Cuento Zen, el Silencio
No es fácil aprender a estar en silencio, a pesar de que es el lenguaje natural de nuestro ser. ¿Qué nos ha pasado que nos hemos olvidado del silencio?
Nos hemos acostumbrado de acompañarnos continuamente con el ruido y las ilusiones. Damos mucho importancia a lo que creemos ser y podemos llegar a ser en el futuro, a lo que opinan los demás de nosotros, a los pensamientos en nuestra cabeza que en realidad no tienen nada que ver con nosotros. Llegamos a tal extremo que nos puede dar miedo el silencio… no queremos abrir esta puerta que nos puede llevar de vuelta a lo que realmente somos. También nos asusta la lentitud y “el no hacer nada” por el mismo motivo… ¿De quién huimos cuando siempre vamos de prisa?
Los talleres y cursos de mindfulness sirven para tener un primer contacto con este silencio profundo donde nos podemos encontrar con nosotros mismos, allí donde podemos recargar nuestras pilas y donde se encuentra nuestra sabiduría interna, este punto donde empieza un camino hacia el lugar más fascinante que existe: ¡tú!
Aprender a estar en silencio, cuento Zen
Los discípulos de la escuela Tendai estudiaban meditación antes de que el zen entrara en Japón. Cuatro de ellos, que eran amigos íntimos, se prometieron observar siete días de silencio.
El primer día todos estuvieron muy callados. Su meditación había comenzado bajo felices auspicios, pero cuando llegó la noche y disminuía el aceite de las lámparas, uno de los discípulos no pudo evitar decir a un sirviente:
— ¡Ocúpate de esas lámparas!
Sorprendido al oírle hablar, el segundo discípulo observó:
— Se supone que no tenemos que decir ni una sola palabra
— Los dos sois igual de estúpidos. ¿Por qué habéis hablado? – intervino el tercero.
— Yo soy el único que no ha dicho nada – concluyó satisfecho el cuarto.
Del libro “Cincuenta cuentos Zen” / Fotografía Flickr “Hush!”: Daniela Vladimirova