De la vejez - Cicerón

La vejez aparta de la gestión de todos los negocios. ¿De cuáles? ¿De aquellos que se realizaron con el vigor y las fuerzas de la juventud? ¿Acaso no son también obras seniles las que se realizan con la fortaleza de la mente pero con el cuerpo enfermo? Según eso, ¿no hacían nada Quinto Máximo, ni Lucio Paulo, tu padre y suegro de un óptimo varón, mi hijo? El resto de los ancianos, los Fabricios, los Curios, los Coruncanios, ¿no hacían nada cuando defendían el estado con su autoridad y consejo?  A la ancianidad de Apio el Ciego se le añadía el hecho de que era ciego; y cuando el senado se inclinaba más bien por la paz con Pirro y se proponía pactar, él no dudó en pronunciar aquellas palabras que Ennio grabó con estos versos:

"¿Dónde tenéis vuestras mentes, que solían ser sensatas hasta ahora, hacia qué camino de demencia han derivado?"

Y añadió otras cosas muy severas. El poema lo conocéis. También está presente el  discurso de Apio. Esto sucedía diecisiete años después de su segundo consulado, y entre el primero y segundo transcurrieron 10 años. Y antes de su primer consulado fue censor, de lo que se deduce que en la guerra contra Pirro ya era de edad avanzada. Así lo transmitieron los padres de la patria.  Nada prueban quienes afirman que la vejez no se desenvuelve en los negocios. Es como decir que el timonel no hace nada sujetando el timón, puesto que mientras él permanece sentado en popa, unos se encaraman en los mástiles, otros corren de aquí para allá, otros queman los desechos. Es verdad que no   hace el trabajo que hacen los jóvenes, sin embargo el timonel hace cosas mejores y de más responsabilidad. Trabajo que no se realiza con la fuerza, velocidad o con la agilidad de su cuerpo, sino con el conocimiento, la competencia y autoridad. De ningún modo la vejez carece de estas cualidades, por el contrario éstas aumentan con los años, a menos que os parezca que yo haya puesto fin a mi actividad porque no participo en ninguna  guerra.  Participé en varios tipos de guerras no sólo como soldado y legado, también como tribuno y cónsul. En estos momentos dispongo en el senado lo que debe ser llevado a cabo. Les anuncio que Cartago hace ya mucho tiempo que está maquinando una guerra cruel y les gritó: "Delenda est Carthago" (Cartago debe ser arrasada), y no desistiré hasta que sea destruida.

¡Ojalá los dioses inmortales reserven para ti, Escipión, la gloria de proseguir la obra de tu abuelo! Hace ya treinta y seis años que murió y sin embargo su recuerdo permanecerá en todos los tiempos venideros. Yo fui designado censor un año antes de su muerte, nueve años después de mi consulado. Él fue nombrado cónsul cuando yo lo era por segunda vez. Por ventura, ¿acaso si él hubiera vivido 100 años se hubiera lamentado su vejez? En verdad es que él no se había ejercitado en las pesas ni en los saltos, ni se había destacado en el uso de las lanzas ni de las espadas, pero sí lo hizo en el consejo, en el razonamiento y en el juicio. Estas cualidades, si no hubieran sido propias de nuestros mayores, los ancianos, no hubieran fijado el Senado como el Sumo Consejo.

Entre los Lacedemonios quienes gestionan las más altas magistraturas son los (guérontes), los  ancianos. Si queréis leer o escuchar historias de países extranjeros, encontraréis grandes estados arruinados por sus dirigentes jóvenes. Pero estos mismos estados fueron regenerados y sustentados por dirigentes ancianos.

 "¿Por qué perdisteis tan deprisa vuestra gran república?"

El poeta Nevio preguntaba esto en un poema: Y en primer lugar se respondía:  

"Iban llegando nuevos oradores, necios jovenzuelos."

La osadía es propia de la juventud, la prudencia, de la vejez.

Se me argüirá que la memoria se pierde. Creo que así es si no se ejercita o si estuviera enferma. Temístocles se había aprendido de memoria todos los nombres de sus conciudadanos. ¿Pensáis acaso que confundía a Lisímaco con Arístides cuando, de viejo, mantenía la costumbre saludar a todos? Yo no sólo recuerdo a los de mi generación que todavía viven, también recuerdo el nombre de sus padres, e incluso, el de sus abuelos. No temo perder la memoria leyendo sus epitafios, según dicen, bien al contrario,  leyéndolos mantengo su memoria. Nunca he oído decir que un anciano se haya olvidado del lugar donde guardó su tesoro. Recuerdan todos los asuntos que les interesan y el día del encuentro con sus acreedores y deudores.  ¿Qué diremos del jurisconsulto, de los pontífices o de los augures? ¡Cuántas cosas recordaron los antiguos filósofos! Lo mismo que el afán de conocimiento y de actividad, las facultades permanecen en los ancianos, tanto en su vida social de hombres ilustres y venerables como en su vida familiar y privada. Sófocles escribió una tragedia en su ancianidad. Precisamente por ese interés de estudio parecía que se despreocupaba de su patrimonio familiar, y fue demandado judicialmente por sus hijos. Los jueces decidieron quitarle la gestión del patrimonio familiar como si fuera un loco, igual que acostumbramos a imposibilitar a los cabeza de familia que no gestionan bien sus bienes. Se dice que, para defenderse, el anciano recitó de memoria la obra que en ese momento tenía entre manos, la recientemente escrita, ¡nada menos que "Edipo en Colono"! ¡Y se atrevió a preguntar a los jueces, si eso era propio de un anciano demente! Fue  absuelto por los mismos jueces, una vez recitada la tragedia.  

¿Acaso la vejez obligó a enmudecer en sus discursos a éste, o a Homero,  Hesíodo, Simónides, Estesícoro, o a Isócrates, Gorgias a quienes anteriormente cité; o a los príncipes de los filósofos, Pitágoras, Demócrito, o a Platón, Jenócrates, o,  posteriormente, a Zenón Cleanto, o Diógenes Estoico, a quien vosotros mismos conocisteis en Roma? ¿Acaso, no fue en todos ellos tan duradera la ilusión por los estudios como su vida? Prosigamos pues. Aun prescindiendo de intereses intelectuales, puedo citar el nombre de muchos romanos rústicos, procedentes del campo, vecinos, familiares míos, quienes jamás están ausentes de las faenas propias del agricultor, como la siembra, la siega o la recolección de los frutos. Aunque en ellos es menos digno de admiración, pues en realidad nadie se considera tan viejo que no piense que puede vivir un año más, trabajan sus campos sabiendo que probablemente no van a ver sus frutos:

"Planta árboles para que los disfruten las generaciones venideras", afirma nuestro Estacio en su obra "Sinéfebis"

En efecto, un agricultor, aunque sea anciano, jamás duda en responder al que le pregunta para quién siembra: "Para los dioses inmortales, quienes no sólo desean que yo reciba estos bienes de mis mayores, sino que también los trasmita a las generaciones posteriores" Según nos cuenta Cecilio mucho mejor es todavía lo que dijo un anciano al pensar en el futuro:

"¡Por Pólux, vejez, si cuando llegaras sólo trajeras un achaque, ya sería suficiente, pero cuando se vive durante mucho tiempo, se ven muchas cosas que uno realmente no quiere ver!"

La adolescencia con frecuencia desea ver muchas cosas y también otras que no. El propio Cecilio, ya anciano, afirma: “pienso, que lo peor en la vejez, es sentir y darse cuenta uno mismo, que eres odioso para los demás."

¡La vejez puede ser más agradable que odiosa! Igual que los ancianos sabios disfrutan con los  jóvenes mejor preparados y son venerados y queridos por la juventud, y la vejez se hace más llevadera, igualmente los jóvenes disfrutan de los consejos de los ancianos y se dejan guiar para adquirir experiencias. Yo reconozco que soy más feliz con vosotros, que vosotros conmigo. Sin embargo podéis constatar que la vejez, no sólo no es debilitada y vulnerable, sino que por el contrario, la vejez es laboriosa y lleva siempre algo entre manos con igual inquietud que en las  etapas anteriores de su vida. ¿Y qué decir de los ancianos que estudian cosas nuevas de interés para ellos? El ilustre Solón, dice él mismo en sus versos, que cada día que envejece aprende algo. Yo mismo, ya anciano, he estudiado griego y lo domino. Puse tanto empeño en ello que no hacía otra cosa día y noche que estudiar griego. Os cuento esto de mí para que os sirva de ejemplo. Cuando oí contar que Sócrates aprendió a tocar el arpa, ya anciano, quise hacer yo lo  mismo y trabajé con ahínco en el aprendizaje de la lengua griega.

Gustavo David García

Socio en Systems World SA. Motivado por participar en el desarrollo y transformación tecnológica en empresas

4 años

Experiencia sumado a la capacidad, que conozco, vos tenes; tus dudad se disipan. Siempre para adelante Luis. Abrazo

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