Desarrollo-Violencia-Fascismo, la otra pandemia: El conflicto chileno-mapuche como síndrome colonialista, capitalista y neoliberal
Fariel Abarca Silva, 3 de agosto de 2020.
La violencia estructural, la violencia política, la violencia institucional, la violencia de Estado, la violencia gubernamental, la violencia cultural, la violencia económica, la violencia de género, y otros tipos de violencias, han escalado en nuestro país, así como en diversas partes del mundo, a niveles insostenibles. En un contexto de aguda crisis social, sanitaria y económica, la estabilidad política y social chilena pende de un hilo, estando al borde de un colapso que amenaza aún más la vida, seguridad y posibilidades de bienestar de millones de personas y la integridad de la sociedad en su conjunto, y donde la acción gubernamental, con responsabilidades firmadas y compartidas transversalmente por distintos sectores políticos, no hace y no ha hecho más que alimentar y profundizar numerosos e históricos conflictos por los que incansablemente la gran mayoría ciudadana se moviliza para resistirlos y superarlos, aún en medio del ya grandioso y devastador esfuerzo presente por subsistir y sobrellevar desde cada familia y cada comunidad uno de los peores momentos de nuestra historia.
Los recientes eventos de fascismo, racismo y violencia vividos en el Wallmapu, territorio ancestral del pueblo y cultura Mapuche (Gente de la Tierra) ocupado y expropiado por fuerzas explotadoras chilenas e internacionales, las que cuentan con el dominio y uso de aparatos represores de fuerzas armadas y policiales del Estado de Chile, y frente a las que se ha levantado en resistencia y reivindicación de sus derechos por largos años este pueblo originario, sumando en ello la creciente adhesión de ciudadanías, sectores, actores y movimientos sociales chilenos e internacionales, expresan hoy un punto de agudización del (más bien crónico) conflicto chileno-mapuche, al integrar en este las acciones violentistas organizadas de grupos civiles, incitados y orquestados a su vez por grupos de ultraderecha neocolonialistas y neoliberales chilenos, bajo el amparo, conocimiento y fomento de fuerzas policiales, autoridades locales y de gobierno (también de orden ideológico neoliberal), las que permitieron intencionalmente que estas se desarrollasen, incluso contraviniendo la norma de toque de queda ordenada en el marco del estado de excepción vigente en el país desde mayo del presente y decretado como "medida de prevención y seguridad" para enfrentar la Pandemia Covid-19, esto dado que los violentistas informaron de su intención y solicitaron autorización con suficiente anterioridad a autoridades policiales locales para acometer en un horario nocturno (existiendo prohibición y restricción para el tránsito y reuniones) en contra de comuneros movilizados en tomas de recintos municipales, con el supuesto propósito de desalojarlos y recuperar la infraestructura pública. En los hechos, revestidos de cantos burlescos y consignas "anti-mapuche", se produjeron desmanes, daños de bienes e infraestructura pública y privada en diversos sectores por parte de la muchedumbre racista y, lo peor, golpizas brutales a comuneros, todo sin la intervención oportuna de la fuerza pública. En esta situación, por una parte, se despiertan y alimentan los más detestables ánimos y actos de la humanidad, de tipo xenofóbico y etnofóbico, se fomentan factores totalmente contraproducentes en un contexto de crisis e inestabilidad social y política por medio de la permisión y fomento de la violencia civil, y al mismo tiempo, se reproduce la falta de sensibilidad, reconocimiento y comprensión de las demandas mapuche que se gestan en función tanto de sus reivindicaciones históricas, como de la denuncia más contingente de represión y violencia política cometida contra este pueblo en su conjunto y sus lof (comunidad/es), la que considera militarización zonal, allanamientos, hostigamiento sistemático, tortura e incluso asesinatos, especialmente durante el presente gobierno, y del vicio de los procesos judiciales, civiles y penales, que sostiene el Estado chileno en favor de los capitales explotadores y del statu quo (aunque ahora bien lo preferirían in statu quo ante 8 de octubre) y en contra de activistas, líderes políticos y religiosos e integrantes de estas comunidades, ocho de los cuales se encuentran recluidos en la cárcel de Angol y han levantado y sostenido una huelga de hambre por más de 80 días en demanda de su libertad y de condiciones y tratos humanitarios, todo ello, en el contexto de los riesgos que presenta otro gran problema institucional chileno, como es el hacinamiento y precariedades del sistema penitenciario y, ahora, la amplificación de esta vulnerabilidad en términos sanitarios, por el contexto pandémico, además de la grave condición de salud de otra importante figura del activismo mapuche, el Machi (hombre/mujer medicina y líder político y espiritual) Celestino Córdova, quien se encuentra preso y en riesgo vital internado en un recinto hospitalario.
En suma, estos eventos no hacen más que desvestir un aspecto más de la injusticia social y del desarrollo desigual mundial que se ha sostenido por siglos en base a lógicas de conquista, colonialismo, sobre-explotación de trabajadores/as y recursos naturales, opresión, violencia y de "cancelación" de lo común al mismo tiempo que de la diversidad y la otredad, que se ciernen sobre todas las personas y territorios del mundo, expresándose como síntoma o síndrome de un conjunto íntimamente relacionado de problemas socio-históricos globales no resueltos y frente al cual no ha operado hasta hoy, o no se ha permitido operar, ninguna acción real y legítima de transformación y superación. En definitiva, esta violencia, como casi todas las formas de violencia contemporáneas, son síntoma, expresión, incluso reflejo puro de la hegemonía cultural del egoísmo, el individualismo y la ambición del capitalismo histórico y su upgrade, mentado por el economista norteamericano Milton Friedman, el "neoliberalismo", el que se encuentra, paradójicamente, preparando su lecho de muerte en su propia cuna, Chile, y lo que ya es todo un sarcasmo de la vida, a manos de sus propios mozos nodrizos, los chicago boys chilenos, entre los que se encuentra, por cierto, el presidente Sebastián Piñera. Quizá en un intento imaginario de compensar esta injusticia, que, por un lado, mantiene en prisión "preventiva" a varios de estos comuneros, de quienes por lo tanto aún se presume inocencia de los cargos que se les imputan y que, sin embargo, no han gozado de ningún beneficio que mejore sus condiciones durante los procesos de investigación, y por otro, hoy tiene por presidente de la república a un hombre que ha sido investigado y procesado por robo, fraude, acceso a información privilegiada, soborno y evasión de impuestos, sin vivir nunca privación de libertad y que, incluso, siendo requerido por la justicia en el marco de cargos que se le imputaron, eludió una orden de arresto durante casi un mes, en otro paralelo, al mismo tiempo en que observamos con preocupación que el Machi Celestino Córdova sufre un cuadro convulsivo que lo mantiene al filo de la muerte en su infame presidio, esta sociedad y el modelo del libre mercado se convulsionan también en sus últimos alientos, ahogados en una mascarilla, y sus últimos y desesperados manotazos tratando de afirmarse o de hundirse con lo que le quede al alcance, y a riesgo de ofender aún más a este pueblo ya implacablemente ofendido por el acercamiento de dos tópicos espirituales quizá, en un modo, totalmente contradictorios, o en otro, históricamente enfrentados, como si el estertor de este hombre sagrado fuese el del mismo Cristo estremeciéndose en la cruz por los pecados y la transformación del mundo.
Lo cierto es que el Machi Celestino, como toda y todo machi, nos sueña y sueña la sanación de este mundo, y esperemos sueñe el que viene con buenas premoniciones.
Ahora, más allá de estas ficciones compensatorias, en la capacidad que nos dejan nuestro intelecto y nuestras emociones, nos queda el derecho a decir, a denunciar, y a sentir y pensar mundos o medios mejores, aunque bien sea todo en una estado de espera, de precariedades e inseguridades, que, y también da para imaginar, por qué no, son las últimas. Eso hasta que, en esta tierra, en esta plaza, en este sitio, en un acto de extraordinaria inteligencia y amor, vale decir, de extraordinaria humanidad, como quizás nunca se haya dado en la historia mundial, mediante un "proceso constituyente democrático" al que dará inicio en un tiempo próximo el postergado plebiscito chileno, logremos el "cambio radical" en las reglas del juego que queremos, que necesitamos, que nos permitan avanzar en el desarrollo de una nueva sociedad, una nueva cultura y un nuevo mundo, más justo, más sano y feliz para TODAS las personas y para TODA la Tierra. Eso es el corazón de esta lucha y viviremos y moriremos indefectiblemente, de una u otra manera, por ella.
Ningún amedrentamiento, ninguna golpiza, ninguna tortura, ni la muerte, callarán la voz y la fuerza del pueblo, si el pueblo está unido, si el pueblo es uno, si el pueblo es com-unidad, si la libertad es del pueblo y no del mercado, es decir, del ser humano y no de sus máquinas. Porque donde coligües hubo, coligües habrá, y si uno cae diez nacerán. Nada, absolutamente nada es imposible. PARA TODES TODO, PARA NOSOTRES NADA. NEWEN COM PU CHE, YAFUDEIMI, !!!MARI CHIWEU!!!