Descarbonización, un concepto que surgió para redefinir nuestro futuro
En las últimas décadas, pocas ideas han tenido un impacto tan profundo y revolucionario como el concepto de descarbonización.
Lo que comenzó como un término técnico, acuñado en círculos académicos y científicos, se ha convertido en el referente para la transformación de sociedades, economías e industrias a nivel global.
La idea de la descarbonización se remonta a los primeros informes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) en los años 90.
Científicos como James Hansen, quien en la década de los 80 ya advertía sobre la realidad del calentamiento global, fueron pioneros en visualizar la necesidad de reducir las emisiones de carbono: "El calentamiento global ha alcanzado un nivel tal que podemos atribuir con un alto grado de certeza una relación de causa y efecto entre el efecto invernadero y el calentamiento observado."
El Protocolo de Kioto en 1997 marcó un punto de inflexión, por ser el primer acuerdo internacional que comprometía a los países industrializados a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, hasta ese momento, la descarbonización era más un concepto de uso creciente en la elaboración de teorías y en la conversación académica, que una línea de acción estratégica y una cuestión de supervivencia.
De la teoría a la acción global y la resiliencia corporativa
El Acuerdo de París en 2015 representó un salto cualitativo en la evolución de la idea de la descarbonización.
Por primera vez, 196 países acordaron limitar el calentamiento global por debajo de 2°C respecto de los niveles preindustriales, colocando a la descarbonización no solo como una alternativa, sino como un imperativo ético y como una medida existencial.
Las corporaciones de todo tipo de industrias y sectores comenzaron ajustaron lecturas, interpretaron señales y replantearon prioridades. Gigantes como Microsoft anunciaron en 2020 su compromiso de ser carbono negativo para 2030, seguidos por empresas como Apple, Google y Amazon, todas ellas, cada vez más sensibles a una realidad climática que convoca a la acción colectiva, y de la cual están cada vez mas preocupados y ocupados los ciudadanos.
Así, lo que comenzó como un debate teórico, no exento de controversia y detractores, sería el origen de uno de los conceptos con mayor impacto en la construcción del futuro de nuestra civilización.
La descarbonización, para el sector productivo, ha dejado de ser un elemento más de la agenda de responsabilidad social, para convertirse en un elemento clave de la estrategia de futuro, la resiliencia y la competitividad empresarial.
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Electrificación: La vía más directa a la descarbonización
La descarbonización ha apuntado hacia la electrificación como su más poderosa palanca. La transición de sistemas basados en combustibles fósiles a infraestructuras eléctricas alimentadas por energías renovables no es solo una alternativa, sino el camino más directo y asequible para sectores e industrias enteras.
En este contexto es que resulta tan relevante el apunte ´ de la Agencia Internacional de Energía (AIE), que señala que para 2050 casi la mitad de la matriz energética mundial provendrá de fuentes renovables, con la electricidad jugando un rol central.
Entre los impactos mas notables de la descarbonización destacan i) la revolución de los vehículos eléctricos; ii) la adopción creciente de procesos industriales electrificados y eficientes; iii) el uso mayor de maquinaria y sistemas automatizados eléctricos, y iv) la construcción de edificios inteligentes con cero emisiones.
Más allá de un concepto de uso creciente: la descarbonización como fenómeno socioeconómico
En nuestros tiempos, la descarbonización ha trascendido la agenda ambientalista para convertirse en el eje de una profunda reorganización de cómo producimos, consumimos y concebimos el desarrollo. Esta idea, que tiene como esencia la adopción de procesos y tecnologías bajas o libres de emisiones de CO2, ha dado origen a nuevos modelos económicos, la generación de los llamados empleos verdes, innovaciones tecnológicas y la reorganización de cadenas de valor y suministro.
La descarbonización ya no es una alternativa. Se trata de la ventana de oportunidad que se le presenta a nuestra generación para asumir liderazgo de cara a la crisis climática -uno de los mayores retos de la humanidad- y construir un mejor futuro para las nuevas generaciones.
La electrificación emerge como la tecnología habilitadora para hacer frente con éxito a este reto. La electrificación es la ruta entre nuestro presente dependiente de carbono y un futuro sostenible. El futuro, para empresas e industrias, es eléctrico, y se construye ahora.