DEMOCRACIA, PODER, DERECHO, LIBERTAD E
En los días que corren resulta natural que algunos o muchos sean conscientes del abuso de la palabra democracia para aplicarla a gobiernos y estados que, en realidad, no son.
En esta coyuntura, quizá es oportuno recordar que la tarea del Estado es mantener la convivencia humana en orden; es decir, crear un equilibrio entre libertad y bien que permita a cada hombre llevar una vida humana digna. Corresponde al Estado, ante todo, gobernar, pero, es también obligación suya hacer que el gobierno no sea simplemente un ejercicio de poder, sino, sobre todo, la protección del Derecho.
No es tarea del Estado convertir el mundo en un paraíso y, además, tampoco es capaz de hacerlo: sólo podría conseguirlo con violencia, sometiendo a los ciudadanos. De este modo se altera la relación del individuo con el poder, con el Derecho y con la ley.
No es oportuno olvidar que el ser humano es sujeto de derechos en sí, es libre y, demás, sabe que es un deber resistir al Estado totalitario, a aquel Estado que busca dar respuesta por sí solo al problema de la existencia humana.
La democracia sólo es posible si el Estado reconoce sus límites, si sabe aceptar la imperfección de las cosas humanas, reconocer que de por sí es imperfecto y, por eso, necesita unos principios éticos que son previos y superiores a las ideas política.
Es posible evitar la degeneración de la democracia con una visión realista del hombre y de su historia. Quizá, superando prejuicios, si buscamos las raíces del humanismo europeo –filosofía griega, cristianismo y derecho romano- sepamos distinguir cuándo el poder es iinjusto aunque lo llaman democracia.