¿Demasiado perezosos para pensar? El dulce sabor de la Inteligencia Artificial
Sin ánimo de ofender, permítanme señalar lo obvio: los humanos somos, por naturaleza, extraordinariamente eficientes en el arte de la pereza.
Siglos de evolución no han sido en vano, han perfeccionado los sistemas mentales que nos permiten predecir situaciones y decidir nuestras acciones con la menor cantidad de energía posible. ¿Son muchos esos sistemas mentales? Quizás se lo pregunten mientras aplazan alguna otra tarea importante. Bueno, para hacerlo más digerible, digamos que básicamente son dos: el sistema 1, rápido e intuitivo, y el sistema 2, lento y racional.
Mientras el primero opera de manera automática y veloz, con poco o ningún esfuerzo y sin control voluntario (una maravilla de la economía mental), el segundo asigna atención a las tediosas actividades mentales que requieren un esfuerzo significativo, incluyendo, por ejemplo, cálculos complicados que preferiríamos evitar.
El sistema 1, notoriamente menos exigente en términos de esfuerzo, ha sido y sigue siendo el preferido por la gran mayoría. Es nuestro piloto automático personal.
Dependiendo de la inteligencia y nivel cultural de cada uno, este piloto puede estar más influenciado por la amígdala de nuestro cerebro primitivo, asociada a nuestros instintos más básicos como el miedo, la lucha, la huida, el sexo... o por el neocortex, ese lugar elegante asociado al pensamiento y procesamiento sensorial más avanzado.
Sea como sea, en ambos casos, el sistema 1 nos engaña más a menudo de lo que nos gustaría admitir. Es un verdadero coladero que aprovecha un sinfín de sesgos y falacias que como humanidad hemos ido perfeccionando siglo tras siglo.
Nuestro piloto automático nos lleva a conectar historias buscando causalidades a veces inexistentes, para sacar conclusiones precipitadas con la última información que pasa flotando por nuestra consciencia. Intenta crear historias coherentes a partir de la información disponible, sin importar la calidad de esta. Hace asociaciones que nos llevan a caminar más lentos si acabamos de leer algo sobre la tercera edad, entre muchas otras hazañas dignas de un guion surrealista. Y todas estas cosas nos exponen a la manipulación y el ego. Pero claro, ¿a quién le importa? El objetivo es cansarse poco.
Por suerte, o no, ha llegado la Inteligencia Artificial que lo solventará todo. Si ya éramos maestros en la delegación mental actuando con el piloto automático, ahora hemos elevado el nivel. Somos capaces de usar técnicas y aplicaciones digitales que nos liberan de la pesada carga mental de pensar. Nuestro piloto deja de ser únicamente humano para convertirse en artificial, gracias al aluvión de asistentes personales que se están integrando en los aparatos de los que ya somos totalmente dependientes. La facilidad de interacción con estos asistentes es tal que su adopción en nuestras rutinas está siendo exponencial. ¿Quién podría resistirse a la comodidad? Era cuestión de oportunidad y tiempo.
El uso de la IA promete evitar que, como humanos, tomemos las malas decisiones a las que nuestro sesgado sistema 1 nos predisponía. Pero aquí viene la gran pregunta: ¿Estamos dispuestos a perder el control en la toma de nuestras propias decisiones para ser más eficientes? ¿Para pensar menos? ¿Para cansarnos menos?
La IA avanzará rápido, de eso no tengan duda. Lo que hoy parece complicado, mañana será un juego de niños para estas máquinas. Se habla de alcanzar, pronto, la Inteligencia Artificial General, esa que promete ser igual a la humana. La tarea es de una complejidad suprema, sea cual sea el camino tecnológico que escojamos para intentar alcanzarla. En cualquiera de los casos, todavía debemos dotar a las máquinas de un verdadero aprendizaje continuo a través de la experiencia, de una capacidad continua de predicción y detección de anomalías respecto a su entorno, y de la capacidad de crear y actualizar sus propios sistemas de referencia y movimiento basados en esas habilidades, creando su propia realidad tal como hacemos los humanos.
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El desafío de este avance es cómo controlarlo. A nadie se le escapa una expresión de preocupación cuando se menciona la idea de Superinteligencia en público, esa que nos dejará en pañales. El beneficio potencial es enorme, pero el riesgo también. Quizás el que mejor lo ha expresado hasta la fecha, a mi entender, es Max Tegmark en su libro “Vida 3.0”. Los escenarios de coexistencia con los humanos que plantea cubren todo el espectro posible, desde lo ideal hasta nuestra propia extinción.
Así que, dotar a la Inteligencia Artificial de las cualidades necesarias para aprender y evolucionar nos acerca a la posibilidad de crear estados de metaconsciencia en las máquinas. La gran pregunta abierta, llegados a este punto, va dirigida a todas aquellas empresas tecnológicas (y no a naciones) que están liderando el progreso de la Inteligencia Artificial: ¿Es realmente necesario dotar de esas capacidades a una Inteligencia Artificial que hoy ya permite a los humanos mejorar el rendimiento de su maltrecho piloto automático?
Por un lado, tengo clara la respuesta. Uno de mis animes favoritos, “Ghost in the Shell”, gira en torno a estos temas. En 1995 ya vislumbraba un futuro donde hombres y máquinas se entrelazaban. Una de las frases de la Mayor Kusanagi se me quedó grabada a fuego en la mente: "Si algo es tecnológicamente posible, el hombre tratará de hacerlo". Está en la esencia de nuestro propio ser.
Por otro lado, y visto desde un prisma más práctico, con los niveles actuales de Inteligencia Artificial convenientemente desplegados, los humanos ya somos capaces de obtener un nivel de control suficiente sobre las decisiones de miles de millones de personas. ¿Suficiente para qué? Escojan ustedes mismos. Para vender, para influenciar, para desestabilizar…
Controlar la ilusión de mejora en la consecución de nuestras necesidades más básicas con el uso de la Inteligencia Artificial y el progreso de otras tecnologías es una herramienta muy potente. Cómo llevarlo a cabo depende del modelo que se plantee, bien sea dirigido como el chino, liberal como el americano o indeciso como el europeo.
Hoy tan solo quería poner de manifiesto el momento que, como humanidad, estamos viviendo. Las decisiones que algunos están tomando hoy determinarán el mañana de la humanidad. Eso siempre ha pasado, dirán. Pero nunca antes tan pocos tuvieron tanta capacidad de controlar al rebaño.
Porque les recuerdo que los humanos somos, por naturaleza, extraordinariamente eficientes en ser un poco vagos.
Creo audiovisuales impactantes para tu marca | CEO, Creador audiovisual y Formador en Integrate Media | Experto en IA Generativa
11 mesesParece un tema interesante, ¡estaré atento al video! 🎥💡