De sequías, riesgos sistémicos y nuevos modelos

En 2009 se estableció el concepto de límites planetarios para indicar que el modelo de desarrollo actual está depredando la Tierra, la casa común de todos. Hoy, la ONU estima que se considera degradada hasta un 40% de la superficie terrestre. Las Naciones Unidas celebran cada 17 de junio el Día Mundial de lucha contra la Desertificación y la Sequía y este año lo hace bajo el lema Unidos por la Tierra: Nuestro legado y nuestro futuro.  España no está exenta de este reto global. No olvidemos los recientes acontecimientos en Cataluña, con cientos de municipios en alerta por una sequía que ha pasado de un escenario de emergencia a otro de excepcionalidad.

La sequía hidrológica (la menor disponibilidad de aguas superficiales y subterráneas en una cuenca o subcuenca que puede impedir cubrir la demanda de agua al 100%) tiene mucho que ver con el almacenamiento y la gestión de recursos hídricos disponible. Es decir, con cómo consumimos. Mientras que la sequía meteorológica es la que se da cuando hay una escasez continuada de precipitaciones. Aquí las organizaciones ecologistas como WWF no son optimistas: en el periodo 2013-2019 el nivel de agua embalsada en España no mejoró sustancialmente, ni siquiera en los años que más llovió como 2013 y 2014. “A la escasez hidrológica, que ya es crónica en España por nuestro alto consumo de agua, se han sumado sequías meteorológicas más largas y frecuentes”, señala la asociación ecologista en su artículo Las peores sequías de la historia de España. 

La eficiencia en el uso del agua ha aumentado en un 9 % (ONU dixit) y todavía se puede mejorar más porque tenemos innovación, herramientas de gestión, criterios de economía circular, pero el estrés hídrico y la escasez de agua siguen siendo un motivo de preocupación en muchas partes del mundo (con el problema de acceso de agua potable que eso conlleva para millones de personas sobre el que trabaja el ODS 6).

La agenda de desarrollo sostenible 2030 ya tenía en cuenta la relación entre la protección de la biodiversidad (terrestre y marina) y conseguir un futuro sostenible para todos. Así, el ODS 15 pretende conservar la vida de ecosistemas terrestres y el ODS 14, conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos. Centrándonos en el primero, la desertificación creciente y la sequía hidrológica no son buenas noticias para la preservación de la biodiversidad ni de la vida misma. La de todos los seres vivos que coexistimos. 

En 2023, se batió el récord histórico de temperatura global desde que se tienen registros, y también se evidenciaron los primeros indicios de superación de lo que los expertos califican como puntos de inflexión, así algunos científicos apuntan a un potencial colapso de la corriente del golfo (AMOC) antes de lo previsto o la perpetuación de grandes períodos de sequía que, en el caso de ciertas regiones de España, podrían ser un primer indicio de desertificación.

Abrazar los riesgos para ser competitivos

El impacto de una prolongada sequía en el canal de Panamá durante el pasado verano ralentizó el tráfico marítimo y alteró las rutas comerciales mundiales, con sobrecostes en el transporte. Factores como la sequía y la alteración general de las condiciones climáticas, con sus efectos en el deterioro del suelo agrícola, están empezando a reducir gravemente la productividad. Y la sequía (y escasez de agua) es motivo de crisis humanitarias y de conflictos.

Pero desvincular la desertificación y la sequía de la acción del ser humano es como meter la cabeza bajo tierra cual avestruz. Se impone cambiar la forma de actuar. "Es urgente un cambio sistémico. No solo se trata de adaptar las prácticas actuales, sino de reimaginar completamente nuestros sistemas económicos y sociales para garantizar la sostenibilidad a largo plazo", explica Àngel Castiñeira, director de la Cátedra de Liderazgos y Sostenibilidad de Esade . Esta institución acaba de publicar  “Las empresas ante el reto del cambio sistémico” donde mide la contribución de 105 empresas cotizadas españolas a la Agenda 2030. A finales de 2023, la cumbre de Naciones Unidas de Nueva York revisó el estado global de consecución de los ODS y panorama es desalentador: solo el 15% de los ODS están actualmente en camino de ser cumplidos, con un 48% en riesgo moderado o grave de no cumplirse, y un 37% en claro retroceso.  

Desde Esade hacen un claro llamamiento a incorporar los crecientes riesgos sistémicos como riesgos financieros y a desarrollar un modelo de negocio orientado a la resiliencia a largo plazo. Aunque en otra dimensión, la nueva regulación con directivas com la CSRD van en esa línea de poner a conversar el relato de sostenibilidad con el tradicional de las cuentas financieras –aquí está bien explicado qué es la CSRD– y la obligación de analizar de forma más exhaustiva los impactos y riesgos en un ejercicio de doble materialidad.  Lo que nosotros, desde Prodigioso Volcán, hemos bautizado como unir las cuentas con los cuentos. Y mirando al futuro que es ya presente, las empresas tienen que abrazar el riesgo, porque prepararse para el futuro e incorporar las diferentes dimensiones del riesgo son clave para asegurar la competitividad.