DEMONIO ENCANTADO / ENCHANTED DEMON
DEMONIO ENCANTADO
Aviso legal: Los hechos y/o personajes de la siguiente historia son ficticios, cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
Corría el año 1984, y Argentina estaba comenzando a transitar sus primeros años de vuelta a la democracia, de la mano del Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, el único estadista con todas las letras que yo he conocido. Sin embargo, aquella particular idea -“con la democracia se come, se cura y se educa”- no le alcanzó para poder dominar la inflación, que en aquél año trepó al 700% anual.
El asombro que hoy me genera ese porcentaje también lo hace esta pregunta: ¿cómo es posible que algunos recuerdos nos evoquen aromas, sensaciones y sonidos? En general cuando esto me sucede hay palabras que funcionan como hashtags, llamadores inmediatos e inevitables, de esos momentos. Esas palabras mágicas en esta historia son encanto y hielo. Al esbozar esa noche vuelvo a sentir que puedo volar y se hace presente otra vez el frío en mis manos.
Como protagonistas de esta historia, por ese entonces, había también unos dueños de una empresa de transporte de caudales. Siempre se ha dicho que la plata llama a la plata. ¿Cómo será ese dicho popular para quienes trasladan, cuentan y atesoran, aunque sea por algunas horas, todos esos billetes que circulan cuando hay inflación? No sé si me lo puedo imaginar.
Lo que sí sé, porque los viví, es lo increíbles que fueron los casamientos de algunos de los retoños de este clan. Y aunque fuera yo muy pequeña, tengo una memoria prodigiosa (o de temer, mejor dicho) y estos fueron momentos que me impactaron mucho a mi corta edad.
A estos convites nos convocaban porque mi padre -que fue siempre muy inteligente- tenía unas ideas de avanzada para su profesión y una lectura política digna de admiración, lo que lo convertía en el hombre de confianza de este grupo. Asistir a estas celebraciones era parte de su trabajo.
Por eso viajábamos a Buenos Aires para participar cada vez que nos invitaban. Para mí, siendo tan chiquita, era toda una aventura; partía con las trenzas hechas y el vestido de fiesta en una percha. Al llegar y como mi padre no era muy habilidoso en eso de vestirme, siempre había alguna mujer esperándome en el hotel, esposa de alguno de sus asesorados o amigos, para ayudarme a cambiar.
Era un momento muy especial para mí: tenerlo a mí Papá muy arreglado, y saliendo los dos vestidos de fiesta a la iglesia que nos tocara en suerte ese día. A pesar de ello es sabido que los niños, y más yo que era un terremoto, se aburren con facilidad, siempre, no importa de quién sea el casamiento.
Por suerte, en cada una de estas celebraciones yo tenía mi grupito de amigos y me tocaba casi siempre sentarme con los mismos.
Los salones de fiestas eran fastuosos. Para que tomen dimensión del despropósito de gastos que significaban estas celebraciones, voy a darles un ejemplo. Los souvenirs eran pequeños adornos de plata, que se encargaban un año antes del enlace y se realizaban íntegramente a mano.
Pero lo que en verdad más me importaba en aquellas fiestas era que, al llegar el momento de bailar, además de hacerlo un ratito con mi Papá, que en general estaba más interesado en conversar con sus amigos que en bailar conmigo, siempre me estaba esperando él, que por más que yo me escondiera y corriera, sabía perfectamente cómo encontrarme. No en vano tenía doce años más que yo.
Él era Eduardo, el príncipe encantador. Su pelo rubio lacio era la envidia de cualquier mujer. Tenía los ojos verdes más cautivantes que haya visto en mi vida, y eso no era todo: su carisma era su marca registrada.
Al verme y sin decir palabra, me hacía poner mis piecitos sobre sus zapatos para bailar conmigo, mientras me decía que yo era la más hermosa de la fiesta, y que menos mal que había viajado, porque de no haberlo hecho, esa noche hubiera sido una noche muy triste para él.
También era un gran seductor que rayaba lo mentiroso. Sospecho que lo que yo más le generaba, era como una especie de pena por tener a mis padres separados a tan corta edad. En aquellos años no era tan frecuente, y supongo que la imagen de vernos llegar, solos, a mi padre y a mí, conmovía a más de uno.
Sin embargo, el príncipe encantador no lo era tanto, porque cada vez que podían, él y su hermano Rubén, se acercaban a nuestra mesa de niños con alguna misión secreta, que era nada más ni nada menos que alguna travesura que nos mandaban a hacer.
Y sucedió que en una oportunidad, en el ingreso al salón, habían colocado una estatua de hielo que tenía forma de ninfa, sosteniendo con cada brazo un copón tallado del mismo material, que contenía el tan deseado caviar ruso, muy de moda por esos días en esta clase de celebraciones. No sé realmente a cuántos de los comensales les gustaba realmente el sabor de este alimento, pero lo cierto es que no podía faltar.
Eduardo y Rubén se acercaron a nuestra mesa a encargarnos la “misión” de esta fiesta. Nos llevaron a todos los niños, seríamos unos cinco o seis, a la mesa donde estaba la estatua. A esa altura de la fiesta no había nadie merodeando por ahí, aunque aún quedaba bastante comida en la mesa. Nos indicaron que colocáramos nuestros deditos sobre la estatua porque esta “tenía frío”. Pero no teníamos que ponerlo en cualquier lugar, sino en la parte en donde la ninfa se hacía más angosta, casi llegando a su base.
Como buenos alumnos que éramos hicimos caso, y nos quedamos ahí cumpliendo las órdenes dándole calor a la ninfa, hasta que la estatua perdió la adherencia de su base y se desplomó, y el caviar que quedaba rodó por toda la recepción. El estruendo fue estremecedor. En seguida se apersonaron los mayores. Eduardo y Rubén habían desaparecido por arte de magia, imagino que para reírse un buen rato. Aún recuerdo la cara de mi padre y su reto mientras me apartaba del lugar del crimen tomándome de una trenza: “ya sé que no fuiste vos la de la idea, ha sido idea del demonio, pero es notable cuánto te gusta hacer travesuras”.
Hoy a la distancia sólo se me ocurre preguntarme: ¿quién era Eduardo? ¿era un príncipe o un demonio encantado?
Autora: Violeta Salvador Bizet
Editor: Luciano Bertolino
ENCHANTED DEMON
Legal notice: The facts and / or characters in the following story are fictitious, any similarity with reality is pure coincidence.
It was 1984, and Argentina was beginning to go through its first years back to democracy, by the hand of Dr. Raúl Ricardo Alfonsín, the only real statesman I have ever known. However, his particular moto - "with democracy you can eat, heal and get educated" - was not enough to dominate inflation, which in that year climbed to 700% per year.
The astonishment that this percentage generates in me today also brings this question: how is it possible that some memories can evoke aromas, sensations and sounds? In general, when this happens to me there are words that function as hashtags, immediate and inevitable callers of those moments. Those magic words in this story are charm and ice. As I sketch that night I feel like I can fly while my hands feel cold again.
As characters of this story, at that time, there were also some owners of a cash transportation company. It has always been said that money goes where money is. So I wonder how would that saying work for those who transfer, count and treasure, even for a few hours, all those bills that circulate in an inflationary context. I don't know if I can imagine.
I do know, because I was there, how incredible the marriages of some of the offspring of this clan were. And although I was very young, I have a prodigious memory (or maybe it is one to be feared of) and these were moments that shocked me a lot at my young age.
We were summoned to these treats because my father - who was always very intelligent – and had some advanced ideas for his profession and a political reading worthy of admiration, was a most trusted man in this group. Attending these celebrations was part of his job.
So we traveled to Buenos Aires to participate every time we were invited. For me, being so small, it was quite an adventure; I left with my braids done and my party dress on a hanger. When I arrived and since my Father was not very skilled in dressing me, there was always a woman waiting for me at the hotel, the wife of one of his advisers or friends, ready to help me out.
It was a very special moment for me: having my dad so handsome just for myself, we headed elegantly dressed to the church that would be appointed that night. Despite this, it is known that children, and even more myself that it was terrible, are easily bored, always, no matter which wedding they attend.
Luckily enough I had a small group of friends in these celebrations and we were altogether during the event.
The party rooms were fabulous. I am going to give you an example to take dimension of the nonsense of expenses that these celebrations meant. The souvenirs were small silver ornaments, which were ordered a year before the wedding and were made entirely by hand.
But what really mattered most to me at those parties was that, when the time to dance came, in addition to doing it for a little while with my Dad, who in general was more interested in talking with his friends than in dancing with me, he was always waiting for me. It didn't matter much I hid and ran, he knew perfectly well how to find me. Not surprisingly, he was twelve years older than me.
He was Edward, the charming prince. His straight blonde hair was the envy of any woman. He had the most captivating green eyes I have ever seen, and that was not all: his charisma was his trademark.
When he saw me and without saying a word, he made me placed my little feet on his shoes to dance with me, while he told me that I was the most beautiful girl at the party, and he thank goodness I had traveled, because if I hadn't, that night would have been a very sad for him.
He was also a great seducer, bordering on the liar. I suspect that what he felt was some kind of grief for me because my parents were already divorced. In those years that situation was not so frequent, and I suppose that the image of seeing us, just the two of us, my father and I, was very moving for many of them.
However, the charming prince was not so charming, because whenever they could, he and his brother Rubén approached our children's table with directions for some secret mission, which was some mischief that they asked us to do.
On that occasion, at the entrance to the room, they had placed an ice statue that was shaped like a nymph, holding with each arm a carved ciborium of the same material, which contained the much desired Russian caviar, very fashionable in those days in this kind of celebration. I don't really know how many of the diners really liked the taste of this food, but it was very fashionable back then.
Eduardo and Rubén approached our table to entrust us with the “mission” of this party. They took all the kids, we were five or six that night, to the table where the statue was. At this point in the party there was nobody hanging around, although there was plenty of food on the table.
They told us to put our little fingers on the statue because it was "cold". But we did not have to put it anywhere, the right stop was where the nymph became narrower, almost reaching its base.
As were all very good disciples, we listened and stayed there following orders, giving heat to the nymph, until the statue lost its adherence to its base and collapsed, and the remaining caviar rolled around the reception. The din was deafening. The elders showed up immediately. Eduardo and Rubén had magically vanished; to laugh as much as they could I guess. I still remember my father's face and his upset words as he pulled away from the crime scene by my braid: "I know it was not your idea, it was the devil's idea, but it's remarkable that you are always ready for devilries."
Today at a distance I can´t help myself but wonder: who was Eduardo? Was he a prince or an enchanted demon?
Author: Violeta Salvador Bizet
Editor: Luciano Bertolino
auditor de operaciones en martin y martin
4 añosMuy bien escrito , puedo imaginar quienes son Eduardo y Rubén
Sales Lead | Consultor Comercial en Escuela de Venta
4 añosSublime.
Soporte técnico en Camuzzi
4 añosQue vivencia la tuya de esa época tan especial!! En ese momento estaba en mi primer trabajo ,un antes y un después en mi vida.En esos años se sancionaba la ley de divorcio
Consultora Integral Shreiber, Domínguez, Vazquez, Vidaurreta y Asociados
4 años👏 brillante Viole!!!