De vuelta en casa, memoria de la rosa...

De vuelta en casa, memoria de la rosa...

…recuerdo esa mañana, mis pétalos reflejando las primeras luces de la mañana, mi aroma, esa fragancia que mi pequeño cómplice ama, llenaba los espacios de nuestro pequeño planeta, de nuestro enorme hogar.

Pasaron algunos minutos y mientras terminaba de estirarme, finalmente me di cuenta. Hacía falta su voz, esa dulce y melodiosa que cada mañana me daba los buenos días, y que más que el sol ha sido mi conexión con el despertar, con la luz y la energía.

Esa mañana no le escuché. El sol cambio de lugar, el viento de dirección; en algún momento pensé que esa “ausencia” era parte de nuestra rutina tan particular de buscarnos sin pretensión de ser encontrados, de encontrarnos sin necesidad de búsqueda, de encontrarnos sin la urgencia de tengo que, ni la pretensión de certezas, de esa certeza de saber que el otro estará...o no.

Más, no se trataba de ello. El pequeño príncipe se había embarcado en su viaje, ese del que me había hablado tantas tardes, con cada puesta de sol, el viaje de descubrimiento de lo esencial, el más grande, el de dar cuenta de aquello que de pronto la vista puede negar, más, cuerpo lo sabe, lo distingue… eso me contó el pequeño de rizos de oro a su vuelta, su vuelta… no se si volvió, no se si se fue o si quien se fue es el mismo que ahora me cuenta de su viaje… y ¿qué es lo que importa ahora? acaso su u vuelta, que no se haya ido … nada de eso, es su estar, nuestro estar en nuestro amado hogar, en nuestro pequeño planeta.

En esos días, recuerdo que me decía que quizás el pequeño príncipe estaba ocupado limpiando el planeta, viendo las múltiples ocupaciones que se tienen en un planeta. Mientras tanto yo, me ocupaba trayendo a memoria las historias que me había contado desde antes de su partida.

Al principio dudé, no estaba segura de si realmente quería hacer ese viaje, en algún momento creí que era uno de sus trucos (que yo conocía de memoria) para atrapar mis miradas, para tomar mi atención. Cada día, cada tarde, imaginé su viaje, traté de imaginar como serían las puestas del sol en los planetas que visitase, soñé en cielos atornasolados decorados con arcoíris infinitos. Más ¿acasó correría peligros entre desconocido volcanes?, ¿se enfrentaría a animales portentosos o malvados? ¿qué pasaría con nosotros? ¿encontraría otras rosas? ¿hallaría otras flores con colores nuevos y fragancias capaces de hacerle olvidar el mio?... pensamientos que combatía con la luz de su sonrisa, el eco de sus palabras, y la ilusión del viaje que hacia alguien tan importante para mi, su propio viaje.

Pasaron los días, las horas, las maravillosas puestas de sol; y, un buen día, vi esos maravillosos ojos color sol, distinguí su tan particular presencia, y que acompañado de su vocecita llena de luz me decía “buenos días, te contaré de mi viaje”.

 

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