Desarrollo económico o conservación del medioambiente.¿Un dilema con solución?
Cuando se lee o se escucha a representantes de grupos ambientalistas emitiendo opiniones sobre el estado del medio ambiente, se podría llegar a la conclusión que la única solución posible al problema ambiental es preservar ríos, bosques y océanos, sin tomar en consideración una serie de indicadores ambientales que ejercen mucho más presión sobre el estado del medio ambiente; por ejemplo, el incremento del parque vehicular, el crecimiento demográfico y la cultura del consumo, adoptadas hasta por el más radical de los amantes de la naturaleza.
Para que no se interprete mal el presente planteamiento, lo que queremos decir es que, si bien es cierto que la preservación de los bosque es importante para la generación de los servicios ecosistémicos que brindan a la humanidad, no es menos cierto, que el incremento del parque vehicular , el crecimiento demográfico, el avance tecnológico y la cultura del consumo ejercen mucho más presión a los ecosistemas, que la disminución porcentual de la cobertura boscosa de una región, siempre y cuando la tasa de aprovechamiento sea igual o menor que la tasa de recuperación.
Para nadie es un secreto que las actividades, necesidades y gustos de los humanos provocan una serie de presiones que inducen a cambios en la calidad ambiental. Y no es para menos, ya que el mundo es un “supermercado extravagante”, en palabras de Harari (Homo Deus) que compele a las industrias a incrementar la producción en miles de millones de unidades de productos para satisfacer las más elementales necesidades del ser humano, pero, por otro lado, los gustos más sofisticados, estrambóticos y lastimosamente innecesarios que obligan al sector productivo a buscar la materia prima en el único lugar posible: la biósfera.
Estos cambios generados por intentar satisfacer las necesidades humanas traen como consecuencia una serie de propuestas y demandas de los grupos ambientalistas y ecologistas que intentan, unas veces con razón, otras veces no, contrarrestar los probables impactos de dichas actividades. Ahora bien, el modo, el enfoque y el método que usan los distintos grupos que intervienen en el problema pueden hacer la diferencia entre una solución científicamente aprobada y probada y una solución fruto de la presión a los gobiernos y tomadores de decisión basada en una opinión que se ha construido sin tomar en consideración los criterios y herramientas de evaluación ambiental. Estas decisiones tomadas bajo ese criterio son erradas y no contribuyen al desarrollo del país desde ningún punto de vista.
Por otro lado, una limitación que tienen las valoraciones y las exigencias emanadas de grupos ambientalistas, para que se tomen medidas drásticas respecto a la protección del medio ambiente es que solo valoran los impactos negativos de un sector económico cualquiera, por ejemplo, la minería, el turismo o el desarrollo inmobiliario. Sin embargo, la tendencia de los más prestigiosos organismos internacionales plantean que al realizar el análisis de los impactos al medio ambiente de los distintos sectores productivos se deben incluir la incidencia de las fuerzas motrices, tales como los estilos de vida y hábitos de consumo, que ejercen una presión constante sobre la producción y los recursos naturales. Pero además, se debe incluir, usando métodos que nos provee la economía ambiental, los aportes del sector productivo a las cuentas nacionales y a la macroeconomía de un país o región. Y aquí podríamos traer a la mesa una pregunta: ¿Acaso en este escenario de pandemia no se está valorando que la salvación de la economía del país está en manos de sectores que no gozan del favor de los ambientalistas, tal como la minería?
El autor es Magister en Medio Ambiente, Sostenibilidad y Responsabilidad Social