorio el conjunto de recursos e información (necesidades del cliente, tendencias, conocimiento propio) que sean el "caldo de cultivo" para que personas, con la adecuada aptitud y actitud, generen ideas que puedan dar respuesta a esas necesidades. Esas ideas deben ser coherentes con las capacidades productivas, tecnológicas y de conocimiento, en definitiva recursos, de los que disponga la empresa.
A muchos nos encantaría que fuera tan sencillo desarrollar la teoría del todo que unifique la mecánica cuántica y la relatividad como recibir el golpe de una manzana. O hemos deseado que se nos hubiera ocurrido ponerle una pantalla a un teléfono sin teclado para convertirlo en una ventana al mundo. Pero la historia nos dice que Newton se inspiró al comparar la caída de una manzana con la atracción de la luna y también nos dice que permaneció meses trabajando en su estudio para escribir los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica. Es por ello que debemos preguntarnos en nuestro día a día de la empresa: Si alguien tiene una inspiración, ¿dónde la recoge?. Si la respuesta es que lo comenta en una charla de café o lo escribe en una nota adhesiva, ¡Mal empieza la cosa! La siguiente pregunta es más importante: ¿Tenemos un proceso innovador estructurado en marcha? Es aquí donde debemos aplicar la frase del genial Pintor, que obviamente no se refería a encontrarse haciendo hormigón en una obra. Se refería a estar... ¡pintando! ¿Tengo un espacio con caballetes, pinceles y todo lo necesario? ¿Paso suficiente tiempo pintando o experimentando?
Si trasladamos este ejemplo a la empresa, debemos extenderlo a disponer de un equipo de personal, procesos y medios dedicados a perseguir la innovación.
El siguiente principio es saber cribar: una empresa no tiene presupuestos infinitos. No pueden perseguir cada idea, oportunidad o inspiración que los empleados lean, vean o se les ocurra. Deben estar alineadas con el modelo de negocio, con su presupuesto y con su perfil de riesgo. Y para ello debe existir una estrategia a largo plazo y un equipo multidisciplinar que filtre razonadamente las ideas que surjan en los espacios de oportunidad que se identifiquen tras evaluar la información (no confundir con datos). Pero también deben saber seleccionar el grano, e incorporar las buenas inspiraciones de cualquier miembro de la empresa, no solamente de los que se encuentran en el sistema de gestión de la innovación. La historia de Einstein en el Luitpold Gymnasium nos demuestras que debemos ser muy prudentes y ecuánimes a la hora de juzgar las propuestas de los que vienen de fuera de nuestro equipo.
Espero que estos dos apuntes ayuden a aquellos que, impulsados por los anuncios estimulantes de las instituciones, se decidan a dar el necesario salto a la innovación. Pero siempre dotados del arnés de seguridad que supone prepararlo con los medios, personal y procesos necesarios. De lo contrario se sufre la caída en la desilusión, el despilfarro y la frustración. No seamos ingenuos y aprendamos del genio.
Muchas gracias Luis Villar Fidalgo por compartir tus reflexiones. Completamente de acuerdo contigo.