De alumno a maestro, pero siempre aprendiendo

De alumno a maestro, pero siempre aprendiendo

He cumplido mi primer año como profesor. Fue una experiencia mágica regresar a la universidad en la que crecí, primero como estudiante y después en el área de relaciones públicas. Se podría decir que mi relación más duradera es con el Tec de Monterrey, ya que le he dedicado 8 años de mi vida.

Pocas veces nos detenemos a pensar en la labor del profesor y lo que consideramos valioso en ellos hasta que conocemos todos los lados del espectro: desde que somos alumnos, que tenemos 6 o 7 profesores al semestre, cuando nos inscribimos a cursos para crecer profesionalmente o nos dan capacitación en el trabajo hasta los locos que decidimos hacer un posgrado. Nada de eso se compara ante el reto de preparar una clase.

Recuerdo que cuando hice mi servicio social conocí a una profesora de computación en una escuela pública que se rindió y admitió que no le enseñaba nada elaborado a sus alumnos porque acabarían de albañiles o cocineros. Años después, en mi maestría, conocí auténticas eminencias en el ámbito académico, conocedores de la teoría y el método científico pero sin experiencia laboral en las áreas que enseñaban.

Desde mi punto de vista como alumno y mis primeras experiencias laborales surgen muchas reflexiones: muchas cosas me sirvieron en el ámbito profesional nunca las vi en la universidad y las aprendí con la práctica. Los ejemplos del mundo real se reducían a vídeos en baja resolución y recortes de periódicos (sí, soy de esa generación que salió de la universidad antes de la llegada de redes sociales) y pocas veces teníamos conferencias con autoridades en el sector o visitas de campo a empresas. Los proyectos eran teóricos o con empresas que inventamos para hacerlo más fácil.

Es por eso que en mi vida profesional busqué rodearme de gente que sabe y que ha trabajado en ello: periodistas, editores de revistas, creativos publicitarios, podcasters, dueños de agencias, vendedores, escritoras, emprendedores, directivos y gente con ganas de crear una diferencia en su entorno. De ellos aprendí, algunos fueron mis maestros formales y la gran mayoría lo han sido de manera informal.

Y después llegó la oportunidad de dar clases: dar cursos y formar a equipos de trabajo fueron elementos clave a la hora de entrar a un aula, pero lo importante son las habilidades de comunicación: combinar la experiencia con la teoría para dar un mensaje unificado y fácil de entender, darlo a conocer de manera sencilla y coherente, apoyarte de recursos adicionales como videos, lecturas y ejemplos e incluso soltar algún comentario cargado de humor para romper con la monotonía.

Cuando hablamos de dar clases, todo comunica: el diseño de las slides, los ejemplos, la vigencia de los videos, los invitados para dar conferencias, los casos a analizar y sobre todo, el impacto que tendrá todo eso en la vida profesional de los alumnos. ¿De qué les sirve invertir 16 semanas de su vida en una materia que no les aportará nada en el trabajo o en su proyecto emprendedor? Ya hay muchas así y lo peor es que no lo sabrán hasta que encuentren su vocación.

Los años me enseñaron a reconocer la importancia de dedicarse a crear una diferencia en el mundo. Lo descubrí hasta que terminé la carrera y comencé a trabajar en disciplinas para las que no había estudiado o no estaban enteramente desarrolladas cuando era alumno, como Relaciones Públicas o Marketing Digital. Pude ver a autores vendiendo sus libros, investigadores consiguiendo becas, eventos llenos y pymes que lograron incrementar sus ventas gracias a lo que hacía.

En cuanto a las habilidades de comunicación, son algo que se desarrollan con la práctica y el dejar la timidez guardada: cursos que había dado a profesionales que querían especializarse, además de años grabando podcasts y videos me habían ayudado a cuidar la voz, entonación, generar conversación, motivarlos a opinar, sentir que tomar clases un martes o viernes en la noche no era una pérdida de tiempo, ya que se llevaban algo nuevo al dejar el aula.

Sin embargo en este año, con cuatro grupos ya concluidos y cuatro más el próximo semestre, lo más enriquecedor ha sido conocer a jóvenes muy talentosos con ganas de probarse ante el mundo. Es imposible no contagiarse de su creatividad y tener esperanza en el futuro por su forma de ver el mundo, la forma en que rompen paradigmas y llevan nuevos conceptos a las clases pero también a su vida profesional.

Los dos semestres que me han tocado para vivir esta experiencia fueron de gran aprendizaje y reaprendizaje: mucho venía de la experiencia y otro tanto de la teoría, pero el reto era conciliar una con la otra. No puedo negar que conforme encontraba más y más casos de la forma en la que el marketing crea una diferencia positiva en el entorno, mientras escucho las ideas que se expresan en el aula, más cambiaba mi forma de pensar.

Ahora comienza un nuevo año y vienen grandes oportunidades. Mi forma de pensar ha cambiado. En muchas formas he dejado de ser quien era gracias al aprendizaje que deja la enseñanza. Muchas gracias a mis alumnos por eso.

Inicia sesión para ver o añadir un comentario.

Otros usuarios han visto

Ver temas